García Lorca |
Nace
en 1898 y muere asesinado en 1936. Desde
pequeño su interés se volcó por las canciones y juegos populares, le atraía la
cultura de los criados y de los jornaleros. García Lorca se manifestaría ya de
adulto en relación a la tristeza y melancolía de las nanas españolas diciendo:
“son las pobres mujeres las que dan a los
hijos ese pan melancólico y son ellas las que lo llevan a las casas
ricas. El niño rico tiene la nana de la mujer pobre…”.
Trabajaré un texto de García Lorca que
cuenta la historia de un viejo-niño-rico, acompañado por su nana.
Es un texto de 1928 cargado de
dramatismo, de una enorme calidad poética, donde trata temas eternos: el amor,
la pasión sexual, la vida y la muerte.
El poeta, hombre jovial y alegre como
pocos, en el momento en que escribe esta
obra, está atravesando una profunda depresión a consecuencia de un desengaño
amoroso. Federico para ese entonces de 29 años estaba enamoradísimo de un joven
de 21 años. “Era Emilio Aladrén, escultor, este pertenecía a un grupo de
jóvenes guapos, que aunque básicamente heterosexuales, no dudan en alas de la
seducción de utilizar ocasionalmente su bisexualidad” (A.Villelena)(*) Para
Federico fue grande la decepción y la traición; cuando Aladrén lo deja… lo deja
por una mujer.
Entonces redacta la farsa AMOR DE DON
PERLIMPLIN CON BELISA EN SU JARDIN.
Se trata de un marido viejo, victima de
una impotencia senil, que contrasta con el ardor de su joven esposa.
Esta obra solo se representó una sola
vez porque fue prohibida por la dictadura de Primo Rivera.
Gracias a la literatura que nos dona
generosamente su letra para que nosotros podamos a través de ella hacer llegar el valor clínico de algo tan
difícil de transmitir como es el enlace entre amor y fantasma.
Voy a abordar, por un lado, la
temática del amor como puesta en escena de un fantasma singular, el de
Perlimplin, personaje central de la obra. Y por otro lado, lo inconmensurable
del encuentro amoroso en un desencuentro, que hace tragedia entre los
participantes, por el no-acoplamiento fantasmático y la no común medida a los goces entre el
hombre y la mujer.
El amor en esta obra cumple la función
de soporte. Pone en acto la disyunción entre amor y sexualidad. El amor no
complementa sino que suplementa, es una producción de verdad de que el dos
opera como uno y uno…no hace el dos…no hace el todo; porque el goce para uno no
es lo mismo que para el otro, cada uno va al amor vía su propio fantasma.
El fantasma hace sostén al deseo que es
falta, esa falta queda inarticulable como tal pero articulada por el fantasma.
El amor no tiene como causa el
objeto a, del deseo. El signo de esas
faltas para gozar, que son mamas, heces, mirada, voz. Entendiendo por signo la
remisión, efecto del funcionamiento significante. Es en esta lógica regida por
la negación que llamamos castración.
El deseo está preso de su causa y todo gira en
torno de la relación del sujeto con el a o sea el fantasma y esos signos hacen
soporte al fantasma del enamorado.
Se ama al otro, al semejante, se desea
al prójimo, en tanto contiene ese vacío llamado agalma. El amor y el deseo no
tratan con el mismo cuerpo, aunque imaginariamente sea el mismo.
Lo imaginario del amor busca lo
fusional, el reencuentro de lo perdido, lo narcisístico.
Lo sexual da cuenta de: la
imposibilidad de escribir la relación sexual.
Pasemos a la obra de Lorca “Amor de Don
Perlimplin con Belisa en su jardín”. Bajo los consejos de su sirvienta,
Perlimplin decide sobre el atardecer de su vida, tiene 50 años, casarse.
(Recordemos que Lorca lo escribe a sus veintitantos años).
Él se había enterado (de niño) que una
mujer había estrangulado a su marido. Efecto traumático de esa escucha que lo
aleja de las mujeres tornándolas peligrosas y asesinas. De ahí su dedicación al
estudio. Jamás ha conocido mujeres; sus libros eran suficientes.
Ese fantasma perdurará. Pantalla de su
horror a la castración.
Ante el pedido de Marcolfa, su nana, de
que se case -ella estaba preocupada por quién lo iba a cuidar cuando muera- él
acepta; se somete a ella. Este es un Perlimplin pusilánime, que no toma
decisiones y está alejado de implicarse en el amor y el deseo.
El asunto es rápidamente concluido por
la madre de Belisa: “él es un buen partido, tiene tierras y dinero. Es rico.”
La madre de Belisa, que no ha conocido
el amor, no escucha a su hija que le
dice: “Pero mamá ¿y yo?”; ella sentencia:“Tú estarás conforme.” La definición
del amor de la madre es la siguiente: Es el dinero el que da la hermosura. Y la
hermosura es codiciada por los demás hombres...
La muchacha que Perlimplin va a desposar parece más capacitada para el amor y el
deseo. Belisa canta desde su balcón “amor, amor, el sol entre mis muslos/ nada
como un pez de oro”.
Cuando Belisa interroga es por el amor.
Si bien “entre sus muslos se abre el sol”, el canto de ella es amor. Amor es lo
que espera, conocer a un joven, el amor de un hombre viril que la desee.
La madre de Belisa y Marcolfa, la nana,
arreglan rápidamente la boda.
Perlimplin cae enamorado de Belisa,
confesándole su amor cuando la vio por
el agujero de la cerradura, al ponerse el vestido de novia. Esa desnudez del
cuerpo de ella le produce deseo, el cuerpo del “otro” es portador del objeto
que hace soporte al fantasma del enamorado. Espiando por esa hendidura hace que
Perlimplin se trasforme en voyeur que goza mirando.
Es allí donde se produce una transformación en este hombre.
Allí en la acción de ver pudo mirar y esa mirada produce en él un acto
fundador, instaura un corte, marca un inicio: advino al amor y al deseo, el amor no es sin la pulsión,
en este caso es la pulsión escópica.
Ya no es el vejete pusilánime, algo le
ha pasado, está determinado en su accionar. Su cuerpo se encarna en hombre y su
voz ya es otra. Lo que ha ocurrido en este franqueamiento es el advenimiento de
él como sujeto; como sujeto deseante.
Perlimplin en este acto fundador toma
la palabra. Por lo tanto el acto es impensable sin la referencia al
significante, que está en relación al falo.
Perlimplim cambia, adviene al amor y se
yergue… fálicamente.
Pero acontece algo. La noche de bodas,
mientras él dormía, cinco hombres que representan las cinco razas de la tierra,
vienen a acostarse con Belisa,
Perlimplin no tardará en darse cuenta del engaño de su mujer.
La concurrencia de la relación con el
otro, el semejante, lo despierta, hace que Perlimplin experimente un amor
hondo, radical, no basta con la mirada.
Lo que estaba dormido ingresa implicándose como una interrogación del sujeto sobre el deseo del Otro; su deseo es un deseo de deseo y un
deseo de reconocimiento de deseo.
Marca de la castración: No existe uno
que escape a la función fálica.
Su herida ante la traición es
inconmensurable. Arma rápidamente una estrategia.
Entonces la pieza de Lorca deviene
puesta en escena que el espectador no comprenderá más que al final. Hay allí un
efecto de “escena sobre la escena”.
Es
en estos momentos que él urde una trama en donde Marcolfa está en otra
posición, toma el lugar de sirviente, es decir, va a acompañar en este pasaje
de su amo a sujeto deseante.
Me pregunto: ¿se convirtió en amo de su
deseo y de su amor?
Perlimplin se disfraza de un joven
amante, con una capa roja y un sombrero con pluma que oculta su rostro y se las
arreglará para que Belisa sienta por él una pasión tan nueva como intensa por
ese joven que él semblantea pasando bajo su balcón, enviándole cartas donde la
elogia.
La carta es la carta de a-muro es
aquello en donde cada uno proyecta su fantasma.
Luego Perlimplin organiza un encuentro
entre ese joven y Belisa, a la noche en el jardín. Un jardín lleno de cipreses
y de naranjos, que son los símbolos del amor y de la muerte.
A la hora de la cita, sorprende a
Belisa esperando al joven y le anuncia que él lo va a matar. Sale. Belisa se
lamenta.
Vuelve el “joven” ocultado en su capa
roja, herido de muerte. Belisa se precipita. El joven se descubre: Belisa
(sorprendida) ve que se trata de Perlimplin.
Pero en el momento en el que “el joven”
se descubre en tanto que Perlimplin, se pone a hablar en tanto joven de la capa
roja.
Dice: “Tu marido acaba de matarme con
este puñal de esmeraldas”.
Es claro aquí el desdoblamiento entre
el joven que habla y el cuerpo del viejo
que muestra la herida fatal. Y, en efecto, lo hiere, y se hiere de
muerte.
Cuando ella se acerca a él desesperada, turbada, no comprende esta división
que Perlimplin pone en escena y es por eso que ella allí sucumbe, que ella realiza
la promesa de Perlimplim: ella la realiza en la medida de su desconocimiento.
El amor conlleva la ignorancia más radical, ignoro que
deseo esa agalma que le supongo al otro.
“El amor pide amor .Lo pide sin cesar. Lo pide, (…) aún, es el nombre propio de
esa falla” (Así, lo define Lacan en el Seminario
XX)(**).
Belisa habiéndolo reconocido se
dirige a aquél que respondía al nombre
de Perlimplin y cuando muere, es la
muerte de su marido que ella llora.
Pero es ahí, donde reside la estrategia de
Perlimplin, él ha acertado su golpe. Es que Belisa, aunque habiéndolo
reconocido y llorando su muerte, se pregunta al mismo tiempo en lo que ha
devenido el joven: “¿Pero donde está el joven de la capa roja? Dios del cielo
¿dónde está él?”
Ella lo va a esperar el resto de su vida, ese joven es el amor
deseado y no alcanzado, el que no cesa de no escribirse. Así plantea
Lorca la concepción del amor total como una reunión imposible, en el que ella
ha sido iniciada.
Es ese agujero de la no
complementariedad irreductible
entre dos, el hombre y la mujer. No hay común medida a sus goces. No hay relación
sexual.
Como le dice Marcolfa (la sirviente): “Belisa
ya eres otra mujer…estás vestida de la sangre glorisima de mi señor”. Belisa
bañada en sangre, ha advenido lorquiana.
Perlinplin puede dormir tranquilo pues
él ha realizado su fantasma: que Belisa le permanezca fiel para la eternidad,
que permanezca fiel a la creación de su imaginación.
A él, en esta “otra” imagen de él, de
la que ella ha caído enamorada, de la que ella va a esperar el retorno.
¿Qué
es la eternidad? Es el tiempo circular, es el tiempo religioso, el de la
totalidad al que no le falta nada, estacionario, estable como una imagen, sin
comienzo ni fin, sin sucesión. Es una duración pura, donde nada ocurre desde
siempre. Todo está allí ya.
A esta imagen, él, le da vida para
la eternidad por su suicidio.
En esta última escena, al mismo tiempo
que Perlimplin “se descubre”, se irrealiza y habla desde otro lugar: aquel del
joven.
Es un desencuentro, Belisa se dirige a aquel que ella ve, pero
fija su amor sobre aquel que ella no ve.
Perlimplin en la oscuridad en la que
vivía, dice: “Antes no podía pensar en las cosas extraordinarias que tiene este
mundo…Me quedaba en las puertas…en cambio ahora…el amor de Belisa me ha dado lo
que yo ignoraba”. Él se baña de luz y de
color en la escena que lo enciende cuando la ve a ella a través del agujero de
la cerradura. El cuerpo de Belisa encontró la llave de su corazón y de su
fantasma. El pasaje al acto da la satisfacción al precio de su propia vida.
Perlimplin está confrontado a esta
imposibilidad de ser amado en el lugar mismo donde él ama. Su mascarada es la
capa, es la vestimenta, la tela es su imagen. Suicidándose,
agrediéndose, apunta a hacer perdurar la imagen como amable. Lo hace por
amor, para que el sacrificio sea un
signo de amor eterno. El pasaje al acto es la estrategia, es la vía que él toma
para hacerse amar eternamente desdoblado, encarnado en otro: ese joven que
Belisa espera.
Perlimplin pasó de estar muerto en vida
a la inmortalidad, en la figura del joven de la capa roja. La muerte viene a
eternizar el amor en su imposibilidad.
Lorca lo que inscribe es cómo
el amor no deja de subrayar la función de la castración porque el amor no deja
de fallar.
Pero para Perlimplin, este objeto que
elige y al que se identifica realmente, es al cadáver, como resto, como a. “Agresión
suicida narcisistica”. Es la escena traumática que él anuncia desde el
comienzo: ser muerto en manos de una mujer, ese es su fantasma masoquista y lo
actúa en la escena amorosa.
Los acontecimientos tienen acción
traumática recién en el segundo tiempo, en el aprés-coup. Tiempo de la traición
de ella al acostarse con otros hombres, esto hace que cobre valor traumático a
ese fantasma. Entonces lo insoportable, lo silencioso, lo que no ha podido ser
evitado: No encuentra otra salida que no sea la de cumplir con lo
fantasmatizado por él, la esquizia del sujeto se pone en juego en el
desdoblamiento, él en tanto mujer se asesina y
es objeto en tanto hombre de lo tan temido: ser asesinado.
Lo tan temido lo mantuvo lejos de las
mujeres, paga con su vida.
Pero sin embargo esta escena del
desdoblamiento no pudo advenir sino bajo la égida de él como sujeto que busca
hacerse real-mente amar en la paradoja de su ausencia para quedar presente
eternamente.
Cierro con palabras de Lorca sobre este
texto “Don Perlimplin, (puede dormir tranquilo) es el hombre menos cornudo del
mundo” No nos olvidemos que fue Federico el que padeció el abandono de su
amado… por una mujer.
Bibliografía
Lacan J.: Seminario XIV, La lógica del fantasma; SeminarioXV, El acto psicoanalítico, Seminario XX, Aún
García Lorca F.: Amor de Don Perlimplin
con Belisa en su jardín.
Porge Erik: El Tiempo Lógico
Lagrotta Zulema: Lo Real, en los fundamentos
del Psicoanálisis.
(*)Federico García Lorca y Emilio Aladrén. Los senderos que se bifurcan, Luis Antonio Villelena
(**) Seminario XX, Clase 1, 21/11/72