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viernes, 26 de diciembre de 2014

Escritura, ciencia, psicoanálisis. Rolando Ugena


¿quién imaginaría que nuestro inteligente alfabeto continúa
articulando imágenes de sueño, 
tan platónicamente como en una oscura caverna? 
Gerard Pommier, Nacimiento y renacimiento de la escritura (1) 

 “es del lado de la escritura que se 
 concentra aquello donde trato de 
 interrogar acerca del inconsciente 
 cuando digo que el inconsciente es algo en lo real”. 
 J. Lacan, Los nombres del padre(2)

     Las Sagradas Escrituras nos dicen que antes de ser humana, la escritura fue divina. Así por ejemplo, en Éxodo podemos leer que “Yahveh, después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios”(3),  y  en Isaías leemos que  Yahveh le dijo: “Toma una placa grande, escribe en ella con buril…” (4)
     Si no  concebimos la actividad de escritura efectiva como obra de un amanuense eterno, ¿cómo se relaciona el sujeto con la escritura?
El pensamiento evolucionista, edificado sobre la idea de una infancia de la humanidad, ha especulado largamente acerca de la escritura desde la perspectiva de estadios, que superándose  unos a otros irían anulando al anterior.
     Ese enfoque, que se asienta en considerarla un  instrumento de comunicación al alcance de la mano,  una técnica para conservar y mejorar la transmisión de mensajes, descansa en la concepción del lenguaje como un código y un recurso de expresión susceptible de ser corregido por la razón, y ha motivado formidables esfuerzos por salvar la comunicación  fabricando un  lenguaje “natural”,  universal que no requiriera  traducción y brindara una descripción exacta del objeto significado, eliminando de cuajo la posibilidad de la mentira y el error.
Tal intento de remediar el malentendido dando a las palabras un sentido inmodificable y estableciendo una correspondencia unívoca entre significante y significado, ¿ no ignora  que fuera de su poder de significación, el significante no significa nada?.
     Presupone también la sumisión del significante al significado, como si las significaciones fuesen el producto no perecedero de un sujeto que se representa, se conoce, y se localiza en el acto de conocimiento, desconociendo lo que el significante determina como división y  pérdida de una unidad que siempre se escabulle.  
     Si esa quimera fuera posible, ¿no liquidaría el acto propio de los seres hablantes? Ese ideal ¿es ajeno a la ficción de un pensamiento independiente del lenguaje y al mito de la creación de la lengua, ese que el padre del estructuralismo, Ferdinand de Saussure,  comenzara a desmontar?: no hay ideas antes del signo lingüístico y la lengua, que funda la comunidad entre los seres humanos es increada, no es función del sujeto hablante, asunto que ese sujeto no tiene necesidad de saber para valerse de ella y menos aún para soportar sus consecuencias.
     Aunque una fenomenología de la escritura sea imposible, o al menos de escaso interés, cuando nuestros trazos se nos escabullen de modo que parecieran funcionar caprichosamente, y nos embrollamos al escribir o tropezamos al leer, las letras nos advierten que están lejos de ser una simple herramienta para despachar información y que esos embarazos o síntomas, a la luz del descubrimiento freudiano de lo inconsciente, de lo que dan  testimonio es de la presencia de la sexualidad en las entrañas de la vida anímica humana.
     Lo inconsciente escribe, las formaciones de lo inconsciente presentan una estructura literal que resuena sobre el cuerpo, de modo que considerarla mero artefacto de comunicación, es comenzar a edificar la casa por el techo.
      Para el sujeto de  la reflexión metafísica,  probablemente por partir de la idea del mundo como totalidad y por juzgar que la actividad intelectual se origina en un deseo de saber, pudo aparecer como construcción de signos, elaboración derivada y secundaria respecto de ese signo que sería la palabra al cual la escritura redoblaría ( hasta “signo de signo”, como señalaba J. Derrida respecto de Aristóteles, Roussseau y Hegel(5). Pero el lecho en el cual yace la escritura, no es en el de un deseo de saber sino en el de la pulsión.
      Suspendida de la palabra, el movimiento que traza la producción de la letra es movimiento pulsional, impulso sentenciado a la repetición que intenta ceñir el agujero del saber que el concepto de inconsciente implica.
     La escritura está investida de tal manera que se jugará en ella el conjunto del problema de la representación, en tanto son las pulsiones las que rigen las posibilidades de dicha representación.
      Todo trazo volverá a plantear al sujeto, cada vez, un interrogante: la represión de su propia imagen. Pommier propone en el texto arriba mencionado que “la letra se ve, se oye, pero su principal característica depende de su lugar de origen: la represión y del retorno de lo que se reprimió del goce del cuerpo”(6). Por qué? Porque ese cuerpo, ese lugar de hospedaje al que cada quien se ha acomodado como pudo, fue primero hablado, objetivado por el Otro. Se apropia de la lengua perdiéndose como cuerpo.
      El cuerpo soporta ese designio a consecuencia de su alienación al deseo del Otro; esos yerros cuyo origen ignoramos, son efecto de la represión que originariamente recae sobre la imagen del cuerpo, la huella enigmática de un  cuerpo perdido.
     Entonces, eso reprimido se abre camino bajo una forma literal, resurge en forma de letra, que una vez producida llama a engendrar otra letra, sin que la nueva sea más que la primera, y con la misma presencia del sinsentido.
     Comienzan así a establecerse estructuras cuyo carácter fundamental es la coherencia; añadir una letra a otras ya trazadas no es escribir y su acople está sometido a normas. Una letra entra en relación con otra, pero pasa a ser un elemento de una nueva relación posible; un vocablo nuevo se enlaza con otros elementos de una frase pero también con los que lo anteceden, y la frase que colabora a componer establece un vínculo con las ya escritas, de modo que allí donde se prosigue la escritura, no cualquier vocablo resulta posible.
      Un asunto a subrayar es la relación entre escritura y palabra, ¿habría  una primacía de la escritura sobre la palabra? ¿en la palabra se trataría de la vocalización de una archi - escritura por un sujeto ya constituido que vendría a ubicarse en ella?.
      En el seminario “La identificación”, Lacan ubicaba a la escritura como “función latente al lenguaje mismo” (7) y también señalaba: “…en la raíz del acto de la palabra hay… un momento donde ella se inserta en una estructura de lenguaje…(a la cual) trato de circunscribirla…en torno a una temática que…esté comprendida en la idea de una contemporaneidad original de la escritura y del lenguaje, y que la escritura es connotación significante, que la palabra no la crea tanto como la liga”(8).
      Pero para la praxis analítica postular la primacía irreductible y el carácter fundamental de la palabra respecto de la escritura continua siendo central. Es en la relación con el Otro simbólico que se consuma y no hay escritura que no remita a la palabra, a una lengua articulada, si bien no toda escritura guarda con la palabra la misma relación.
      Así, ¿cuál es el estatuto de la escritura para la ciencia y para el psicoanálisis?
     La científica es una escritura que por definición debe quedar abierta. Supone que la relación significante de lo escrito con el Otro simbólico, no cesa de poder escribirse y siempre es posible agregar otras articulaciones. Lo posible y lo necesario son las modalidades ordenadoras del mundo que admite, necesidad que no se clausura nunca y debe expandirse y proliferar infinitamente.
     Para ello, es preciso que el carácter significante de la letra sea eclipsado drásticamente, borrando al significante y su temporalidad. Lo escrito no puede ser “hablante”. 
     A diferencia de la escritura analítica en la cual el sujeto puede advenir, conduce a la producción de saber sostenida por un sujeto que  debe quedar por fuera, excluido, reducido positivamente. La letra se hace símbolo y el acto de escritura pasa a ser una operación que fabrica símbolos a partir de otros símbolos, como acontece en matemáticas donde el número es el punto de partida de operaciones al infinito en las cuales el que escribe no aparece sino realizando operaciones.
     Mientras que en la escritura de la ciencia lo simbólico es lo simbólico de la pura diferencia, en la escritura analítica lo simbólico es pensado como orden, como el lugar del Otro, de la verdad y no puede cobrar sentido para un sujeto sin el significante del Nombre-del-Padre y la palabra y el sujeto que de ello resulta. La pura articulación formal, aquella que encontramos en la ciencia, no basta para que haya significante.
     En el seminario Aún, Lacan señalaba: “La formalización matemática es nuestra meta, nuestro ideal. ¿Por qué? porque sólo ella es matema, es decir, transmisible íntegramente. La formalización matemática es escritura, pero que no subsiste si no empleo para presentarla la lengua que uso. Esa es la objeción: ninguna formalización de la lengua es transmisible sin el uso de la lengua misma. A esta formalización, ideal metalenguaje, la hago ex-sistir por mi decir. Así, lo simbólico no se confunde, ni de lejos, con el ser, sino que subsiste como ex-sistencia del decir.” (9) 
      La ciencia nada quiere saber de esa presencia del significante y de la palabra, lo que torna inútil cualquier proyecto de metalenguaje. Proseguía Lacan en Aún, “la escritura es pues una huella donde se lee un efecto de lenguaje. Es lo que ocurre cuando garabatean algo…No es, empero, metalenguaje, aunque se le pueda hacer cumplir una función que se le parece. Pero este efecto no deja de ser segundo con respecto al Otro donde el lenguaje se inscribe como verdad. Pues nada de cuanto podría escribirles en la pizarra de las fórmulas generales que vinculan, hasta donde hemos llegado, la energía con la materia, las últimas fórmulas de Einstein, por ejemplo, nada de eso se mantiene firme, si no lo sostengo con un decir, el de la lengua, y con una práctica, la de gente que da órdenes en nombre de cierto saber.”(10)
      Quizá sea en ese campo, en el de gente que da órdenes en nombre de cierto saber, que una pura escritura científica, sin palabra ni sujeto podría tener lugar.
     Mientras la escritura de la ciencia se define por la tentativa de reducir al sujeto que ella supone, la escritura analítica hace referencia, tiende a hacer advenir el Nombre-del-Padre en lugar de intentar reducirlo.
      Una escritura novedosa, por cuanto desea anotar los límites de la escritura de la ciencia, en la cual el que escribe es siempre sujeto de lo que produce, y a la cual cada uno debe rehacer, inventar porque es sujeto de ella.


septiembre de 2013


Notas bibliográficas



(1) Pommier Gerard, “Nacimiento y renacimiento de la escritura”, Ed. Nueva Visión, 1996

(2) Lacan Jacques, Seminario XXI “Los desengañados se engañan”, clase del 21-5-1974

(3) La Biblia , Exodo XXXI, 18

(4) La Biblia, Isaías VIII, 1

(5) Derrida Jacques, De la gramatología, Derrida Jacques, Siglo XXI, México, 1998, página 24

(6) Pommier Gerard, “Nacimiento y renacimiento de la escritura”, Ed. Nueva Visión, 1996, página 195

(7) Lacan J., Seminario IX La Identificación, clase del 10-1-1962

(8) Lacan J., idem clase del 17-1-1962

(9) Lacan J., Seminario XX “Aún” , Ed. Paidós, 1981, página 144

(10) Lacan J,. idem, página 1(47

miércoles, 24 de diciembre de 2014

La escucha en un tratamiento analítico. Una cuestión ética Claudia Castagnolo

     Los analizantes ya no son lo que eran. Hoy los pacientes por lo general, eligen un psicólogo por la cartilla de una obra social y en la mayoría de los casos deben pasar por una entrevista de admisión hasta que finalmente pueden consultar con un profesional. El paciente no sabe acerca de la orientación o de la desorientación del profesional que lo va a tratar, pero quiere que le solucione su problema y lo más rápido posible. Psicólogos, psicoanalistas, psicólogos sociales, coachins counselings, todos dispuestos a escuchar. Pero a escuchar qué, desde dónde.  Algunos profesionales escuchan vía skype o por teléfono y los pacientes abonan en una cuenta bancaria. Otros dicen que “mechan un poquito de cada teoría porque toman lo que le sirve”, y mi pregunta es ¿cómo hacen? Porque esas teorías se contraponen si consideramos que de entrada, nos ocupamos de diferentes sujetos, el sujeto de la ciencia y el sujeto del inconsciente. ¿Cómo podría un psicólogo cognitivo conductual mechar con el psicoanálisis? ¿Qué puede tener que ver esta práctica con la práctica analítica? ¿Qué de la política del síntoma? ¿Qué de la premisa del psicoanálisis, la regla fundamental? ¿Qué de la transferencia?

Controversias teóricas
 
 Sergei Pankejeff, el hombre de los lobos
     Después de más de cien años del descubrimiento freudiano pareciera que estamos peor y entre los analistas también encontramos divergencias. ¿Cómo seguimos? Cuando Freud escribió: “De la historia de una neurosis infantil” el caso del hombre de los lobos en 1914 dijo: “Igualmente imposible me resulta entablar una discusión con trabajadores del campo de la psicología o de las teorías de las neurosis que no admitan las premisas del psicoanálisis y juzguen artificiosos sus resultados. Pero, junto a ellos, se ha desarrollado en los últimos años una oposición de parte de otros que, al menos así opinan ellos, pisan el terreno del análisis, no ponen en tela de juicio su técnica ni sus resultados, sino que sólo se consideran autorizados a deducir del mismo material consecuencias diversas y a someterlo a otras concepciones. Ahora bien, la controversia teórica es la más de las veces infecunda. Tan pronto uno empieza a distanciarse del material del que debe nutrirse, corre el riesgo de embriagarse con sus propias aseveraciones y terminar sustentando opiniones que cualquier observación habría refutado. Por eso considero muchísimo más adecuado combatir concepciones divergentes poniéndolas a prueba en casos y problemas singulares.” (1)
     Lacan en su retorno a Freud señala los desvíos producidos por los postfreudianos y ubica la noción de significante dando un otro estatuto a la palabra del paciente. La palabra ocupa un lugar privilegiado, se trata de la función de la palabra en el campo del lenguaje, con lo cual se trata del lugar que ocupan en un discurso en donde radica su importancia, lo que conlleva su rol protagónico en la supresión de un síntoma en la que un sujeto no es ajeno a su padecimiento y por lo cual tiene comprometida su responsabilidad subjetiva. Pero nosotros somos responsables de una escucha, “Que el paciente olvide que se trata únicamente de palabras, no habilita al  analista a que lo olvide”.(2)


Una cuestión de discurso
    
     Lacan formalizó lógicamente el Edipo freudiano mediante la estructura del lenguaje, “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”, articula cuatro lugares como el fundamento del discurso analítico y cada lugar como asidero de algún efecto significante. Si como producto de la división subjetiva, el objeto a, viene a funcionar respecto de la falla, el agujero, la pérdida del Otro, de acuerdo al lugar que se ocupe en un discurso se tratará de uno u otro, lo cual es esencial a la función del lenguaje. En este punto, “que se diga, queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha”. Entonces, nuevamente insiste mi pregunta por la escucha en esta época en la que impera el discurso amo y desde ese lugar se enuncia como definición de salud desde la OMS, que “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.” (3)
Si tenemos en cuenta esta definición nos encontramos ante un intento infructuoso de hacer encajar un síntoma en las benditas y sagradas clasificaciones del DSM. Si la desestimamos, los que no encajamos en el sistema somos nosotros. La industria farmacológica, tecnológica y la ciencia fabrican la ilusión de hacer posible el acceso a una felicidad inmediata y garantizarla. 
     Para eso, el amo ordena al esclavo hacer algo, porque el esclavo sabe cómo hacerlo. En “Del discurso psicoanalítico” Lacan dice: “La crisis, no del discurso del amo, sino del discurso del capitalista, que es el sustituto, está abierta. No se trata en absoluto de que yo les diga que el discurso capitalista sea tonto, al contrario es locamente astuto. Locamente astuto, pero destinado a reventar. Finalmente, después de todo es lo que se ha hecho de más astuto como discurso. Pero no menos destinado a reventar. Esto porque es insostenible. (…) Una pequeña inversión entre el S1 y el S, que es el sujeto (…) basta para que marche sobre ruedas, no puede marchar mejor, pero justamente marcha demasiado rápido, se consuma tan bien que se consume”. (4)
     De la experiencia analítica sabemos que el sujeto está atravesado de raíz por su división subjetiva, lo que imposibilita cualquier estado de completud que este discurso pretende imponer.

Un otro lugar (a) la palabra

     La dirección de la cura en un análisis es el tratamiento por las palabras para acceder a la verdad del sujeto del inconsciente, a algo del orden de “su” verdad y es ese el principio de su poder en la cura, lo cual no es lo mismo que el poder por sobre la palabra del paciente. Para ello, es necesario lo que Lacan ubica como el valor creador de la palabra, el símbolo emerge conformando un universo, un pasado, un camino y un destino. “A partir del momento en que una parte del mundo simbólico emerge, ella crea, en efecto, su propio pasado.” (5)
     El recorrido de un análisis, o el atravesamiento del fantasma como lo llamará Lacan, trata de hacer emerger las palabras fundantes del sujeto para poder ubicar el sentido que la vida tiene para cada sujeto, los efectos de estas palabras sobre su vida y el modo singular de satisfacer la pulsión, el modo singular de gozar, en cada quien. Crear una verdad y el pasado que la sustenta, es incurrir que esa creencia estuvo allí por siempre.
      Si todo sale bien, habrá analizante si hay análisis y habrá análisis si hay de la función deseo del analista. Un paciente da su palabra a ser escuchada, pero es por el acto analítico que se instaura el valor de la misma, el simple hecho de tratar un síntoma por la palabra, es ya una apuesta a su valor.

Notas

1 Sigmund Freud, Obras Completas; “De la historia de una neurosis infantil” Caso del hombre de los lobos
2 Jacques Lacan, Seminario XX, Aún
3 OMS, Texto aprobado en su constitución en 1948
4 Jacques Lacan, “Del discurso Mayo de 1972”
5 Jacques Lacan, Seminario II, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica


Publicado en Revista Tópica Nº 2

lunes, 22 de diciembre de 2014

Posiciones del hombre frente al amor. Carolina Róvere


¿Por qué el amor es un problema?...¿Cómo se puede decir a priori cómo uno se va a manejar con un amor? ¿Cómo calcular anticipadamente los efectos que va a tener el Otro sobre uno?
Si amor y castración van de la mano, y el amor implica siempre un encuentro con la propia falta, poder consentir al acontecimiento amoroso, como encuentro siempre contingente, requiere de una posición decidida frente al amor que deje atrás el modo neurótico de existir, postula Cristina Róvere en este texto aparecido en Agenda Imago. Ver artículo completo en 
http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=2135

Dafnis y Cloe, una historia de Amor. Pablo Grimoldi


                                                      "No soy niño, aunque parezco niño, sino más viejo que Saturno. Yo soy anterior al tiempo todo".
Dafnis y Cloe o las pastorales. Longo.


Filetas es un viejo pastor, respetado en un pueblo de pastores. La vejez lo llevó al reposo. Cultiva con sus propias manos un huerto que según cuenta "cuanto se cría en todas las estaciones, allí se encuentra cuando la estación llega". En este huerto hay árboles, y también flores, muchas flores, de distinto tipo. Dice que los pájaros acuden a bandadas cuando amanece; unos vienen a picar, otros para cantar a gusto porque es de su agrado la sombra y los tres arroyos que por allí pasan.
Filetas, además, lleva en su cuerpo historia de Amor.
Dafnis y Cloe son dos chicos, pastores de ovejas, chivos y cabras; él es un muchacho de quince años, ella...Cloe, tiene trece. Desde muy chicos pastorean juntos y, como en muchas otras ocasiones, en esta se encontraban jugando, luchando y forcejeando. Como chicos luchaban hasta caerse en un abrazo, para así rodar buscando estar, cada cual a su vez, uno encima del otro. Así se divertían cuando se les apareció el viejo Filetas. Filetas estaba dispuesto a hablarles y se les presentó: "Yo hijos míos, soy el viejo Filetas, el que tantos cantares entonó a estas Ninfas y tantas veces tocó la flauta en honor de aquel Pan. Con mi música sólo he guia­do yo numerosa vacada. Ahora vengo a vosotros para contaros lo que vi y participaros lo que oí..."."...Hoy (en mi huerto), a eso de mediodía; he sorprendido a un muchacho que tenía granadas y arrayán, y era blanco como la leche, rubio como la llama y limpio y luciente como recién salido del baño. Estaba desnudo y solo se entretenía en saquearme el huerto como si fuera suyo. En balde me eché sobre él para prenderle, receloso de que me destrozase arrayanes y granados con sus travesuras, porque él me esquivó ágil y leve, ora deslizándose entre los rosales, ora escabulléndose entre las malvalocas como perdigonzuelo".
Filetas, que como pastor supo ser ducho en agarrar chivos y cabras, se dio cuenta que esta "res" era de otro orden, y que no ha­bría quien sepa cazarla. Entonces, abandonando los esfuerzos, em­pieza a hablarle: le pregunta enojado, enérgicamente ¡quién de sus vecinos era y porqué entraba así a robarle!
El muchacho se le acerca, sin responder palabra, se pone jun­to a él y sonriendo con singular ternura le arroja a la cara los gra­nos de mirto.
Cuenta Filetas, que no sabe cómo pero le ablandó el corazón y le quitó el enojo. Le pidió que se dejase agarrar, que no le tuvie­ra miedo, que él le daría todas las flores y los frutos que quisiera, que podría volver a su huerto todas las veces que quisiera a cam­bio de tener de él tan solo un beso.
"Rióse el muchacho al oírme con risa sonora, y salió de su pe­cho voz más dulce que el cantar de la golondrina, del ruiseñor y del cisne cuando es viejo como yo...¡Ay mi Filetas, dijo, nada me cuesta que me beses!. Más gusto yo de besos que tú de remozar­te. Mira, con todo, si el don que pides conviene a tus años, los cua­les no te valdrían para quedar excento de perseguirme cuando me hubieras besado, y no hay águila ni gavilán, ni ave alguna de rapi­ña que me alcance, por ligera que sea".
"No soy niño, aunque parezco niño, sino más viejo que Satur­no. Yo soy anterior al tiempo todo".
Este extraño muchacho le dijo que lo conocía desde hacía mucho tiempo, que había estado muy cerca de él aunque no lo viera. Que había estado con él cuando estuvo enamorado de Amarilis. Le dijo que él le había dado a Amarilis, esa mujer con la que tuvo hijos. Y también le dijo que hoy cuidaba a Dafnis y Cloe.
Después de esto, salió el muchacho, revoloteando por los ár­boles como un pájaro y saltando de rama en rama, Filetas pudo ver que tenía alas en la espalda y entre las alas un arco para lue­go no ver nada de eso, ni tampoco verlo más a él.
Dafnis y Cloe que escuchan a Filetas, también escucharon que les dijo: "Ahora bien, si no he vivido en balde, si con la edad no he llegado a perder el juicio, yo os declaro hijos míos, que estáis consagrados a Amor y que Amor cuida de vosotros".
Amor es un dios que puede más que Júpiter, dispone los gér­menes de donde todo nace; manda sobre los otros dioses; las flo­res son obra de él. Por la virtud de Amor corren los ríos y los vien­tos suspiran. Aparenta ser un niño, y tal vez lo sea y así aún, su in­fluencia es la de un poderoso dios entre los hombres.
De esta forma, Dafnis y Cloe, escucharon por primera vez el nombre Amor.

Extraño dolor

Dafnis pastoreaba cabras y chivos, Cloe ovejas. Estaban todo el día juntos hasta que, llegada la noche, cada uno se iba a su casa. Du­rante el dia, mientras los animales apacentaban, Cloe, con juncos ha­cía jaulas para cigarras; Dafnis cortaba cañas delgadas, de distinto ta­maño, las pegaba con cera y así armaba un cicus, al cual intentaba sacarle distintos sonidos. A menudo compartían ambos la leche y el vino y se comían juntos la comida que cada uno había traído.

Un día sucedió que Dafnis cayó distraídamente en una tram­pa para lobos que habían hecho justamente para terminar con aquel que les comía a sus animales. Saliendo del pozo fue hasta la fuente de las Ninfas para limpiarse: "...se puso a lavar el cuerpo todo". "Cloe que miraba a Dafnis le halló hermoso y, como hasta allí no había reparado en su hermosura, imaginó que el baño se la prestaba. Cloe lavó luego las espaldas de Dafnis y halló tan suave la piel, que de oculto se tocó ella muchas veces la suya para decidir cuál de los dos la tenía más delicada".
Al otro día, Cloe vio a Dafnis tocando la flauta mientras cuidaba a sus cabras. Y otra vez le pareció hermoso, y pensó que la música lo hermoseaba. Volvió a verlo bañándose y sintió como fuego al verle, y volvió a alabarle, y "fue principio de amor la alabanza".
Cloe empezó a sentir inquietud en el alma, no podía dominar sus ojos y hablaba mucho de Dafnis. No comía de día, velaba de noche y descuidaba sus ovejas. Reía ,y luego o al mismo tiempo lloraba, se dormía y se despertaba sobresaltada. Su rostro se cubría de palidez y luego ardía de rubor. "Nunca se agitó más becerra picada de tábano".
Ella pensaba: "Estoy mala e ignoro mi mal, padezco y no me veo herida, me lamento y no perdí corderillo, me abraso y estoy sentada a la sombra. Mil veces me clavé las espinas de los zorzales y no lloré, me picaron las abejas y pronto quedé sana. Sin duda que esta picadura de ahora llega al corazón y es más cruel que las otras".

Los regalos: artificio y malicia de los amadores

Dorcón era un joven pastor de bueyes que empezó a gustar de Cloe. Viendo que ella no se separaba de Dafnis, para acercarse llegó con regalos para ambos. De a poco iban disminuyendo los regalos para Dafnis y en franco aumento los dirigidos a Cloe. Ignorante, ella, del artificio y malicia de los amadores, tomaba los regalos y se alegraba más aún porque con ellos podía regalar a Dafnis. Pero no tardó mucho hasta que sobrevino la contienda entre Dorcón y Dafnis. Cloe tenía que sentenciar acerca de la hermosura. Ella tenía que decidir quién era el más bello y como premio darle un beso.
Así primero Dorcón y luego Dafnis, fueron exaltando sus atributos y subestimando los de su contrincante. Terminada la exposición de Dafnis, Cloe no supo ya contenerse, "...y movida de la alabanza y más aún del largo anhelo que por besar a Dafnis sentía, se levantó y le besó, beso inocente y sin arte, pero harto poderoso para encenderle el alma".
Dafnis no parecía haber sido besado, sino mordido. Suspiraba con frecuencia, no reprimía la agitación de su pecho; la miraba a Cloe y se ponía rojo como la grana. Parecía salir de la ceguera porque empezó a mirarle cabello, rostro y piel.
¿Qué me hizo el beso de Cloe?, se preguntaba. Sus labios son más suaves que las rosas, su boca más dulce que un panal, y su beso más punzante que el aguijón de las abejas, decía.
Dafnis se daba cuenta que ese beso era diferente a otros besos. "Me falta el aliento, el corazón me palpita, se me derrite el alma, y a pesar de todo, dice, quiero más besos...". "¡Oh, extraña victoria!, ¡Oh dolencia nueva cuyo nombre ignoro!". Dafnis llegó a preguntarse si Cloe no habría tomado veneno antes de besarlo.
Así se quejaba Dafnis, probando los tormentos de Amor por primera vez.

Extraño mal

Correría de ladrones y algaradas de enemigos es lo que también vio Longo en la pintura, esa pintura que lo impulsó a escribir su novela. Así, los días de Dafnis y Cloe corrían también lastimados por robos, agresiones, peleas, esbozos de guerras y ultrajes.
Finalizada una de esas jornadas, nos cuentan que llegada la noche, Dafnis y Cloe se despidieron y se fueron a dormir. La fatiga fue remedio del mal de Amor; pero venido el día, padecieron de nuevo el mismo mal. Se alegraban al verse, les dolía separarse, estaban desazonados, deseaban algo e ignoraban qué. Sólo sabían: él, que, origen de su mal era un beso, y ella, que origen de su mal, era un baño.

Extraño este mal que requiere de un remedio, extraño el remedio que no impide el retorno del dolor.
En una siesta, Cloe queda dormida y Dafnis se puso a "mirarla toda", no se hartaba de mirarla y dijo en voz baja: "¡Cómo duermen sus ojos!., ¡cómo alienta su boca!.. Ni las frutas ni el tomillo huelen mejor...pero no me atrevo a besarla. Su beso pica en el corazón y vuelve loco como miel nueva".
Dafnis tenía el dolor en el corazón como si hubiera tomado ponzoña y su aliento ya era fuerte y agitado, como de alguien a quien persiguen, ya desfallecido, como por el cansancio de la fuga. Cloe le resultaba temible y pensaba que su alma estaba cautiva como todo él lo había estado de piratas..."es que como pequeño que era, ignoraba las piraterías del amor".
Filetas, también podía contar lo que le había producido la entrada de Amor en su cuerpo:"...Yo vi al toro en el celo, y bramaba como picado por tábano, yo vi al macho enamorado de la cabra, y por todas partes la seguía. Yo mismo cuando mozo, amaba a Amarilis, y ni me acordaba de la comida, ni tomaba de beber, ni me entregaba al sueño. Me dolía el alma, me daba brincos el corazón y mi cuerpo languidecía, ya gritaba como si me azotasen, ya callaba como muerto, a veces me arrojaba al río para apagar el fuego en que me quemaba; a veces pedía socorro a Pan, porque amó a Pitis; elogiaba a Eco, porque después de mi, llamaba a Amarilis, o rompía mi flauta porque atraía a mis vacas y a mi Amarilis no la atraía. Ello es que no hay remedio para Amor: ni filtro, ni ensalmo, ni manjar con hechizo, no hay más que besos, abrazos y acostarse juntos desnudos".
Dafnis y Cloe escucharon esto de Filetas. Se besaron y se abrazaron, les dio vergüenza acostarse juntos pero luego lo soñaron. Al día siguiente volvieron a jugar, a besarse y a abrazarse-..."tanto se besaron...". Como Dafnis apretase con mayor violencia, Cloe se cayó sobre un costado, y Dafnis, siguiendo la boca de Cloe para no perder el beso, se cayó también. Reconocieron entonces, en aquella postura la que en sueños habían tenido, y se quedaron así durante mucho tiempo, como si estuvieran atados.
Extraño el mal de Amor; astilla, aguijón, picadura. Agradable el mal de Amor.
Mal que llama a un remedio, remedio que se busca y que se desea, remedio que no está para curar porque el aguijón persiste en su agradable dolor.

Orígenes

El presente texto lo escribí luego de haber leído y disfrutado la novela de Longo: Dafnis y Cloe, o las pastorales. La traducción de Valera me pareció tan bella que usé, a menudo, sus palabras, quedando las mías para el comentario que imponía el desarrollo del trabajo. Del recorte realizado soy plenamente responsable, tomé el sector de la novela que con más insistencia se me impuso y el que decidí transmitir.
La lectura de este trabajo, fue realizada en "El jardín de las delicias", espacio, que como otros hace a "Cuestiones del psicoanálisis". Fue leído en un encuentro de analistas en la ciudad de Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires, un día de otoño del año dos mil tres.