En primer lugar, felicito a la Sub-Secretaría de
Salud Mental y Adicciones de la Municipalidad de Merlo por la organización de
esta Jornada, la segunda de una serie que seguro se incrementará, y además agradezco
la posibilidad de estar hoy aquí presentando este trabajo en lo que probablemente
es mi última participación luego de 30
años como profesional de este municipio.
Yendo al
asunto, quiero partir de un expreso reconocimiento de deuda de los siguientes textos:
“Cómo las neurociencias demuestran al
psicoanálisis”, de Gérard Pommier; “Por
qué el psicoanálisis”, de Elisabeth Roudinesco; “El cerebro y el pensamiento”, de Georges Canguilhem; “Sobre la mente de las máquinas y el moterialismo del
inconsciente”, de Héctor López, “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo”, de Jacques-Alain
Miller y la conferencia “Qué es un órgano
del cuerpo”,que Eric Laurent dictó en 2006 en la Facultad de Psicología de
la UBA , la que
puede verse en la Mediateca
de dicha facultad. De esta bibliografía me serví para dar forma a lo que sigue,
lo que es decir que poco de lo que sigue me pertenece, salvo el recorte del
cual debo hacerme cargo. Todos ellos, me han ayudado a leer los textos de los
neurocientíficos que nombro a lo largo de este trabajo, lo cual también
agradezco.
En diciembre
de 1980, Georges Canguilhem ofrecía una conferencia hoy famosa, que se publicó luego
con el título “El cerebro y el pensamiento”, en la que abordaba una cuestión
que en aquél entonces, estaba muy lejos de alcanzar la repercusión que tuvo
después: se trata de la analogía cerebro-computadora.
Georges Canguilhem |
Las primeras
localizaciones afectaban a los desordenes y la memoria de las palabras. Broca y
Charcot confirmaron con sus trabajos sobre la afasia la localización de la
función del lenguaje en los lóbulos anteriores del cerebro. En esa “edad de oro de las localizaciones cerebrales”,
se trazó el primer mapa topográfico del cerebro que posibilitaría luego la
psicocirugía y más tarde la lobotomía.
La
neurofisiología del siglo XIX, atravesada por exploraciones del cerebro con la
corriente eléctrica y deudora de las localizaciones cerebrales forjó así un
esquema conceptual basado en: recepción de estímulos - transmisión y
encauzamiento de signos - elaboración de respuestas - y registro de operaciones,
un diseño que a partir de la electrónica del siglo XX la computadora intenta
imitar.
Alan Turing |
Jean-Pierre
Changeaux por ejemplo, en su libro El hombre neuronal defiende
grandilocuentemente la idea del cuerpo máquina.: "De
ahora en adelante nada se opone, en el plano
teórico, a que las conductas del hombre sean descriptas en términos de
actividades neuronales. ¡Es tiempo de que el hombre neuronal entre en escena”.[3] Pareciera
como si, a su manera siguiera así a George Cabanis, un médico
contemporáneo de la
Revolución Francesa que anunciaba que el cerebro segrega
orgánicamente el pensamiento análogamente a como el hígado segrega la bilis.
Jean-Pierre Changeaux |
Ahora
bien, ¿es el cerebro una computadora, que trabaja como la máquina de Turing? Ninguna
investigación corrobora esa hipótesis. Gérard Pommier en la
obra mencionada muestra que el cerebro no funciona como una
computadora y sus conexiones cerebrales no tienen nada en común. Mientras que dos
computadoras de igual generación tienen
los mismos componentes ensamblados, los elementos de dos
cerebros difieren desde el nacimiento y no se
parecen ni siquiera si son hermanos gemelos. El cerebro de
cada cual es tan único e impredecible como su historia.
Una
cuestión con la que tropezaron todos quienes han
comparado el cerebro con una computadora, es la de si esa
máquina dispone de algún código previo. Si fuera así, ¿quién instala el “software” en ella? Históricamente, el modo de zanjar el asunto
no ha sido otro que invocando a un bagaje innato, desde
Renée Descartes con la glándula pineal a Noam Chomsky con
su teoría de que la gramática de una lengua se localiza en el cerebro.
Pero ¿quién dirige el cerebro? ¿Dónde se
encuentra el centro de mando? ¿En un cúmulo neuronal? ¿En una súper glándula?
¿En la cisura de Rolando?
En
los últimos años ese papel fue adjudicado a los genes, asunto con el cual suele
atiborrarse a la opinión pública a través de los medios de
comunicación presentando el mapa del genoma humano como el centro
de comando general; y también anunciando
casi diariamente el descubrimiento del gen de la psicosis
maníaco-depresiva, del autismo, de la homosexualidad, de la anorexia, de la esquizofrenia, del alcoholismo, etc.
Pero lo más funesto es que así quedan legitimados experimentos que se llevan a
cabo gracias a la colaboración de dudosas estadísticas y auténticas
ratas. Cómo señala Laurent, ¡construyen modelos en base a 30 o 40 mil células
cerebrales de ratas cuando el ser humano tiene más de 85 billones de células!
Eric Laurent |
El
renombrado genetista Richard Lewontin fue uno de quienes recusó en su momento
cualquier papel rector del ADN, el cual no es más que el lugar de ciertas
reacciones químicas y cuenta con moléculas absolutamente inanimadas. Decía
Lewontin: "El ADN
es una molécula muerta entre las menos reactivas, las más químicamente inerte
que exista... No
tiene ninguna capacidad para reproducirse. Muy por el contrario, es producida a
partir de
materiales elementales por una compleja maquinaria celular de proteínas (...).
No sólo el ADN es incapaz de fabricar copias de sí mismo (...), sino que es
incapaz de fabricar cualquier cosa"[4]
Si
los genes no son entonces los culpables,
si cada secuencia genética reacciona de manera diversa según
con que moléculas interactúe, ¿quién dirige a los genes? Algunos
conjeturan sobre la auto-organización del encéfalo. Si
fuera así, ¿de dónde obtendría el
encéfalo el "modelo"?
Canguilhem va al hueso: un
sistema únicamente puede comprender a otro si es más complejo; entonces ¿el cerebro
podrá descifrar sus propios secretos, incluso con la ayuda de la más poderosa
de las computadoras?, ¿será capaz de comprenderse a sí mismo? Y agregaba Canguilhem “una cosa es el cálculo o el tratamiento de
datos según las instrucciones, y otra es la invención de un teorema. Calcular
la trayectoria de un cohete espacial requiere del ordenador. Formular la ley de
la atracción universal es una hazaña que no lo requiere”.
Sí, parece
difícil imaginar a una computadora inventando una función matemática. ¿Les
ocurrirá algún día igual que a Jules-Henri Poincaré? El gran matemático dice
que luego de mucho trabajo poco fructífero con un asunto estaba volviendo a la
ciudad de Caen y “Las peripecias del viaje me hicieron olvidar
mis trabajos matemáticos; y en el instante de poner el pie sobre el estribo, me
asaltó la idea, sin que al parecer me hubiesen preparado para ellos mis
pensamientos anteriores, de que las transformaciones usadas por mí para definir
las funciones fuchsianas eran idénticas a la de la
geometría no euclideana. De vuelta a Caen, con la
mente despejada, comprobé el resultado para descargo de mi conciencia” [5]
El mencionado Changeaux dice también en El hombre neuronal: "Tanto la facultad de gozar como la de sufrir están inscriptas en nuestras neuronas y en nuestras sinapsis…muy a menudo estas señales son péptidos: beber con la angiotensina II, comer con la colecistoquinina, hacer el amor conla LHRH …Algunos
millares de neuronas, un punto
preciso del hipotálamo, deciden en
definitiva el equilibrio enérgico del hombre...y de la perpetuación de la
especie", es que para Changeaux “las Tablas de la Ley están inscriptas en el ADN
y los cromosomas”.
El mencionado Changeaux dice también en El hombre neuronal: "Tanto la facultad de gozar como la de sufrir están inscriptas en nuestras neuronas y en nuestras sinapsis…muy a menudo estas señales son péptidos: beber con la angiotensina II, comer con la colecistoquinina, hacer el amor con
Otro
investigador, Francis Crick se despacha de la siguiente manera:
"nuestras alegrías y nuestras penas, nuestros
recuerdos y nuestras ambiciones, nuestro sentido de una identidad personal y
libre arbitrio no son más que el resultado de vastos conjuntos de neuronas y de sus moléculas
asociadas”
¿Será
entonces que los actos humanos resultan de esas reacciones internas?
¿la amargura tiene su causa en una enzima y no en un
amor desdichado o la muerte de alguien cercano y querido?
Elisabeth Roudinesco |
Elisabeth
Roudinesco escribe: si la causa exclusiva del
suicidio residiera no en una decisión subjetiva, un pasaje
al acto o un contexto histórico, sino en una producción anormal de serotonina
considerada como la causa única del suicidio, ¿qué diría Cleopatra?, ¿y qué
pensaría Sócrates, de borrar en
nombre de la química biológica, el
carácter trágico de un acto como el suicidio?.
Para
Jean-Didier Vincent no hay duda alguna: es entre la prolactina, la luliberina y
la dopamina que acontece lo primordial del deseo[6].
Por
supuesto, no es posible consumar la sexualidad en ausencia de algunas
condiciones fisiológicas, físicas o químicas etc.; pero, ¿esas condiciones son la causa del
deseo? ¿es el deseo un asunto de
hormonas? Como señala irónicamente Pommier: “¿Es la luliberina la que
impone el matrimonio? ¿Y la notamina, la unión libre?... ¿Se encontrará algún día la
hormona del fetiche y el gen del tacón de aguja?” [7]
Podríamos continuar largo rato
recortando aseveraciones como las ya mencionadas. O recorrer los nuevos
y maravillosos procedimientos de diagnóstico por imágenes, que hoy nos muestran
que cuando un bebe ve a su madre su cerebro se
ilumina totalmente, pero si se trata de un desconocido solamente brilla una
parte; también que cuando imaginamos un
gesto las áreas cerebrales relacionadas con él brillan como si hubiera sido
realizado, y si recordamos una escena otra área cerebral
se activa como si estuviéramos percibiéndola.
Pero la
memoria humana dista mucho de la acumulación de datos, que es específico
de las computadoras. Los recuerdos están muy lejos de ser pasivos; no
reproducen el pasado ya que la memoria es creativa y esos recuerdos cambian
según la edad y los acontecimientos vividos. Incluso, registra y
atesora algún hecho para olvidar otro.
¿Cuál es entonces la cuestión con todo
esto? ¿Debemos maldecir, protestar, quejarnos, hablar entre dientes contra esas investigaciones y rechazar sus aportes?
POR SUPUESTO QUE NO!
En primer lugar porque muchas de esas
investigaciones culminan en descubrimientos que eliminan o disminuyen el sufrimiento
y sería de una enorme miopía desconocerlo; como sería también una gran injusticia
no reconocer la acción de medicamentos como la
L. Dopa sobre el Parkinson y la
clorpromazina en la esquizofrenia. El papel de los psicotrópicos es decisivo y no puede discutirse
ni el alivio ni el beneficio que aportan; constituyen un importante progreso y
han contribuido a un cambio notable en el panorama del sufrimiento psíquico,
permitiendo que queden en el olvido tratamientos inútiles y muchas veces
brutales.
Pero si bien la acción de ciertas
drogas puede suprimir un delirio, aliviar la depresión, la angustia y la
ansiedad o evitar un exceso de padecimiento ¿podemos esperar que lo
logrado sobre los síntomas se extienda a la causa de los trastornos?
Todos los trabajos que mencioné al
principio y de los cuales me he servido, identifican claramente esos logros.
Pero... pero... pero…
¡Pero
tomar la condición por la causa es un grave vicio
metodológico! Incluso, ¡es un sueño, el de liberarse de la subjetividad! Ni los
genes determinan al humano ni el cerebro es una computadora cuya codificación está
dictada por ese aparato genético.
Ahora bien, el
desplazamiento es constante: el mediador (condición
necesaria) es propuesto como causa (condición suficiente). Un
error de método que lleva a que, por ejemplo, ¡el
hambre y la sed resulten de un neurotransmisor de la
sensación y no de la falta de agua o de alimento! Esa flaqueza de
método consiste en tomar el medio por la causa, y el órgano de transmisión por
un puesto de mando.
Obvio: sin
actividad cerebral no hay pensamiento, pero ¿se puede afirmar que el cerebro
produce pensamiento solo en función de su actividad química, sin relación con
el contexto social, cultural e histórico en el cual se produce?
En un razonamiento casi sofístico,
plantean que si un gen posibilita la producción de cierta
proteína, y dicha proteína permite la realización de alguna actividad muscular,
esa actividad será
considerada determinada genéticamente. La
subjetividad, la intencionalidad, los afectos, la
motivación, las emociones quedan de lado, dicen, provisoriamente.
Creen incluso posible descubrir la formula química no sólo de la
conciencia, sino también de “la conciencia de la conciencia”.
Pero no todos
proponen tales excesos. Hay otros biólogos, más honestos y menos
fanáticos que mantienen su reticencia a deducir la conciencia de una ciencia
del cerebro, aún si se la fortalece con el recurso de las computadoras. Por
ejemplo Gerald Edelman, neurobiólogo norteamericano y premio Nobel de medicina
quien, además de considerar que el inconsciente freudiano sigue siendo una
noción indispensable para la comprensión de la vida psíquica del hombre, señala
que lo que está en juego en esta moderna mitología cerebral no es otra cosa que
la resistencia de los expertos a su propio inconsciente.[8]
El
organismo es desmontado sin que se plantee la cuestión del sujeto que lo
mora. Las máquinas llamadas inteligentes producen relaciones entre datos
que se les aportó, pero sin poder tomar en cuenta el sentido; para el sujeto,
en cambio, es posible jugar con esos datos, crear, embaucar, inventar, trampear.
Son investigaciones
que relanzan un sueño que la humanidad anheló y urdió desde la antigua Grecia:
el hombre máquina. Tal vez por eso, independientemente de sus descubrimientos,
nada les molesta tanto como el sujeto, y cuando tratan la cuestión del centro
de decisión plantean el problema de tal manera que
impiden resolverlo; como señala Pommier, si existiese una "causa orgánica del
sujeto", ya sea hormonal, genética o cerebral, el sujeto sería objetivado
y así, anulado. Si el término sujeto tiene un sentido, la subjetividad
no es computable ni puede ser programada ni reducida a un sistema
físico-químico.
Esa es la urgencia a
la cual nos enfrentamos hoy: aportar una respuesta a la ferocidad mortífera de una ideología que sueña con reducir el pensamiento
a un mecanismo químico-cerebral y a erradicar la reflexión y la investigación sobre
lo que atormenta de la sexualidad
y de la muerte.
"Un día
-escribe Gerald Edelman-, los profesionales
más importantes de la psicología cognitiva y los neurobiólogos empíricos
más arrogantes comprenderán al fin que fueron víctimas, sin saberlo, de una
estafa intelectual.”
A pesar de la existencia y de los afortunados efectos de algunos mediadores químicos, a pesar de las perspectivas abiertas por algunos descubrimientos en neuroendocrinología, no ha llegado aún el momento para anunciar, a la manera de Cabanis, que el cerebro secreta al pensamiento como el hígado la bilis.
A pesar de la existencia y de los afortunados efectos de algunos mediadores químicos, a pesar de las perspectivas abiertas por algunos descubrimientos en neuroendocrinología, no ha llegado aún el momento para anunciar, a la manera de Cabanis, que el cerebro secreta al pensamiento como el hígado la bilis.
[1] Gall Franz-Joseph, “Anatomía y fisiología del sistema nervioso en general y del cerebro en
particular”, 1810
[2] Un film, “Código Enigma”, del año 2011 narra esa historia de manera
interesante.
[3] Changeaux Jean –Pierre, “El hombre neuronal”, Espasa Calpe,
Madrid, 1986
[4] Lewontin Richard, "The Dream of the Human Genom",
New York
Review of Books, 1992, p. 31-40)., citado por Pommier.
[5] El legado de Henri Poincaré al
siglo XX, Ed. Losada, 1944, página 72
[6] Vincent Jean-Didier, Bivlogie
despassions, Paris, Odile, Jacob, 1999, p. 160, citado por Pommier en obra
citada