En la práctica del psicoanálisis con
niños, la cuestión del lugar de los
padres es, tal
vez, una de las
más difíciles y espinosas. Existe por parte del niño, una situación de
dependencia efectiva con respecto a ellos, y esto torna imposible ignorar a priori este elemento en el
dispositivo analítico, así como los
efectos que de ello pueden derivarse, en cuanto a la dirección de la cura.
Son los
padres quienes, por lo general, consultan por el
niño, pagan los honorarios etc., pero su
presencia en el análisis del niño, está
lejos de ser un hecho accidental o fenoménico;
es un elemento de la estructura
y, por lo tanto, imposible de ser desconocido.
Todos los
intentos, por impedir su
ingreso en la
escena analítica, se mostrarán
ineficazes y, a veces, perjudiciales.
Independientemente de lo que
haga el analista, ellos harán
su irrupción en la cura, si así lo desean; se tomarán un lugar, aún si no
les es dado; aunque
más no sea a través del discurso
del niño, estarán presentes. Como lo señalaba Maud Mannoni,
están allí,
son "testigos de
cargo". Están allí, nos
demandan, y si
esto sucede, es porque algo del orden de la transferencia, está operando.
Maud Mannoni |
Como tampoco proponemos, la
sistemática inclusión de los padres en
el tratamiento del
niño, la que en ciertos casos puede resultar hasta
inadecuada para la marcha del análisis, el que además ha de llevarse a cabo básicamente
con él, el tema promueve entonces, un cúmulo de interrogantes y problemas
teóricos ,"técnicos" y éticos, que vuelven a plantearse con cada
caso.
Decíamos que son los padres
quienes consultan; que lo hagan, sabemos que no necesariamente
supone, que haya en juego una demanda verdadera de llevar adelante un
análisis. "En la escuela se porta mal, la maestra me mandó llamar y me
dijo que tengo que traerlo al psicólogo ", o "el doctor me dijo que lo trajera, que
lo que él tiene es algo psicológico", etc. son frases, que muy a menudo se escuchan, en
las entrevistas con los padres. Sin embargo allí están, concurrieron y nos
plantean su pregunta urgente, ¿ud. cree
que mi hijo tiene que venir al psicólogo?.
Interrogación para nada sencilla, por cuanto entre otros temas, nos reenvía al asunto del
síntoma. La problemática del síntoma
en tanto analítico, nos enfrenta
a la cuestión, que para poder considerarlo como tal, es necesario que sea
distónico para el YO, no del analista, sino del sujeto, que le produzca displacer, que se
le presente como
un enigma, para el cual demandará interpretación. En
el caso del psicoanálisis con niños, se nos plantea entonces, ¿ en quién deberá producirse el enigma,
la conmoción, la fractura narcisística, para que una
demanda verdadera, de ser
desembarazado del síntoma llegue a formularse ? y también, ¿ ha de alcanzar incluso, con que el síntoma sea distónico para el niño, el pediatra, la escuela, etc., o será imprescindible, que lo sea además para
los padres?
Indudablemente las respuestas a éstos y a tantos otros interrogantes, que la clínica de niños suscita, han de estar condicionadas, por la idea que el analista tenga, tanto de los fundamentos teóricos de su práctica, como de la ética que es su sustento.
Indudablemente las respuestas a éstos y a tantos otros interrogantes, que la clínica de niños suscita, han de estar condicionadas, por la idea que el analista tenga, tanto de los fundamentos teóricos de su práctica, como de la ética que es su sustento.
Esas ideas
se han de poner en acto, ya desde
las llamadas entrevistas preliminares. Para corroborarlo, basta
con leer
esos largos inventarios,
saturados de fechas, detalles, datos diseminados, entre los cuales se
aglutinan cosas como: "¿ y cuándo le sacó los pañales?", "¿ usó
chupete?", "¿ fue un niño deseado? ", " ¿le
dió el pecho?", etc.,etc.,etc... Datos que bien
pueden resultar de importancia, pero en la medida en que
puedan ser situados, dentro de lo que, como por ejemplo lo proponen autores como Ricardo Rodulfo, podemos denominar, el " mito familiar". Es allí, en ese mito familiar, definido como
"un puñado de significantes dispuestos de cierta manera", organizados al modo de "collage " y que se encarnan "en
el cuerpo de la madre" (1;2;3)
que esos datos han de tomar o no valor, para
el analista de niños.
Es por
la importancia de
revalorizar esas entrevistas preliminares entonces, que se torna imprescindible, dedicarlas a poder empezar a situar, qué lugar en ese
mito familiar, se le procura
al niño que nos traen. Esto,
es tratar de ubicar la cuestión,
más en la vía de una lógica de lo inconsciente, que en la de esa
otra lógica que es la del Precc., la que tiende a arrastrar, hacia un inventario de síntomas, propio de la semiología
médico-psiquiátrica, de la cual el psicoanálisis aún no se
ha desprendido, ¿lamentablemente?.
Para que sea la lógica de lo
inconsciente la que se despliegue, y no se vea obturada, la posibilidad de
formular algo del orden del deseo, es necesario, sabemos, priorizar la
escucha analítica, la que encuentra sus coordenadas en la estructura edípica y la
castración. Si ésta es nuestra actitud, si damos lugar a
que el deseo se diga, tendremos la
posibilidad de encontrar, en nuestra experiencia, toda la florida gama de demandas, que el neurótico es capaz
de proponer , incluso en aquellos sujetos que, supuestamente, por información, posición
socio-cultural etc.," no podrían
tener acceso " al análisis.
Es que la
posibilidad de llevar adelante un
análisis, depende menos de la
situación social y cultural de un sujeto, que de su posición
frente al deseo
inconsciente, y muchas veces, de
los prejuicios del analista.
No están esos prejuicios, sólo en
las anamnesis; a veces se los encuentra también, en puntos como el del encuadre. Incluso llamado a menudo "encuadre ideal", encuadre
que tendría que ver con los
"grados de analizabilidad", encuadre óptimo al
que habría que llegar y
que sería el que indicaría, un
"mayor grado de analizabilidad". ¿No se habla hoy,
todavía, de pacientes que "atacan el encuadre", porque "se
niegan a recibir la leche calentita", del pecho (bueno) del
analista (madre )?. ¿Qué expresa ésto, sino la
demanda del analista,
de que su paciente
sea lo menos neurótico que se pueda, olvidando que el primer derecho
que un paciente tiene es el de ser neurótico, y que por eso está allí ?.
En el análisis con niños, los
ataques suelen darse, se dice, por parte de los padres más que del paciente.
Independientemente de que en un
caso en particular, algo de esto pueda
suceder, parece más útil no perder
de vista, que los padres se dirigirán al analista en una
forma, por lo general, imprevista, repentina, insospechada y
a veces, hasta inoportuna, lo que
conformará el movimiento mismo
de la transferencia. En ese cuadro, convocarán al analista a intervenir, generando en él tal vez incertidumbres e incluso angustias, las que podrán entonces moverlo a "utilizar todos los artificios de la técnica", abandonando así, el
lugar analítico, que se sitúa , en todo caso, en un lugar otro al de la
técnica.
Es que
dichos artificios técnicos, no alcanzan sin embargo
a disimular lo suficiente,
lo que en
ellos subyace de una
ideología conductista: cómo se debe ser padre, cómo se debe ser madre, cómo se debe ser niño, cómo se
debe ser paciente, y cómo se debe ser analista . Por suerte , siempre hay
niños y padres que rompen los
encuadres, con lo que no hacen otra cosa,
la mayoría de las veces,
de tratar de ayudarnos para que no nos extraviemos , aunque a
veces se vean obligados a llegar
hasta extremos serios, en el afán de sacarnos del prejuicio y del error
extremos que suelen englobarse en los llamados actings, que si lo que Lacan
enseñó es cierto, no son más que un síntoma transitorio que sin
duda, trata de advertir al
analista, que erró
en el blanco (4).
Niños que
"resisten"
entonces, no hablando, no
jugando, no dibujando en la sesión; padres que demandan, cuestionan,
seducen, con lo que en el mejor de los casos, mueven a revisar el inventario de
síntomas inicial, diagnóstico incluído,
para repensar la posición del analista
allí, una y
otra vez, hasta
hacer caer los prejuicios del analista (o al analista mismo ).
Algo de una especie similar a lo
que antecede, anida también en la
idea de "devolución". ¿Devolución de qué?;
sin duda, de aquello que el analista ha "comprendido", anamnésis y psicodiagnóstico mediante, del inconsciente del niño, o de
la pareja parental, o del
"conflicto familiar", y que ha
de ser reparatoriamente devuelto,
para evitar que
los padres "se sientan vaciados" por el analista. Es esa
idea de pretender "entender" y "comprender" la que,
precisamente, hará obstáculo al
impedir escuchar aquello
que no se entiende, eso que por su misma opacidad, habría de conducirnos a lo
reprimido; al menos, a sus conexiones.
Esa noción de devolución, no es otra cosa que un nombre más de lo IMAGINARIO; otra manera de intentar cumplir
con la PROMESA, de cubrir la castración, la del OTRO, y por lo tanto la propia.
Lo que
está en juego además, es una concepción
acerca de la estructura de lo inconsciente. La
Institución de la devolución, es solidaria con entender lo inconsciente, como
el contenido latente de otro contenido
manifiesto, al cual
sólo sería necesario traducir.
Así, se plantea
a lo INC., como un objeto
de conocimiento, sobre el cual el analista, maestro
de símbolos, sabe.
Con Lacan hemos aprendido, que el
analista no es un traductor; en primer
lugar, puesto que lo Inc. se define como
lo evasivo, con un estatuto ético y no óntico, y una característica central, que
es la pulsación temporal
apertura-cierre. En segundo lugar, porque el analista forma parte
del concepto mismo de lo Inc.. Esto, adquiere mayor importancia aún, en un tiempo en que
todo el mundo interpreta, el pediatra, el
periodista, la directora de la escuela,
la "psicóloga social", la televisión y el chofer de taxi.
Muy por el contrario, si se quiere restituir lo más original del pensamiento freudiano, se torna
imprescindible reconocer en lo Inc., una
causa perdida, con lo que se abre la posibilidad de, en algún efímero instante, ganarla,
para volver a perderla inmediatamente, y así indefinidamente.
Similar posicionamiento al
anterior, será necesario fijar con respecto
a las "orientaciones a
padres", sobre todo cuando afincadas en lecturas seudo-analíticas,
plantean, lo quieran o no, lo digan o no,
ideales a los que el niño o sus padres, debieran alcanzar, vehiculizando
así un deseo de amo, amo-maestro del
bien hacer, ese que aspira a que todo funcione. Pensadas de ese modo,
las orientaciones a padres, no muestran más que el
retorno del annafreudismo,
que nunca dejó de estar presente; como
lo señalaba también Maud Mannoni:
"Los psicoanalistas de niños, aún están, sin saberlo, fascinados por la
pedagogía" (5).
Esa fascinación, ha permitido
"todas las desviaciones de técnica y,
en particular, la intervención en
el plano de lo real, como si fuera un super-educador, un super-padre" (6).
Y, sigue Mannoni, "si en la época de Anna Freud nos queríamos pedagogos, en nuestros días
intervienen las múltiples formas de reeducación
para, en alguna medida, hacerse cargo
de alguna manera de la tranquilidad
de conciencia del analista" (7).
Melanie Klein |
La mención a Anna Freud, no es sin razón; sabemos que en ella y en Melanie Klein, se reconocen las que fueron durante décadas, las dos líneas teóricas dominantes en el campo del psicoanálisis con niños. Son conocidas también, las diferencias que existieron entre ambas; para Anna Freud, era necesario establecer una etapa introductoria en el análisis, de características pedagógicas, debido a la incapacidad del niño para establecer una " alianza terapéutica" , por ser inmaduro y dependiente. Para ella era preciso, que el analista lograra ocupar durante todo el análisis, el lugar del IDEAL DEL YO infantil, ya que sólo si el niño sentía, que la autoridad del analista sobrepasaba la de sus pa dres , iba a estar dispuesto a conceder a este nuevo objeto `amoroso', el lugar más elevado en la vida afectiva.
Anna Freud y Freud |
Anna Freud se veía inclinada a esa posición, por pensar, además, que los padres o los
educadores, eran los
responsables de la neurosis del niño. Estas ideas annafreudianas, no están exentas de tener relación
con otros prejuicios teóricos
suyos, como por ejemplo,
"que la vida emocional infantil es menos complicada y
más fácil de comprender que la del adulto" (8), su idea acerca del
SUPER-YO y las grandes esperanzas en punto a la prevención de las
neurosis". Los métodos de
educación, decía A. Freud, internalizados en el desarrollo del niño, para "constituir el SUPER-YO, habrán de ser indulgentes" (9).
Toda esa posición de
"pedagóga analista", como el mismo Freud la denominó, (10), fue
fuertemente cuestionada por Klein. En ocasión de su célebre presentación, en el Simposium sobre
análisis infantil realizado en la Sociedad Psicoanalítica Británica
en 1927, Klein respondía a la postura
desarrollada por Anna
Freud en su "Introducción a la técnica del análisis de niños",
publicado por ésta un
año antes en la ciudad de Viena,
en los siguientes términos: "...es imposible combinar en la persona del analista
la tarea analítica y educativa", "..una actividad efectivamente anula
la otra... lo que debemos hacer con los
niños tanto como con los adultos,
es...abstenernos de toda influencia educativa directa...querer solamente analizar,
y no desear moldear y dirigir
la mente" de nuestros pacientes (11).
Esa oposición, entre el
análisis y la identificación a un
ideal, ya había sido desenmascarada por
el mismo Freud, cuando por ejemplo
escribía: "Por más que al analista le tiente convertirse en maestro, modelo e ideal de otros; por más que
le seduzca crear seres a su imágen y semejanza, deberá recordar que
no es ésta su misión en el
vínculo analítico y que traiciona su deber
si se deja llevar por tal
inclinación. Con ello no hará sino repetir
un error de los
padres, que aplastaron con su influjo
la independencia del niño, y sólo
sustituirá la antigua dependencia por una nueva"(12).
Posición sin duda con dificultades para ser sostenida, ya
que como el mismo
Freud nos advertía, citando al
poeta Anatole France,
"cuando un hombre
está investido de poder, le
resulta difícil no abusar de
él" (13) .
Para Freud, ese investimiento de poder, proviene de la transferencia. La señalada
posición de Anna Freud con respecto al analista, no está desconectada de
la concepción que ella tenía acerca de la transferencia, en la cual no veía más que "la reproducción de
una situación", interpretando entonces " la relación analítica según
el prototipo de la relación
dual" (14) es decir de YO a
YO, es decir puramente imaginaria. Ese punto de vista la lleva
a formular, que en el análisis
"todo debe ser conducido a partir de la posición
mediana, moderada, que sería la del YO. Todo parte, para ella de la educación o de la persuasión del YO "
(15).
Si Lacan fue bastante crítico con
las postulaciones de
Anna Freud sobre el
análisis, no lo fue menos,
aunque por otras cuestiones, con Melanie Klein, más allá del reconocimiento que mereció su obra, por considerarla
como perteneciendo al campo
psicoanalítico : "Cuando Melanie Klein nos dice que los objetos se
constituyen mediante juegos de proyecciones, introyecciones, expulsiones,
reintroyecciones de los objetos malos; cuando nos dice que el sujeto, quien ha
proyectado su sadismo, lo ve retornar desde esos objetos, y en consecuencia se halla bloqueado por un temor ansioso, no sienten ustedes -nos pregunta Lacan- que nos
hallamos en el dominio de lo imaginario ?" (16)
Para quienes
venimos trabajando a partir de la
enseñanza de Lacan, la transferencia
tiene su pivote en el Sujeto
supuesto Saber. Este, aparece como consecuencia directa de la
estructura misma de la situación analítica, la que al colocar al
analista en posición de oyente, de interprete, genera en el
analizante una ficción, que lo lleva a imaginar que la verdad acerca de lo que causa su padecimiento, existe ya bajo la
forma de un saber que es detentado por
el OTRO, un OTRO a quien también, supone deseante.
Lo que resultará a partir de la instauración del
S.s.S., en su aparición más frecuente,
será el amor, que "como todo amor, sólo es localizable, como Freud nos
indica, en el campo del narcisismo. Amar es, esencialmente querer ser
amado" (17).
Que amar es proponerse como amable, reviste la mayor importancia, ya que
la transferencia, al situar
de hecho al analista
en un lugar muy preciso, aquél definido por Freud
en "Psicología de la masas y
análisis del yo" (1921) como el de
el IDEAL DEL YO, comporta
siempre el riesgo de la
sugestión. Por ello, para que la
operación analítica pueda producirse, será imprescindible que el analista caiga del lugar de
idealización en que el sujeto lo sitúa, para lo cual será necesario que se posicione como objeto y
no como sujeto.
Esa será
la paradoja crucial, a la que el
analista se verá enfrentado: renunciar a usar un poder
proveniente de lo imaginario que le es otorgado por el neurótico. Freud lo
decía así: "el paciente,
colocando al analista en lugar de su padre (o
de su madre) también
le confiere el poderío que su
SUPER-YO ejerce sobre él, pues
estos padres fueron, como
sabemos, el origen del SUPER-YO.
El NUEVO SUPER-YO tiene ahora la
ocasión de llevar a cabo una
especie de reeducación del neurótico y puede corregir los
errores cometidos por los padres. Aquí debemos -dice Freud, y es
lo que me interesa remarcar ahora- EMPERO ADVERTIR, CONTRA EL ABUSO DE ESTE NUEVO INFLUJO" (18).
Esta advertencia que Freud nos hacía en las
postrimerías de su vida, evidentemente
desoída por su
hija Anna, no resulta sorprendente ni
discordante con otras
indicaciones del mismo Freud, cronológicamente anteriores,
como la que realizó por ejemplo en
"Consejos al médico
en el tratamiento
psicoanalítico" (19), donde
afirmaba, "la ambición
pedagógica es tan inadecuada como la
terapéutica".
La insistencia freudiana en ese señalamiento, revela entonces que
está en juego una cuestión
central en el asunto. Hay en el análisis
un riesgo estructural:
el de un deslizamiento hacia la
sugestión, por medio de la inyección de ideas, lo que al fin y al cabo, no es
más que una técnica para seducir.
Al deseo de reeducar, o directamente de educar, incluso por "el amor", será preciso que el analista NO CEDA. Y en el
análisis con niños, la recomendación freudiana necesite, tal vez,
ser remarcada con mayor firmeza, por la
frecuencia con que se tiende a situar al analista en el lugar del educador, del
pedagógo, del médico, incluso del confesor, es decir de
aquél que estaría
para aportar soluciones
adaptativas, encaminadas a satisfacer sin cuestionamiento alguno, la
demanda superyoica de la escuela, la sociedad, etc.
Decimos eso, sin que en modo alguno apuntemos a desmerecer, tareas como la pedagógica o
la educativa, sino más bien para
puntualizar las diferencias
entre esas prácticas
y la analítica, las que como vimos, aparecen distinguidas ya en
Freud y en Klein. Pertenecen a campos que son, en su esencia, distintos. Y que tampoco
se vea en todo
esto, una suerte de
posición "no directiva" del analista; éste, tiene una responsabilidad por cumplir: llevar a
cabo un análisis y hacerlo sin aportar sus propios
fantasmas. Parafraseando a Lacan
diremos: no hay en el
asunto solamente lo que el analista quiere hacer de los padres del
niño; también hay lo que el
analista quiere que los padres hagan de él: ¿un consejero?, ¿un
confesor?, ¿un super-educador?, ¿un maestro-amo de lo inconsciente, para poder
desplegar la COMPULSION A LA INTERPRETACION ?...
Las variantes posibles pueden ser
muchas,pero todas estarán en función de una
cuestión capital:la del deseo del analista,ese que como lo señalaba Lacan, en el final de "Del `Trieb' de
Freud y del deseo del psicoanalista", es el que en "último término,opera en el
psicoanálisis"( 20).
Esa categoría
teórica, deseo del analista, ausente como tal en las
formulaciones freudianas,es una función que,según Lacan, es "dada
por el analizante y que nos
reintroduce en la
cuestión ética" (21).
Nos reintroduce
en la cuestión
ética, especialmente si no perdemos
de vista que, por lo menos en el campo de la neurosis, lo que el sujeto
reclama son líderes, amos, ideales.
En el análisis con niños,
entonces, la respuesta a la demanda de los padres, respuesta que será EN
TRANSFERENCIA, ¿desde dónde va a ser
dada?, ¿ desde el lugar del
IDEAL, allí desde donde
el sujeto se ve como amable ?, ¿
o desde ese otro lugar, opuesto al
del IDEAL, que es el
del objeto causa del deseo ?. Y
cuando decimos respuesta a la
demanda de los padres, somos contestes con que
alguna respuesta será necesario dar,
a fin de mantener una cierta transferencia positiva, que permita la continuación del trabajo con
el niño; pero estamos lejos de pensar en intervenciones que apunten a
normativizar o en indicaciones que
ellos debieran ejecutar. Se
trata, en cambio, de
acoger sus urgencias, de recibir sus fantasmas, con lo cual
muchas veces ni siquiera
será necesario explicar nada, interpretar nada, aconsejar nada.
Por lo demás, cualquier analista
puede dar cuenta, sin demasiada
dificultad, de al menos algún caso, en que el "simple" hecho de recibir
y despejar la
demanda de los
padres, surte efectos
positivos (en sentido terapéutico), ya
sea en el niño (sobre todo si es pequeño) o en los padres, por moverlos
por ejemplo a solicitar su propio tratamiento, en
especial cuando el síntoma es el
`pre-texto' para pedir ayuda para sí mismos.
Para ello,
será imprescindible no completar la demanda de los padres suspendiendo aceptar demasiado rápidamente al niño como "paciente", sin
que antes se aclare al menos en lo
sustancial, si se trata de, por
ejemplo, un hijo-síntoma. Será preciso
también, si queremos
posibilitar que una
historia deseante se despliegue, tanto por
parte del niño como de sus padres, que el analista no se
rehuse al encuentro con el deseo inconsciente, hechando mano a una serie de "artificios
técnicos", que no están más que enderezados a tranquilizar al analista,
con la seguridad del deber
"supuestamente" cumplido. Es que frente a su práctica, al fin y al
cabo, el psicoanalista tiene horror (22).
La cuestión del lugar de los padres entonces, cuestión problemática
a no desatender: ni sistemática
inclusión, en un espacio que ha de ser principalmente para el niño, pero
tampoco exclusión forzada e incalculada, que puede desembocar en atascamientos inútiles de la cura. Si en el análisis se trata, más que de personas reales, de
significantes; si lo que está en juego
sobre todo son las funciones, paterna, materna, en
las cuales un sujeto
se soporta para constituirse como
tal, esto en nada nos autoriza
para olvidar, que el padre y la
madre de carne y hueso que están
allí consultando por el niño, son los padres que
ese niño tiene, cumplan o no con
las funciones de tales, sean más o
menos neuróticos, y hayan deseado más o menos al niño.
Hay de
por medio una noción ética: el
respeto al niño, a sus padres y a nosotros mismos.
Llegando ya al final de este trabajo, parece necesario puntualizar que, seguramente son
muchas las cuestiones acerca del lugar de los padres en el análisis con niños,
que hemos dejado sin examinar en la
oportunidad; quizás sea ello
un buen motivo para retomar el tema en otra ocasión, sin pretender
arribar a una posición dogmática, a un final definitivo, sino más bien a
esbozar una visión desde un lugar teórico determinado, abandonando sí, ilusiones
eclécticas que, por lo general, es
más lo que obturan y taponan, que lo que aportan para ir esclareciendo esta
problemática.
Agosto de 1992
REFERENCIAS
1, 2, 3. RODULFO RICARDO : "EL NIÑO Y EL
SIGNIFICANTE", ED.PAIDOS BS.AS., 1990, página 40, 123, 71.
4. LACAN JACQUES : "LA
DIRECCION DE LA
CURA Y LOS PRINCIPIOS DE SU PODER", en ESCRITOS
I ED.SIGLO XXI, 1971, página 231-232.
5, 6, 7. MANNONI, MAUD: "EL NIÑO RETARDADO Y
SU MADRE", ED.PAIDOS
BS. AS, 1984, pág.116,117,122.
8, 9. FREUD ANNA: "EL YO Y LOS MECANISMOS DE
DEFENSA", ED. PAIDOS, BS. AS, 1977, pág.48,65.
10. FREUD SIGMUND : EPISTOLARIO
II, ED.PLAZA & JANES, ESPAÑA 1976, CARTA A MARIA MONTESSORI ,20-12-1917.
11 KLEIN MELANIE: "SIMPOSIUM SOBRE
ANALISIS INFANTIL", OBRAS COMPLETAS, ED. PAIDOS, 1990,TOMO I, pag.175.
12. FREUD SIGMUND:
"COMPENDIO DEL PSICOANALISIS", B.NUEVA, 1973, TOMO III, pág. 3398.
13. FREUD SIGMUND :
"ANALISIS TERMINABLE E INTERMINABLE", B. NUEVA, 1973, TOMO III,
pág.3362.
14. LACAN JACQUES: "EL
SEMINARIO. LIBRO I, 1953-54, ED. PAIDOS CAPITULO VI,
pág.107/108.
15. LACAN JACQUES : IDEM, pág. 111.
16. LACAN JACQUES : IDEM, pág. 120.
17. LACAN JACQUES: "EL SEMINARIO. LIBRO XI, 1964,
CAPITULO XIX DE LA INTERPRETACION A LA TRANSFERENCIA, loc.cita .
18. FREUD SIGMUND:
"COMPENDIO DEL PSICOANALISIS", B. NUEVA, 1973 T.III, pág. 3398.
19. FREUD S.: "CONSEJOS
AL MEDICO EN EL TRATAMIENTO PSICOANALITICO", B. NUEVA, T.II. pág. 1659.
20. LACAN J.: "DEL
`TRIEB' DE FREUD Y DEL DESEO DEL PSICOANALISTA",
en ESCRITOS II, ED.SIGLO XXI 1971, pág.
390.
21. LACAN J.: "DEL PSICOANALISIS EN
SUS RELACIONES CON LA REALIDAD", en INTERVENCIONES Y TEXTOS 2 ED. MANANTIAL, BS. AS., 1988, pág.53 .
22. LACAN J.: Carta al
diario "LE MONDE", de París, del
26 de Enero de 1980.