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domingo, 4 de enero de 2015

De los padres en el análisis con niños. Rolando Ugena



     En la práctica del psicoanálisis con niños, la cuestión del lugar de los padres es, tal vez, una  de  las  más difíciles y espinosas. Existe por parte del niño, una situación de dependencia efectiva con respecto a ellos, y esto torna imposible ignorar a priori este elemento en el dispositivo analítico,  así como los efectos que de ello pueden derivarse, en cuanto a la dirección  de la cura.

     Son  los  padres  quienes,  por  lo  general, consultan  por  el niño, pagan los honorarios etc., pero su presencia en el análisis del niño, está lejos de ser un hecho accidental o fenoménico;  es un elemento de la estructura y, por lo tanto, imposible de  ser desconocido.

     Todos  los  intentos, por  impedir  su  ingreso  en  la   escena analítica, se mostrarán ineficazes y, a veces, perjudiciales. Independientemente de  lo  que  haga  el  analista, ellos  harán  su irrupción en la cura, si así lo desean; se tomarán un lugar, aún  si no  les  es  dado; aunque  más no sea a través  del  discurso  del niño, estarán presentes. Como lo señalaba Maud Mannoni,
Maud Mannoni
están allí, son  "testigos  de  cargo". Están allí, nos  demandan, y si  esto sucede, es porque algo del orden de la transferencia, está operando.

     Como tampoco proponemos, la sistemática inclusión de los padres en  el  tratamiento del niño, la que en ciertos casos puede resultar hasta inadecuada para la marcha del análisis, el que además ha de llevarse a cabo básicamente con él, el tema promueve entonces, un cúmulo de interrogantes y problemas teóricos ,"técnicos" y éticos, que vuelven a plantearse con  cada caso.

     Decíamos  que son los padres quienes consultan; que lo hagan, sabemos que no necesariamente supone, que haya en juego una demanda verdadera de llevar adelante un análisis.  "En la escuela se  porta mal, la maestra me mandó llamar y me dijo que tengo  que traerlo  al psicólogo ", o "el doctor me dijo que lo trajera, que lo que él tiene es algo psicológico", etc. son frases, que muy a menudo se escuchan, en las entrevistas con los padres. Sin embargo allí están, concurrieron y nos plantean su pregunta  urgente, ¿ud. cree que mi hijo tiene que venir al psicólogo?.

     Interrogación para nada sencilla, por cuanto  entre otros temas, nos reenvía al asunto del síntoma. La problemática del síntoma  en tanto analítico, nos enfrenta a la cuestión, que para poder  considerarlo como tal, es necesario que sea distónico para el YO, no del analista, sino del sujeto, que le produzca displacer, que  se  le  presente  como  un  enigma, para  el cual demandará  interpretación. En el caso del psicoanálisis con niños, se nos plantea entonces, ¿ en quién deberá producirse el enigma, la  conmoción, la fractura narcisística, para que una demanda verdadera, de ser desembarazado del síntoma llegue a formularse ? y  también, ¿ ha de alcanzar incluso, con que el síntoma sea distónico para el niño, el pediatra, la escuela, etc., o será imprescindible, que lo sea además para los padres?                        
   Indudablemente las respuestas a éstos y a tantos otros interrogantes, que la clínica de niños suscita, han de estar condicionadas, por la idea que  el  analista tenga, tanto de los fundamentos teóricos  de  su práctica, como de la ética que es su sustento.

      Esas  ideas  se  han de poner en acto,  ya desde  las  llamadas entrevistas  preliminares. Para corroborarlo, basta con  leer  esos largos inventarios, saturados de fechas, detalles, datos diseminados, entre los cuales se aglutinan cosas como: "¿ y cuándo le sacó los pañales?", "¿ usó chupete?", "¿ fue un niño deseado? ", "  ¿le  dió  el pecho?",  etc.,etc.,etc... Datos que  bien  pueden resultar  de  importancia, pero  en la medida en que  puedan ser situados, dentro  de lo que, como por ejemplo lo  proponen autores como Ricardo Rodulfo, podemos denominar,  el " mito familiar". Es allí, en  ese  mito familiar, definido como  "un   puñado   de significantes dispuestos de cierta manera", organizados al modo de "collage " y que se encarnan "en el cuerpo de la madre" (1;2;3)  que  esos  datos han de tomar o no valor,  para  el  analista  de niños.

     Es por la  importancia de revalorizar esas entrevistas preliminares entonces,  que se torna imprescindible, dedicarlas  a poder empezar a situar, qué lugar en ese mito familiar, se le procura  al  niño que nos traen.  Esto,  es tratar de  ubicar  la cuestión,  más en la vía de una lógica de lo inconsciente, que en la  de  esa otra lógica que es la del Precc., la que tiende a arrastrar, hacia un inventario de síntomas, propio de la semiología médico-psiquiátrica, de la cual el psicoanálisis aún no se ha desprendido, ¿lamentablemente?.

     Para que sea la lógica de lo inconsciente la que se despliegue, y no se vea obturada, la posibilidad  de  formular algo del orden del deseo, es necesario, sabemos, priorizar la escucha analítica, la que  encuentra  sus coordenadas en la estructura edípica y la castración. Si  ésta es nuestra actitud, si damos lugar a que  el deseo se diga, tendremos la posibilidad de encontrar,  en  nuestra experiencia,  toda la florida gama de demandas, que el neurótico es  capaz  de  proponer , incluso en  aquellos sujetos que, supuestamente, por información, posición socio-cultural etc.," no podrían  tener acceso " al análisis.

     Es  que  la posibilidad de llevar adelante un  análisis, depende menos  de la situación social y cultural de un sujeto, que de  su posición  frente  al deseo inconsciente,  y muchas  veces, de  los prejuicios del analista.

     No están esos prejuicios, sólo en las anamnesis; a veces se los encuentra también, en puntos como el del encuadre. Incluso llamado a  menudo "encuadre ideal", encuadre que tendría que ver con los "grados de analizabilidad", encuadre óptimo al que habría  que llegar  y  que  sería  el que indicaría,  un  "mayor  grado  de analizabilidad". ¿No se habla hoy, todavía, de pacientes que "atacan el encuadre", porque "se niegan a recibir la leche calentita", del pecho (bueno) del analista (madre )?. ¿Qué expresa ésto, sino la  demanda  del  analista,  de  que su  paciente  sea  lo menos neurótico  que se pueda, olvidando que el primer derecho que un paciente tiene es el de ser neurótico, y que por eso está  allí ?.

     En el análisis con niños, los ataques suelen darse, se dice, por parte de los padres más que del paciente. Independientemente  de que  en  un caso en particular, algo de esto pueda  suceder, parece más  útil  no  perder de vista, que los  padres se dirigirán al analista en una forma, por lo general, imprevista, repentina, insospechada  y  a  veces, hasta  inoportuna, lo  que  conformará  el movimiento mismo de la transferencia. En ese cuadro, convocarán al analista  a intervenir, generando en él tal vez incertidumbres e incluso angustias, las que podrán entonces moverlo a "utilizar todos los artificios de la técnica", abandonando así,  el  lugar analítico, que se sitúa , en todo caso, en un lugar otro al de la técnica.

     Es  que  dichos artificios técnicos, no alcanzan sin  embargo  a disimular  lo  suficiente,  lo  que  en  ellos  subyace de  una ideología  conductista:  cómo se debe ser padre, cómo se debe  ser madre, cómo se debe ser niño, cómo se debe ser paciente, y cómo se debe ser analista . Por suerte , siempre  hay  niños y padres que rompen los encuadres, con lo que no hacen otra cosa,  la mayoría  de las  veces, de tratar de ayudarnos para que no nos extraviemos , aunque  a veces  se vean obligados a  llegar  hasta extremos serios, en el afán de sacarnos del prejuicio y del error extremos que suelen englobarse en los llamados actings, que si lo que Lacan enseñó es cierto, no son más que un síntoma transitorio que  sin  duda, trata  de advertir al analista,  que  erró  en  el blanco (4).

     Niños  que  "resisten"  entonces, no hablando, no  jugando, no dibujando en la sesión; padres que demandan, cuestionan, seducen, con lo que en el mejor de los casos, mueven a revisar el inventario de síntomas  inicial, diagnóstico incluído, para repensar la  posición del  analista  allí,  una  y  otra  vez,  hasta  hacer  caer  los prejuicios del analista  (o al analista mismo ).

     Algo de una especie similar a lo que antecede, anida también en la  idea  de "devolución".  ¿Devolución de  qué?;  sin  duda,  de aquello que el analista ha "comprendido", anamnésis y psicodiagnóstico  mediante,  del inconsciente del niño,  o de  la pareja  parental, o del "conflicto familiar", y que ha de ser reparatoriamente  devuelto,  para  evitar  que  los  padres "se sientan  vaciados"  por el analista.  Es esa  idea  de  pretender "entender"  y "comprender" la que, precisamente, hará obstáculo  al impedir  escuchar  aquello  que no se entiende,  eso que por  su misma opacidad, habría de conducirnos a lo reprimido; al menos, a sus conexiones.

     Esa noción de devolución,  no es otra cosa que un nombre más de lo IMAGINARIO; otra manera de intentar cumplir con la PROMESA, de cubrir la castración, la del OTRO, y por lo tanto la propia.

     Lo  que  está en juego además, es una concepción  acerca  de  la estructura de lo inconsciente. La Institución de la devolución, es solidaria con entender lo inconsciente, como el contenido latente de  otro  contenido  manifiesto,  al  cual  sólo  sería necesario traducir. Así, se plantea  a  lo  INC.,  como  un  objeto  de conocimiento, sobre el  cual el analista,  maestro  de  símbolos, sabe.

     Con Lacan hemos aprendido, que el analista no es un  traductor; en primer lugar, puesto que lo Inc.  se define como lo evasivo, con un estatuto ético y no óntico, y una característica  central, que es la pulsación temporal  apertura-cierre. En segundo lugar, porque el  analista forma  parte  del concepto mismo de lo  Inc.. Esto, adquiere  mayor importancia aún, en un tiempo en que todo  el mundo interpreta, el pediatra, el periodista, la  directora de la escuela, la "psicóloga social", la televisión y el chofer de taxi.

     Muy  por el contrario,  si se quiere restituir lo más  original del pensamiento freudiano, se torna imprescindible reconocer en lo Inc., una  causa perdida, con lo que se abre la posibilidad de,  en algún efímero instante, ganarla, para volver a perderla inmediatamente, y así indefinidamente.

     Similar posicionamiento al anterior,  será necesario fijar  con respecto  a  las "orientaciones  a  padres", sobre  todo  cuando afincadas en lecturas seudo-analíticas, plantean, lo quieran o no, lo digan o no,  ideales a los que el niño o sus padres, debieran alcanzar, vehiculizando  así un deseo de amo, amo-maestro del  bien hacer, ese que aspira a que todo funcione. Pensadas de ese modo, las orientaciones a padres, no muestran más que el  retorno del annafreudismo, que nunca dejó de estar presente; como lo  señalaba también Maud Mannoni: "Los psicoanalistas de niños, aún están, sin saberlo, fascinados por la pedagogía" (5).

     Esa fascinación, ha permitido "todas las desviaciones de técnica y,  en  particular, la intervención en el plano de lo real, como si fuera un super-educador, un super-padre" (6). Y, sigue Mannoni, "si en la época de Anna Freud nos queríamos pedagogos, en  nuestros días intervienen  las múltiples formas de  reeducación  para, en alguna medida, hacerse cargo  de  alguna manera de la tranquilidad de conciencia del analista" (7).
Melanie Klein


     La mención a Anna Freud,  no es sin razón; sabemos que en ella y en Melanie Klein, se reconocen las que fueron durante décadas, las dos líneas teóricas dominantes en el campo del psicoanálisis con niños. Son conocidas también, las diferencias que existieron entre ambas; para Anna Freud, era necesario establecer una etapa introductoria en el análisis, de características  pedagógicas, debido  a la   incapacidad del niño para establecer una " alianza  terapéutica" , por   ser   inmaduro   y   dependiente. Para ella era  preciso, que  el analista  lograra  ocupar  durante  todo  el análisis, el  lugar  del IDEAL DEL YO infantil, ya que sólo  si  el niño  sentía, que  la autoridad del analista sobrepasaba la de  sus pa dres , iba a estar dispuesto a conceder a este nuevo objeto `amoroso', el lugar más elevado en la vida afectiva.
Anna Freud y Freud

     Anna Freud se  veía  inclinada a esa posición, por pensar, además, que los padres o los educadores, eran   los responsables de la neurosis del niño. Estas ideas annafreudianas, no están exentas  de tener  relación  con  otros prejuicios   teóricos  suyos, como  por  ejemplo,   "que  la  vida emocional infantil es menos complicada y más fácil de  comprender que  la del adulto" (8), su idea acerca del SUPER-YO y las grandes esperanzas en punto a la prevención de las neurosis". Los métodos de  educación, decía A. Freud, internalizados en el desarrollo del niño, para "constituir el SUPER-YO,  habrán de ser indulgentes" (9).

    Toda esa posición de "pedagóga analista", como el mismo Freud la denominó, (10), fue fuertemente cuestionada por Klein. En ocasión de su célebre presentación, en el Simposium sobre análisis  infantil realizado en la Sociedad Psicoanalítica Británica en  1927, Klein respondía  a  la  postura  desarrollada  por  Anna  Freud  en  su "Introducción  a la técnica del análisis de niños", publicado  por ésta  un  año  antes en la ciudad de  Viena,  en  los  siguientes términos: "...es  imposible combinar en la persona del analista la tarea analítica y educativa", "..una actividad efectivamente anula la  otra... lo que debemos hacer con los niños tanto como con los adultos, es...abstenernos de toda influencia educativa directa...querer  solamente  analizar,  y  no desear moldear y  dirigir  la mente" de nuestros pacientes (11).

     Esa  oposición, entre  el  análisis y  la  identificación  a  un ideal, ya  había sido desenmascarada por el mismo Freud, cuando por ejemplo  escribía: "Por más que al analista le tiente  convertirse en  maestro, modelo e ideal de otros; por más que le seduzca  crear seres  a su imágen y semejanza, deberá recordar que no es ésta  su misión  en  el vínculo analítico y que traiciona su deber  si  se deja llevar por tal inclinación. Con ello no hará sino repetir  un error   de   los   padres, que  aplastaron  con  su   influjo   la independencia del niño,  y sólo sustituirá la antigua dependencia por una nueva"(12).

     Posición  sin duda con dificultades para ser  sostenida, ya  que como  el  mismo  Freud  nos  advertía, citando  al  poeta  Anatole France, "cuando  un  hombre  está investido  de  poder, le  resulta difícil  no abusar de él" (13) .

   Para Freud, ese investimiento de poder, proviene de la transferencia. La  señalada  posición de Anna Freud con respecto al analista, no está desconectada de la concepción que ella tenía acerca de la transferencia, en la cual no veía más que "la reproducción  de  una  situación", interpretando  entonces " la relación analítica según el prototipo de la relación  dual(14) es decir de YO a YO, es  decir puramente  imaginaria. Ese punto de vista la lleva a  formular, que en  el análisis  "todo debe ser conducido a partir de la  posición  mediana, moderada, que sería la del YO. Todo parte, para ella de la  educación o de la persuasión del YO " (15).

     Si Lacan fue bastante crítico con las  postulaciones  de  Anna Freud  sobre  el  análisis, no lo fue  menos, aunque  por  otras cuestiones, con  Melanie Klein,  más allá del reconocimiento que  mereció su obra, por  considerarla  como perteneciendo al  campo psicoanalítico : "Cuando Melanie Klein nos dice que los objetos se constituyen mediante juegos de proyecciones, introyecciones, expulsiones, reintroyecciones de los objetos malos; cuando nos dice que el sujeto, quien ha proyectado su sadismo, lo ve retornar desde esos objetos,  y en consecuencia se halla bloqueado por un  temor ansioso, no  sienten ustedes -nos pregunta Lacan- que nos hallamos en el dominio de lo imaginario ?" (16)

     Para  quienes  venimos trabajando a partir de la  enseñanza  de Lacan, la  transferencia  tiene  su pivote en el  Sujeto  supuesto Saber. Este, aparece  como  consecuencia directa de  la  estructura misma de la situación analítica, la que al colocar al analista en posición de oyente, de interprete, genera en  el  analizante  una ficción, que  lo lleva a imaginar que la verdad acerca de lo  que causa su padecimiento, existe ya bajo la forma de un saber que  es detentado por el OTRO, un OTRO a quien también, supone deseante.

     Lo que resultará a partir de la instauración del S.s.S., en su aparición  más frecuente, será el amor, que "como todo amor, sólo es localizable, como Freud nos indica, en el campo del narcisismo. Amar es, esencialmente querer ser amado" (17).

     Que amar es proponerse como amable, reviste la mayor importancia, ya  que  la  transferencia, al  situar de hecho al analista  en  un  lugar muy preciso, aquél definido por  Freud  en "Psicología  de la masas y análisis del yo" (1921) como el de  el IDEAL  DEL  YO, comporta  siempre el riesgo  de  la  sugestión. Por ello, para  que  la  operación  analítica  pueda producirse, será imprescindible que el analista caiga del lugar de idealización en que el sujeto lo sitúa, para lo cual será  necesario que se posicione como objeto  y  no  como sujeto.

     Esa  será  la paradoja crucial,  a la que el analista se verá enfrentado: renunciar a usar un poder proveniente de lo imaginario que  le  es  otorgado  por el neurótico. Freud  lo  decía  así: "el paciente, colocando  al  analista en lugar de su padre  (o  de  su madre)  también  le  confiere el poderío que su SUPER-YO   ejerce sobre  él, pues  estos padres fueron, como  sabemos, el  origen  del SUPER-YO.  El  NUEVO SUPER-YO tiene ahora la ocasión de llevar  a cabo  una  especie de reeducación del neurótico y puede  corregir los  errores cometidos por los padres. Aquí debemos -dice  Freud, y es  lo que me interesa remarcar ahora- EMPERO ADVERTIR, CONTRA  EL ABUSO DE ESTE NUEVO INFLUJO" (18).

     Esta  advertencia que Freud nos hacía en las postrimerías de su vida, evidentemente   desoída   por  su   hija   Anna, no   resulta sorprendente  ni  discordante  con otras indicaciones  del  mismo Freud, cronológicamente anteriores, como la que realizó por ejemplo en  "Consejos  al  médico  en  el  tratamiento  psicoanalítico" (19), donde  afirmaba,  "la ambición pedagógica es tan  inadecuada como la terapéutica".

     La  insistencia freudiana en ese  señalamiento, revela  entonces que  está  en juego una cuestión central en el asunto. Hay  en  el análisis  un  riesgo estructural: el de un deslizamiento hacia la sugestión, por medio de la inyección de ideas, lo que al fin y al cabo, no es más que una técnica para seducir.

     Al deseo de reeducar,  o directamente de educar, incluso por  "el amor", será  preciso que el analista NO CEDA. Y en el análisis  con niños, la  recomendación freudiana necesite, tal vez, ser  remarcada con mayor firmeza, por la frecuencia con que se tiende a situar al analista en el lugar del educador, del pedagógo, del médico, incluso del confesor, es  decir  de  aquél  que  estaría  para  aportar soluciones adaptativas, encaminadas a satisfacer sin cuestionamiento  alguno, la  demanda superyoica de  la  escuela, la sociedad, etc.

     Decimos  eso, sin que en modo alguno apuntemos a desmerecer, tareas como la pedagógica o la educativa, sino más bien para  puntualizar  las  diferencias  entre  esas  prácticas  y la analítica, las que como vimos, aparecen distinguidas ya en Freud  y en  Klein. Pertenecen  a campos que son, en su  esencia, distintos. Y que  tampoco  se  vea  en todo  esto, una  suerte  de  posición "no directiva" del analista; éste, tiene una responsabilidad por cumplir: llevar  a  cabo  un análisis y hacerlo sin  aportar  sus propios  fantasmas. Parafraseando  a Lacan diremos: no  hay  en  el asunto  solamente  lo que el analista quiere hacer de los  padres del  niño; también  hay lo que el analista quiere que  los  padres hagan de él: ¿un consejero?, ¿un confesor?, ¿un super-educador?, ¿un maestro-amo de lo inconsciente, para poder desplegar la COMPULSION A LA INTERPRETACION ?...

     Las variantes posibles pueden ser muchas,pero todas estarán  en función de una cuestión capital:la del deseo del analista,ese que como  lo señalaba Lacan,  en el final de "Del `Trieb' de Freud  y del deseo del psicoanalista", es el que en "último término,opera en el psicoanálisis"( 20).

      Esa  categoría  teórica, deseo del analista, ausente como tal  en las  formulaciones freudianas,es una función que,según Lacan,  es "dada  por  el analizante y que nos reintroduce  en  la  cuestión ética" (21).

      Nos  reintroduce  en  la  cuestión  ética, especialmente  si  no perdemos  de vista que, por lo menos en el campo de la neurosis, lo que el sujeto reclama son líderes, amos, ideales.

     En el análisis con niños, entonces, la respuesta a la demanda de los padres, respuesta que será EN TRANSFERENCIA, ¿desde dónde va a ser  dada?, ¿ desde el lugar del IDEAL, allí desde donde  el sujeto se ve como amable ?,  ¿ o desde ese otro lugar, opuesto  al del  IDEAL, que  es  el del objeto causa del  deseo ?.  Y  cuando decimos  respuesta a la demanda de los padres, somos contestes con que  alguna respuesta será necesario dar,  a fin de mantener una cierta transferencia positiva, que permita la continuación  del trabajo con el niño; pero estamos lejos de pensar en intervenciones que apunten a normativizar o en indicaciones  que ellos  debieran  ejecutar. Se  trata,   en  cambio, de  acoger  sus urgencias, de  recibir sus fantasmas, con lo cual muchas veces  ni siquiera  será necesario explicar nada, interpretar nada, aconsejar nada.

     Por lo demás, cualquier analista puede dar cuenta, sin  demasiada dificultad, de  al menos algún caso,  en que el "simple" hecho  de recibir  y  despejar  la  demanda  de  los  padres, surte  efectos positivos  (en sentido terapéutico), ya sea en el niño (sobre todo si  es  pequeño) o en los padres, por  moverlos  por  ejemplo  a solicitar su propio tratamiento, en especial cuando el síntoma  es el `pre-texto' para pedir ayuda para sí mismos.

      Para  ello,  será imprescindible no completar la demanda de los padres  suspendiendo aceptar demasiado rápidamente al  niño como "paciente", sin  que antes se aclare al menos en lo sustancial, si se  trata de, por ejemplo, un hijo-síntoma. Será preciso  también, si queremos    posibilitar    que   una   historia deseante    se despliegue, tanto  por  parte del niño como de sus padres, que  el analista  no  se rehuse al encuentro con el  deseo inconsciente, hechando  mano a una serie de "artificios técnicos", que no  están más  que enderezados a tranquilizar al analista, con la  seguridad del deber "supuestamente" cumplido. Es que frente a su práctica, al fin y al cabo, el psicoanalista tiene horror (22).

   La cuestión del lugar de los padres entonces, cuestión problemática  a  no  desatender: ni  sistemática  inclusión, en  un espacio  que ha de ser principalmente para el  niño, pero  tampoco exclusión  forzada e incalculada, que  puede desembocar en atascamientos inútiles de la cura. Si en el análisis se  trata, más que de personas reales, de significantes;  si lo que está en juego sobre  todo  son las funciones, paterna, materna, en las  cuales  un sujeto  se  soporta para constituirse como tal, esto en  nada  nos autoriza  para  olvidar, que el padre y la madre de carne y  hueso que  están  allí consultando por el niño, son los padres  que  ese niño tiene, cumplan o  no con las funciones de  tales, sean  más  o menos neuróticos, y hayan deseado más o menos al niño.

     Hay  de  por  medio una noción ética: el respeto al  niño, a  sus padres y a nosotros mismos.

    Llegando ya al final de este trabajo, parece necesario puntualizar que, seguramente son muchas las cuestiones acerca del lugar de los padres en el análisis con niños, que hemos dejado sin examinar  en  la  oportunidad; quizás  sea  ello  un  buen motivo para retomar  el tema en otra ocasión, sin pretender arribar a una posición dogmática, a un final definitivo, sino más bien a esbozar una visión desde un lugar teórico determinado, abandonando sí, ilusiones  eclécticas  que,  por lo general,  es  más  lo  que obturan y taponan,  que lo que aportan para ir esclareciendo esta problemática.



Agosto de 1992




REFERENCIAS

1, 2, 3.  RODULFO RICARDO : "EL NIÑO Y EL SIGNIFICANTE", ED.PAIDOS BS.AS., 1990, página 40, 123, 71.

4. LACAN JACQUES   : "LA  DIRECCION  DE  LA  CURA  Y  LOS PRINCIPIOS DE SU PODER", en ESCRITOS I  ED.SIGLO XXI, 1971, página 231-232.

5, 6, 7.  MANNONI, MAUD: "EL NIÑO RETARDADO Y SU  MADRE",  ED.PAIDOS  BS. AS, 1984, pág.116,117,122.

8, 9.   FREUD ANNA: "EL YO Y LOS MECANISMOS DE DEFENSA", ED. PAIDOS, BS. AS, 1977, pág.48,65.

10. FREUD SIGMUND : EPISTOLARIO II, ED.PLAZA & JANES, ESPAÑA 1976, CARTA A MARIA MONTESSORI ,20-12-1917.

11   KLEIN MELANIE: "SIMPOSIUM SOBRE ANALISIS INFANTIL", OBRAS COMPLETAS, ED. PAIDOS, 1990,TOMO I, pag.175.

12. FREUD SIGMUND: "COMPENDIO DEL PSICOANALISIS", B.NUEVA, 1973, TOMO III, pág. 3398.

13. FREUD SIGMUND : "ANALISIS TERMINABLE E INTERMINABLE", B. NUEVA, 1973, TOMO III, pág.3362.

14. LACAN JACQUES: "EL SEMINARIO. LIBRO I, 1953-54, ED. PAIDOS CAPITULO VI, pág.107/108.

15. LACAN JACQUES  : IDEM, pág. 111.

16. LACAN JACQUES  : IDEM, pág. 120.

17. LACAN JACQUES: "EL SEMINARIO. LIBRO XI, 1964, CAPITULO XIX DE LA INTERPRETACION A LA TRANSFERENCIA, loc.cita .

18. FREUD SIGMUND: "COMPENDIO DEL PSICOANALISIS", B. NUEVA, 1973  T.III, pág. 3398.

19. FREUD S.: "CONSEJOS AL MEDICO EN EL TRATAMIENTO  PSICOANALITICO",  B. NUEVA, T.II. pág. 1659.

20. LACAN J.: "DEL `TRIEB' DE FREUD Y DEL  DESEO  DEL  PSICOANALISTA", en ESCRITOS II,  ED.SIGLO XXI 1971, pág. 390.

21. LACAN J.: "DEL PSICOANALISIS EN SUS RELACIONES CON LA REALIDAD", en INTERVENCIONES Y TEXTOS 2   ED. MANANTIAL, BS. AS., 1988, pág.53 .

22. LACAN J.: Carta al diario "LE MONDE", de París, del  26 de Enero de 1980.