¿quién imaginaría que nuestro inteligente alfabeto continúa
articulando
imágenes de sueño,
tan platónicamente como en una oscura caverna?
Gerard Pommier,
Nacimiento y renacimiento de la escritura (1)
“es del lado de la escritura que se
concentra aquello donde trato de
interrogar acerca del inconsciente
cuando digo que el inconsciente es algo en lo real”.
J. Lacan, Los nombres del padre(2)
Las Sagradas Escrituras nos dicen que antes de ser humana,
la escritura fue divina. Así por ejemplo, en Éxodo podemos leer que “Yahveh,
después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del
Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios”(3), y en
Isaías leemos que Yahveh le dijo: “Toma
una placa grande, escribe en ella con buril…” (4)
Si no concebimos la
actividad de escritura efectiva como obra de un amanuense eterno, ¿cómo se
relaciona el sujeto con la escritura?
El pensamiento evolucionista, edificado sobre la idea de una
infancia de la humanidad, ha especulado largamente acerca de la escritura desde
la perspectiva de estadios, que superándose
unos a otros irían anulando al anterior.
Ese enfoque, que se asienta en considerarla un instrumento de comunicación al alcance de la
mano, una técnica para conservar y
mejorar la transmisión de mensajes, descansa en la concepción del lenguaje como
un código y un recurso de expresión susceptible de ser corregido por la razón,
y ha motivado formidables esfuerzos por salvar la comunicación fabricando un
lenguaje “natural”, universal que
no requiriera traducción y brindara una
descripción exacta del objeto significado, eliminando de cuajo la posibilidad
de la mentira y el error.
Tal intento de remediar el malentendido dando a las palabras
un sentido inmodificable y estableciendo una correspondencia unívoca entre
significante y significado, ¿ no ignora
que fuera de su poder de significación, el significante no significa
nada?.
Presupone también la sumisión del significante al
significado, como si las significaciones fuesen el producto no perecedero de un
sujeto que se representa, se conoce, y se localiza en el acto de conocimiento,
desconociendo lo que el significante determina como división y pérdida de una unidad que siempre se
escabulle.
Si esa quimera fuera posible, ¿no liquidaría el acto propio
de los seres hablantes? Ese ideal ¿es ajeno a la ficción de un pensamiento
independiente del lenguaje y al mito de la creación de la lengua, ese que el
padre del estructuralismo, Ferdinand de Saussure, comenzara a desmontar?: no hay ideas antes
del signo lingüístico y la lengua, que funda la comunidad entre los seres
humanos es increada, no es función del sujeto hablante, asunto que ese sujeto
no tiene necesidad de saber para valerse de ella y menos aún para soportar sus
consecuencias.
Aunque una fenomenología de la escritura sea imposible, o al
menos de escaso interés, cuando nuestros trazos se nos escabullen de modo que
parecieran funcionar caprichosamente, y nos embrollamos al escribir o
tropezamos al leer, las letras nos advierten que están lejos de ser una simple
herramienta para despachar información y que esos embarazos o síntomas, a la
luz del descubrimiento freudiano de lo inconsciente, de lo que dan testimonio es de la presencia de la
sexualidad en las entrañas de la vida anímica humana.
Lo inconsciente escribe, las formaciones de lo inconsciente
presentan una estructura literal que resuena sobre el cuerpo, de modo que
considerarla mero artefacto de comunicación, es comenzar a edificar la casa por
el techo.
Para el sujeto de la
reflexión metafísica, probablemente por
partir de la idea del mundo como totalidad y por juzgar que la actividad
intelectual se origina en un deseo de saber, pudo aparecer como construcción de
signos, elaboración derivada y secundaria respecto de ese signo que sería la
palabra al cual la escritura redoblaría ( hasta “signo de signo”, como señalaba
J. Derrida respecto de Aristóteles, Roussseau y Hegel(5). Pero el lecho en el
cual yace la escritura, no es en el de un deseo de saber sino en el de la
pulsión.
Suspendida de la palabra, el movimiento que traza la
producción de la letra es movimiento pulsional, impulso sentenciado a la
repetición que intenta ceñir el agujero del saber que el concepto de
inconsciente implica.
La escritura está investida de tal manera que se jugará en
ella el conjunto del problema de la representación, en tanto son las pulsiones
las que rigen las posibilidades de dicha representación.
Todo trazo volverá a plantear al sujeto, cada vez, un
interrogante: la represión de su propia imagen. Pommier propone en el texto
arriba mencionado que “la letra se ve, se oye, pero su principal característica
depende de su lugar de origen: la represión y del retorno de lo que se reprimió
del goce del cuerpo”(6). Por qué? Porque ese cuerpo, ese lugar de hospedaje al
que cada quien se ha acomodado como pudo, fue primero hablado, objetivado por
el Otro. Se apropia de la lengua perdiéndose como cuerpo.
El cuerpo soporta ese designio a consecuencia de su
alienación al deseo del Otro; esos yerros cuyo origen ignoramos, son efecto de
la represión que originariamente recae sobre la imagen del cuerpo, la huella
enigmática de un cuerpo perdido.
Entonces, eso reprimido se abre camino bajo una forma literal,
resurge en forma de letra, que una vez producida llama a engendrar otra letra,
sin que la nueva sea más que la primera, y con la misma presencia del
sinsentido.
Comienzan así a establecerse estructuras cuyo carácter
fundamental es la coherencia; añadir una letra a otras ya trazadas no es
escribir y su acople está sometido a normas. Una letra entra en relación con
otra, pero pasa a ser un elemento de una nueva relación posible; un vocablo
nuevo se enlaza con otros elementos de una frase pero también con los que lo
anteceden, y la frase que colabora a componer establece un vínculo con las ya
escritas, de modo que allí donde se prosigue la escritura, no cualquier vocablo
resulta posible.
Un asunto a subrayar es la relación entre escritura y palabra,
¿habría una primacía de la escritura
sobre la palabra? ¿en la palabra se trataría de la vocalización de una archi -
escritura por un sujeto ya constituido que vendría a ubicarse en ella?.
En el seminario “La identificación”, Lacan ubicaba a la escritura
como “función latente al lenguaje mismo” (7) y también señalaba: “…en la raíz
del acto de la palabra hay… un momento donde ella se inserta en una estructura
de lenguaje…(a la cual) trato de circunscribirla…en torno a una temática
que…esté comprendida en la idea de una contemporaneidad original de la
escritura y del lenguaje, y que la escritura es connotación significante, que
la palabra no la crea tanto como la liga”(8).
Pero para la praxis analítica postular la primacía
irreductible y el carácter fundamental de la palabra respecto de la escritura
continua siendo central. Es en la relación con el Otro simbólico que se consuma
y no hay escritura que no remita a la palabra, a una lengua articulada, si bien
no toda escritura guarda con la palabra la misma relación.
Así, ¿cuál es el estatuto de la escritura para la ciencia y
para el psicoanálisis?
La científica es una escritura que por definición debe
quedar abierta. Supone que la relación significante de lo escrito con el Otro
simbólico, no cesa de poder escribirse y siempre es posible agregar otras
articulaciones. Lo posible y lo necesario son las modalidades ordenadoras del
mundo que admite, necesidad que no se clausura nunca y debe expandirse y
proliferar infinitamente.
Para ello, es preciso que el carácter significante de la
letra sea eclipsado drásticamente, borrando al significante y su temporalidad.
Lo escrito no puede ser “hablante”.
A diferencia de la escritura analítica en la cual el sujeto
puede advenir, conduce a la producción de saber sostenida por un sujeto
que debe quedar por fuera, excluido,
reducido positivamente. La letra se hace símbolo y el acto de escritura pasa a
ser una operación que fabrica símbolos a partir de otros símbolos, como
acontece en matemáticas donde el número es el punto de partida de operaciones
al infinito en las cuales el que escribe no aparece sino realizando
operaciones.
Mientras que en la escritura de la ciencia lo simbólico es
lo simbólico de la pura diferencia, en la escritura analítica lo simbólico es
pensado como orden, como el lugar del Otro, de la verdad y no puede cobrar
sentido para un sujeto sin el significante del Nombre-del-Padre y la palabra y
el sujeto que de ello resulta. La pura articulación formal, aquella que
encontramos en la ciencia, no basta para que haya significante.
En el seminario Aún, Lacan señalaba: “La formalización
matemática es nuestra meta, nuestro ideal. ¿Por qué? porque sólo ella es
matema, es decir, transmisible íntegramente. La formalización matemática es
escritura, pero que no subsiste si no empleo para presentarla la lengua que
uso. Esa es la objeción: ninguna formalización de la lengua es transmisible sin
el uso de la lengua misma. A esta formalización, ideal metalenguaje, la hago
ex-sistir por mi decir. Así, lo simbólico no se confunde, ni de lejos, con el
ser, sino que subsiste como ex-sistencia del decir.” (9)
La ciencia nada quiere saber de esa presencia del
significante y de la palabra, lo que torna inútil cualquier proyecto de
metalenguaje. Proseguía Lacan en Aún, “la escritura es pues una huella donde se
lee un efecto de lenguaje. Es lo que ocurre cuando garabatean algo…No es,
empero, metalenguaje, aunque se le pueda hacer cumplir una función que se le
parece. Pero este efecto no deja de ser segundo con respecto al Otro donde el
lenguaje se inscribe como verdad. Pues nada de cuanto podría escribirles en la
pizarra de las fórmulas generales que vinculan, hasta donde hemos llegado, la
energía con la materia, las últimas fórmulas de Einstein, por ejemplo, nada de
eso se mantiene firme, si no lo sostengo con un decir, el de la lengua, y con
una práctica, la de gente que da órdenes en nombre de cierto saber.”(10)
Quizá sea en ese campo, en el de gente que da órdenes en
nombre de cierto saber, que una pura escritura científica, sin palabra ni
sujeto podría tener lugar.
Mientras la escritura de la ciencia se define por la
tentativa de reducir al sujeto que ella supone, la escritura analítica hace
referencia, tiende a hacer advenir el Nombre-del-Padre en lugar de intentar
reducirlo.
Una escritura novedosa, por cuanto desea anotar los límites
de la escritura de la ciencia, en la cual el que escribe es siempre sujeto de
lo que produce, y a la cual cada uno debe rehacer, inventar porque es sujeto de
ella.
septiembre de 2013
Notas bibliográficas
(1) Pommier Gerard, “Nacimiento y renacimiento de la escritura”,
Ed. Nueva Visión, 1996
(2) Lacan Jacques, Seminario XXI “Los desengañados se engañan”,
clase del 21-5-1974
(3) La Biblia , Exodo XXXI, 18
(4) La Biblia, Isaías VIII, 1
(5) Derrida Jacques, De la gramatología, Derrida Jacques, Siglo
XXI, México, 1998, página 24
(6) Pommier Gerard, “Nacimiento y renacimiento de la escritura”,
Ed. Nueva Visión, 1996, página 195
(7) Lacan J., Seminario IX La Identificación, clase del
10-1-1962
(8) Lacan J., idem clase del 17-1-1962
(9) Lacan J., Seminario XX “Aún” , Ed. Paidós, 1981, página 144
(10) Lacan J,. idem, página 1(47