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sábado, 29 de noviembre de 2014

viernes, 28 de noviembre de 2014

El tiempo del trauma. Rolando Ugena



    En un trabajo anterior, hacíamos referencia a cierta función orientadora que la noción de trauma cumplió en la obra de Freud, instrumento conceptual que a modo de brújula, encaminó su pesquisa desde los “Estudios sobre la histeria” hasta “Moisés y la religión monoteísta”. Hoy, en el ensayo de trasmitir algo de un recorrido de lectura, me parece interesante tratar de situar algunas cuestiones acerca del trauma y del tiempo.


En “Moisés y...”, ya en los finales de su vida, Freud presenta el trauma como aquellas “experiencias somáticas o percepciones sensoriales, por lo general visuales o auditivas” que por su “ocurrencia precoz en el curso de los primeros cinco años”, su contenido de índole “sexual-agresivo” y por haber sido “completamente olvidadas”, es decir reprimidas, devienen como tales. (1) La huella de esas tempranas vivencias siempre se conserva, “el individuo jamás deja de conocer los hechos olvidados...lo olvidado no está extinguido, sino sólo reprimido; sus huellas subsisten en plena lozanía...” (2)
La interpretación de los sueños, Freud


       La referencia a cómo algo puede ser olvidado y sin embargo brotar de nuevo al cabo de cierto tiempo, vuelve a exponer uno de los pilares de la teoría freudiana, ese que señala que los procesos del sistema inconsciente no sufren el desgaste del tiempo, son atemporales, como lo postulaba ya en la Interpretación de los sueños, en cuyo último párrafo dice: “el sueño nos revela el pasado...procede de él en todos sentidos...[y]la antigua creencia de que el sueño nos muestra el porvenir no carece por completo de verdad. Representándonos un deseo como realizado, nos lleva realmente al porvenir...porvenir que el soñador toma como presente [pero que]está formado por el deseo indestructible conforme al modelo de dicho pasado”(3).
Albert Einstein

      Esa afirmación, poco menos que escandalosa, escrita en tiempos en los que Jacques Lacan (1901-1981) tenía un año de vida y Albert Einstein (1879-1955) apenas pasaba los veinte y probablemente aún ni soñaba con la relatividad, no es menos perturbadora que aquella otra que nos ubica ante otro de los puntos nodales de la doctrina freudiana, la noción de “posterioridad” (Nachträglichkeit) la cual señala que la dimensión de la temporalidad y causalidad propia de lo psíquico consiste en que ciertas huellas mnémicas pueden no adquirir todo su sentido y su eficacia en forma inmediata, sino en un momento posterior. Es a partir de este esquema que para Freud hay que concebir, la mayoría de las veces, el trauma: los acontecimientos tienen una acción traumática recién en un segundo tiempo, luego que el sujeto hubo de alcanzar la “madurez sexual”.

      Es eso lo que hace que un acontecimiento determinado tenga valor de trauma para un sujeto determinado. Para decirlo con los términos que Lacan emplea en el seminario sobre La transferencia, (4): “... No es trauma simplemente lo que en un momento hace irrupción, lo que ha rajado en algún lugar un tipo de estructura que sería imaginada como total...Es que ciertos acontecimientos vienen a colocarse en un cierto lugar en esta estructura. Lo ocupan, toman el valor significante, manteniendo este lugar en un sujeto determinado. Es esto lo que hace al valor traumático de un acontecimiento.

      Lo cual nos aleja de una concepción puramente unidimensional del tiempo y la historia, y nos introduce en una temporalidad que define el pasado desde un aprèscoup y en una lógica radicalmente diferente, esa que en la vía de su retorno a Freud, fue retomada por Lacan conceptualizando en términos de significantes los dos tiempos freudianos, haciendo del a posteriori un tiempo de retroacción de un significante sobre otro por el cual la consistencia del tiempo dos, hace ex-istir el tiempo uno.

     Lógica del après-coup, lógica de la repetición de los significantes, por la cual el tiempo 1 sólo se vuelve primero après-coup, después que el tiempo 2 queda establecido como su repetición, lo que implica necesariamente además, una tarea tan rústica como concluyente: la de la operación de contar. “Nada nos faculta a hablar de repetición si no contamos un antes y un después” (6); un tiempo 1, un tiempo 2 y un tiempo enésimo; el tiempo 1 sólo será primero si un tiempo 2 lo repite, y si hay de esa operación de cuenta. Con la dificultad, estructural para el sujeto, de que en ese cálculo no puede reconocerse  como ese que cuenta,  no puede contarse a sí mismo, porque el cálculo lo efectúa lo inconsciente, un modo de decir que “la operación de contar se sitúa fuera de la serie, de la sucesión repetitiva”(6), el Uno en más dice Lacan en "La lógica del fantasma" y en "De un Otro al otro" , que hace surgir un sujeto nuevo, un sujeto en menos.

Este es uno de los ejes en los cuales Lacan ubica el concepto de repetición, el de lo simbólico. Pero, especialmente desde el seminario XI y sirviéndose de los conceptos aristotélicos de la tyche y el automaton, propone distinguir otra vertiente de la repetición, otro eje: el de lo real.

Allí, en el seminario sobre “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, se pregunta: ¿en los orígenes de la experiencia analítica, dónde encontramos lo real, ese hueso duro de roer, eso que yace más allá del automaton, de la insistencia, del retorno de los signos a que nos somete el principio del placer?. Y a modo de respuesta afirma: lo hallamos bajo la forma del trauma, de lo que tiene de inasimilable, que determina todo lo que sigue y le impone un origen al parecer accidental. Función de la tyche, de lo real como zigzagueante y fallido encuentro radical, cita una y otra vez reiterada como al azar, que se designa en la historia del psicoanálisis bajo el nombre del trauma, eso que insiste en no dejarse olvidar.(5)

El trauma se presenta entonces como el encuentro, que no ha podido ser evitado, de algo insoportable para el sujeto; encuentro con una realidad que está ahí sufriendo, aguantada, a la espera y que calladamente nos gobierna, porque exige lo nuevo. Eso ante lo cual todas las palabras se detienen, el objeto de angustia por excelencia (recordemos el sueño de la inyección de Irma), eso que vuelve siempre en ese lugar en donde el sujeto pifia, falla, tropieza, eso que no cesa de no escribirse, real de la castración, del sufrimiento y la muerte como aparece en el sueño del niño muerto que arde, en La interpretación de los sueños.

Repetición que para Freud se renueva sin cesar, porque tanto es consecuencia del trauma como vana tentativa por anularlo, por hacer algo con él y que lleva al sujeto más allá del principio del placer. Marca del trauma estructural y de la impotencia del sujeto para borrarla; indicio de la pulsión de muerte, que está en el nudo de la estructura produciendo, promoviendo la organización simbólica y permanece en la base de todo amparo imaginario.

Dimensión del tiempo que también abre interrogantes:            ¿ puede existir lo traumático por fuera del efecto retroactivo?,  ¿cuál sería el estatuto de aquél tiempo 1 si la operación de contar quedara trunca o en suspenso?, ¿estaríamos en ese caso frente a un por fuera del tiempo, una pura continuidad sin chance alguna de entrar en el encadenamiento que implica un pasado, un presente, un futuro, congelado en un momento de la vida sin probabilidad de construir una historia?.

Pero aseverar que puede existir lo traumático por fuera del a posteriori, sería quizás rechazar lo más original del pensamiento freudiano, cuando afirma que hay una disparidad entre el primer tiempo, el de la huella mnémica, la impresión, la percepción y el segundo, el de la representación, tiempo de latencia, tiempo en suspensión que para Freud es el verdadero tiempo del trauma.



2005



Notas Bibliográficas



(1)  Moisés y la religión monoteísta, S. Freud, Obras Completas, Biblioteca Nueva, página 3285.

(2)  Moisés y la religión monoteísta, S. Freud, Obras Completas, Biblioteca Nueva, página 3298.

(3)  La interpretación de los sueños, S. Freud, Obras Completas, Biblioteca Nueva, página 720.

(4)  Jacques Lacan, La transferencia, clase del 24 de Mayo de 1961.

(5)  Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, J. Lacan, Clase del 12 de febrero de 1964.

(6)  Los ojos de Laura, Nasio Juan D., Amorrortu Editores.

La brújula del trauma. Rolando Ugena



          El 26 de Febrero de 1977, Lacan decía en Bruselas: “¿...A dónde se han ido las histéricas de antaño, esas maravillosas mujeres, las Anna O., las Emmy von N...? Ellas jugaban no solamente un cierto rol, un rol social cierto, pero cuando Freud se puso a escucharlas, fueron ellas quienes permitieron el nacimiento del psicoanálisis. Es por haberlas escuchado que Freud inauguró un modo enteramente nuevo de la relación humana....”(1)
Anna O.

            Esas mujeres maravillosas a las que hacía referencia Lacan, Anna O., Emmy von N, Lucy R., Katharina, Elisabeth Von R., Mathilde H., Rosalie H., y Cecilia M., mujeres fascinantes enamoradas de un cuñado (Elisabeth ), de un patrón (Lucy R.,), seducidas por tíos malvados (Rosalie H.) o por padres abusadores, hijas rebeldes y víctimas, aparecen en Estudios sobre la histeria, texto inaugural del psicoanálisis y de la definición freudiana de la histeria. Allí es donde se asoman esas mujeres hechiceras, ya no brujas medievales sino brújulas del psicoanálisis, que además de haber seducido a tantos escritores, (basta con pensar en Flaubert y su Madame Bovary), orientaron ese modo enteramente nuevo de la relación humana llamado psicoanálisis. 
Madame Bovary, según Flaubert
      

          Escribo brújulas y no gratuitamente. Dice Freud sobre Elisabeth:“...si  mediante una pregunta o una presión sobre la cabeza, convocaba yo un recuerdo, se insinuaba ... una sensación dolorosa...tan viva que...se estremecía.[El dolor]subsistía mientras el recuerdo la gobernaba, alcanzaba su apogeo cuando estaba en vías de declarar lo esencial...de su comunicación y desaparecía con las últimas palabras que pronunciaba. Poco a poco aprendí a utilizar como brújula ese dolor despertado; cuando enmudecía, pero todavía acusaba dolores, sabía que no lo había dicho todo y la instaba a continuar la confesión hasta que el dolor fuera removido por la palabra. Sólo entonces le despertaba un nuevo recuerdo.”

Brújula del dolor y del deseo de un Freud que pretende obtener la confesión, pero también rosa de los vientos de la represión, del a posteriori, de la resistencia y del trauma como trama: “...reprimió la representación erótica de su conciencia [el amor a su cuñado]... un círculo de representaciones eróticas... pensamiento inaceptable... presente en su conciencia al modo de un cuerpo extraño, sin que hubiera entrado en vinculaciones con el resto de su representar... singular estado de saber y al mismo tiempo no saber... grupo psíquico divorciado... los dolores...no se generaron mientras la enferma vivenciaba las impresiones del primer período, sino con efecto retardado... en el segundo período, cuando reprodujo esas impresiones en sus pensamientos... las veces que investigué el determinismo de esos estados, no descubrí una ocasión única, sino un grupo de ocasiones traumáticas... el síntoma ya había aparecido... tras el primer trauma, para retirarse luego, hasta que un siguiente trauma lo volvió a convocar y lo estabilizó... los primeros traumas no habían dejado como secuela síntoma ninguno, mientras que un trauma posterior de la misma clase provocó un síntoma que no pudo prescindir para su génesis de la cooperación de las ocasiones anteriores...”(2)

El recorrido de lectura de este grupo, tenía entre las estaciones previstas textos como Recuerdo, Repetición y perlaboración (1914), las Conferencias de 1917, Más allá del principio del placer (1920), Inhibición, síntoma y angustia (1925), las Nuevas Conferencias (1932) y “Moisés y la religión monoteísta”,(1938) pero finalmente realizamos paradas prolongadas sólo en alguno de ellos, especialmente en el “Moisés”, y “Más allá del principio del placer”, en ese orden.  
Moisés, de Freud
 

Que Freud haya retomado el tema del trauma en el Moisés, en el final de su vida, es testimonio de que el asunto nunca dejó de interrogarlo. Cuarenta años después de haber dejado de creerle a “sus neuróticas” y de renunciar a buscar lo traumático en la realidad material, para situarlo a nivel de la realidad psíquica, haciendo el pase que va del trauma al fantasma, que designa la vida imaginaria del sujeto en el marco de una estructura significante, dice en el Moisés: “Llamamos traumas a esas impresiones de temprana vivencia, olvidadas luego, a las cuales atribuimos tan grande significatividad para la etiología de las neurosis”, y más adelante: “el individuo jamás deja de conocer los hechos olvidados, a manera del conocimiento que se tiene de lo reprimido...lo olvidado no está extinguido sino sólo reprimido” (3).

No recorreré ahora el extenso desarrollo sobre el tema que realiza en el Moisés, pero sí quiero remarcar esa contigüidad que establece entre trauma y olvido, trauma y represión, que van juntos. Un olvido que no es mezquino ni necio, como el que desde una moral sádico-kantiana reclamaría: “Usted debe olvidar”, o desde la arrogancia de una farmacología cada vez más endiosada recetaría la pastilla que borre los recuerdos molestos, a costa de desconocer que precisamente, el olvido no es asunto que dependa de la voluntad, que no se puede olvidar por obligación, como ya Freud lo había expuesto en tantos lugares de su obra, y a lo que vuelve en “Más allá del...”, segunda parada de nuestra lectura.

Conocemos que allí Freud se abocó al estudio de las neurosis traumáticas, las neurosis de guerra, el juego del fort/da, la compulsión a la repetición y finalmente a la pulsión de muerte.

Con respecto a las neurosis traumáticas subrayó el hecho de que se vean acompañadas por sueños que reconducen sin cesar al individuo a las circunstancias de su desventura, mientras no piensan en ellas durante el día; dicha reiteración en los sueños, que parecen repetirse siempre iguales, como si el tiempo no hubiera transcurrido, se debe a que su tarea no es la realización de deseos sino que “tienen por objetivo el dominio retroactivo de la excitación”,(4) el intento de producir una primera ligadura que no fue posible, sea porque el sujeto no estaba angustiado y fue avasallado por el pánico o porque el monto de excitación fue desmesuradamente intenso y no pudieron entrar en funcionamiento las leyes del inconsciente, principio del placer, condensación, desplazamiento.

Luego de examinar las neurosis traumáticas, Freud se centra en la cuestión del fort/da.  Este juego sobre el que tanto se ha escrito, momento constitutivo del sujeto, juego simbólico fundante homologable a la represión primaria, corte traumático e instituyente con el Otro, primera eficacia de la metáfora paterna, le servirá para volver a plantear la pregunta: ¿por qué un sujeto repetiría lo displacentero ?.

Su respuesta irá en una dirección similar a la que propone para el tema de las neurosis traumáticas: repite para ligar, inscribir, elaborar, hacer entrar en el registro del principio placer, eso que, de no terminar de inscribirse, de ligarse, de ser pasado bajo la barra de la represión, se hallará perpetuamente presente, como alma en pena, como pesadilla de la cual al individuo no le resulta posible despertar, que persistirá tal cual por no haber encontrado su solución en una represión, por no haber podido hacerse de una cobertura fantasmática que permita el retorno como formación del inconsciente, dejando una herida abierta que impedirá olvidar para poder recordar luego de otro modo.

En la continuidad de su exposición, Freud va a postular que no toda la energía psíquica es pasible de ser ligada; hay un resto que permanecerá sin ligar y que será lo que impulse la compulsión de repetición, con su aspecto demoníaco, lo cual lo dirigirá a finalizar el trabajo con su especulación, con su hipótesis de la pulsión de muerte.

Hay allí un resto, algo que no puede ser completamente simbolizado, velado, que no depende ni de la gravedad del tropiezo ni de su realidad material,  que no responde al principio del placer, sino que está detenido en una satisfacción pulsional directa, no mediatizada por la palabra ni enmarcada por un fantasma.

Para concluir, diría entonces que esos intentos de ligadura conllevan en sí mismos un goce, que pueden repercutir en un tipo de clínica en la cual el sujeto no llega representado por sus formaciones del inconsciente, entre las cuales el paradigma es el síntoma, sino por otra clase de manifestaciones, ya sea al modo de una inhibición masiva, del pasaje al acto, del intento de suicidio, del acting out, así como ciertos fenómenos psicosomáticos.

Tentativas de ligar lo que no cesa de no ligarse, intentos de inscribir lo que no cesa de no inscribirse, porque vienen de lo real, de una falla de ligadura, de un trauma sin represión y sin fort/da. Tragedia del deseo, fracaso parcial de la constitución del fantasma.



Notas bibliográficas

(1) J. Lacan, Seminario 24, 1977

(2) S. Freud, Estudios sobre la histeria, 1893-1895

(3) S. Freud, “Moisés y la religión monoteísta”, 1938

(4    S. Freud, “Más allá del principio del placer”, 1920



2004


Trabajo realizado en el marco de un grupo de lectura, “El trauma y lo inconsciente”, en Cuestiones del Psicoanálisis.


jueves, 27 de noviembre de 2014

Frente de Artistas del Borda 2008 San Antonio de Padua

           Los artistas del Frente de Artistas del Borda, cantan Madre
Los artistas del Frente de Artistas del Borda cantando a Nino Bravo

Alberto Sava, coordinador y fundador del Frente de Artistas del Borda

https://www.youtube.com/watch?v=YhjDMvg3LQo&feature=youtu.be
    
Los artistas del Frente de Artistas del Borda, cantan tangos

Los artistas del Frente de Artistas del Borda, cantan La casa de Tula


Los artistas del Frente de Artistas del Borda, cantan La belleza
https://www.youtube.com/watch?v=xUPb5KARQtE&feature=youtu.be

Los artistas del Frente de Artistas del Borda, canta Hasta Siempre



domingo, 23 de noviembre de 2014

¡Dale! ¡Escribí!. Rolando Ugena



      Septiembre de 2004. Digamos que se llama Ariel, un pibe de 8 años, es traído a la consulta en una institución pública municipal. Su madre, separada del padre del niño desde hace 3 años, refiere que su hijo “no trabaja en la escuela, pelea, no quiere escribir, ni leer, ni hacer las tareas”.

      Ariel además, lo dice con todas las letras, a ella y a sus maestras: no va a hacer la tarea.

      Por problemas de “hiperactividad” en el preescolar, a los 5 años comenzó a ser llevado a una psicóloga. Hasta que un día, le dice a su madre que no quiere ir más: “Ella no me puede ayudar con mis monstruos”, dicho que ella escucha y la lleva a venir semanas después.

      De entrada, Ariel toca, revisa los objetos, habla; propone juegos en los cuáles constantemente varía las reglas; juego y regla de juego se amalgaman de manera que muchas veces el juego es cambiar las reglas. Cualquier consulta, comentario que suponga alguna referencia a él, tiene como suerte recibir un vigoroso rechazo, un macizo enojo, cuya significación central no es otra que la advertencia que así no se sostiene el “de jugando.

      Pero el enlace en el espacio de juego está. En este terreno será imprescindible permanecer y contribuir a que el juego prosiga conmigo. Durante semanas demandará que arme algo con bloques de madera, por lo general una ciudad, a la cual él, con alguno de sus monstruos, siempre invencibles, siempre todopoderosos, renaciendo de la muerte, destruirá una y otra vez. El juego sufrirá a veces modificaciones, siendo él quien construye, debiendo yo acompañar, agregar algo cuando me lo ordena, y atestiguar la destrucción que, inevitablemente, llegará.

      Repite segundo grado. Llegan las vacaciones y luego hay una interrupción por un problema de salud mío.

      Agosto 2005. Retomamos. Los marbetes que señalan la ubicación objetal de Ariel se aprecian con todo su potencia. La escuela pide informe, no lo pueden evaluar, proponen psicopedagogía. La madre se presenta con el resultado de un EEG: fue al neurólogo, todo bien. Entonces quiere llevarlo a una maestra particular. Me opongo. Agrego: deje de estarle encima.

      Ariel, reaparece con un beso y preguntando cómo estoy. Lo nuevo es que de una entrevista a la otra pide que guarde algo: a veces un monstruo de plastilina que amasó trabajosamente, otras, una serpiente tan larguísima como malísima etc.. Dónde está? interrogará al llegar. También trae algunos de sus juguetes: un dinosaurio, un superhéroe, trabaja mucho con ellos, por lo general recubriéndolos completamente con plastilina, hasta que parecen desaparecer bajo la masa.

      Me pregunto: ¿a qué juega este monstruo?¿ cómo leer los cambios de personajes, de territorios, de reglas? , ¿serán intentos de tolerar los efectos del lenguaje ?.

      Un día, en medio de uno de sus aguerridos juegos, acercándome papel y lápiz me dice: ¡Dále! ¡escribí!. Por supuesto, escribo: “ El dinosaurio se murió; el gigante con cabeza de serpiente  y el dinosaurio pelearon y por eso murió el dino. Después la serpiente y el gigante con cabeza de serpiente se hicieron enemigos. La serpiente se hizo una ciudad”.

      Le pregunto:

- Y cómo termina la historia?,

     Me dice: - Poné: The end.

     Y se tira un pedo.

     Sorprendido, apenas atino a decir: - Te cagás?!.

     Se ríe, se pone colorado, pide ir al baño, vuelve y me pregunta si ya terminó la hora. Sí, claro.

    La madre reincide. Está angustiada, “me lo hace a propósito, quiere volverme loca”, dice llorando.

      Le señalo: - Y usted entra como un caballo...

     Apuesta a reubicar a un niño como tal, a recuperar la posibilidad de una escena que resguarde en relación a la sexualidad de los padres.

   Termina el año. Pasa de grado. Vacaciones. La sala en la que lo atiendo se cierra por reparaciones. Continuamos en otra.

     Marzo de 2006. Dice:  
     - Traé eso... el papel... escribí.
     Respondo: - Ufa, ya se acabaron las vacaciones!

     Él agrega: - Dále, escribí!

     Contesto: - Qué?

     Me dice: - Lo que quieras

     Escribo: “lo que quieras”. - Y vos qué querés?

    Responde: - Comer. No lo anotés...Lo que estamos haciendo, no lo anotés. Mirá que la cosa transcurre entre los dos. Esto no lo anotés. Es una bomba, dále, hacé una ciudad destruida. Ah.... nos atacan, ah, ah, alguien que nos ayude por favor, ah, ah....Te voy a contar un chiste. Escribilo. Estás en una cárcel y tiene cuatro puertas, tenés una piedra. En la primera puerta hay abejas asesinas, en la segunda rayos laser, en la tercera un policía, en la cuarta un perro llamado auch. ¿Cómo hacés para salir?

      Le digo: - Uh, qué difícil...!
      - Te rendís ?... Tiro la piedra al poli, dice auch, va el perro, salgo por la puerta del perro.
     Risas, suyas y mías.

     Dice: - Dale, armá una ciudad.

     Explota una bomba. La bomba queda despedazada, la oculta bajo los bloques y dice: “cuando yo te diga, mirás”.

     Contesto: - Ah, ¿no tengo que ver lo que está oculto pero a la vista ?...

     Terminamos allí y me  pide que guarde la cabeza de un monstruo.

    La vez siguiente, alarmada, la madre quiere que vea unos dibujos de Ariel que le parecen sangrientos. Podría tomárselo un poco a risa, le sugiero.

    Si el juego no puede ser significado como tal, la protección que proporciona la niñez se pierde. Porque el juego precede a la niñez y sin juego no hay niño. (1)

     Quien sí se ríe, es Ariel. Mostrándome uno de esos dibujos, en el que se ven dos lápidas con sus respectivos nombres dice:

- “Acá están las tumbas de dos compañeros, éste murió ayer y éste murió hoy, están saliendo de las tumbas, son los muertos vivos”

- Quiénes son ?

- Dos compañeros que me joden, me dicen cosas...

- Qué te dicen?

- No, no quiero decirlo

- Bueno, si no querés...

- Dónde está la cabecita?

      Va a buscarla y dice: - Cabecita, no tengo un cuerpo.

      Acariciando la cabecita digo: - Pobrecita, no tiene un cuerpo...

     Agarra unos bloques, arma un cuerpo, le pone  la cabeza. Me  pide que arme una ciudad y me convida con papitas fritas, preguntándome si  “puedo comer eso ya”.

- Un poco...y ¿qué te hacen esos pibes?

- Me cargan

- Y vos ?

- Los corro y los cago a patadas y trompadas.

       Mientras voy armando la ciudad, se tira un pedo. Le digo:

- Epa!!, a la mierda... ¡son bombas!...¡qué olor!, puf, puf!

       Tira todo. Me convida papitas y dice:

- Pero a la vez son mis amigos esos chicos, pero me molestan...

- Sí, eso te molesta mucho

- Hoy en la escuela estaban todos hablando cuando la señorita contaba un cuento y al único que no retaron fue a mí....Dále, tenés que armarte, con todos los monstruos. Dále, entrená a los monstruos. Escribí: dos monstruos murieron peleando contra el monstruo.

- ¿Pero hay alguna forma de vencerlo?

- Sí, sacándole la cabeza...ahí va... la cosa que te aplasta totalmente!

      La vez siguiente, apenas llega vuelve a pedirme que arme una ciudad y se tira pedos. Como efecto de la supervisión institucional, le digo:

- Bueno, acá basta de pedos, si querés tirarte pedos andá al baño.

       Sale, va al baño y vuelve. Le digo: - Ya está?

- Sí, me fui a tirar unos pedos...Hagámos que viene un tornado y tira todo. Pero ahora tenés ayuda, para defenderte del monstruo. Que parezca un muñeco de nieve....Está enojado. Le sacaron algo.

      Después hace varias bolas de plastilina y va nuevamente a tirarse pedos al baño.

      La próxima, luego de hacer presente sus  monstruos invencibles, dice:

- Ahora sos vos el monstruo.

- Sí !!! Ahora soy yo el monstruo !!! Te mataré!!!

     Para mi “desilusión”, el que enseguida muere soy yo. Le digo:

- Por qué??!! Cuando vos sos el monstruo es tan difícil matarte y cuando soy yo es tan fácil?!!

- Porque sos tonto!!

- Sí!!!!

      Toma uno de sus monstruos y hace como que ese monstruo se tira un pedo. Le digo:

          - Y dále con los pedos !

- Pero ¿de mentira sí?

     Hace ruido con la boca, se ríe, y empezamos un largo “bombardeo” oral. Luego sigue con el monstruo, al que pone a dormir y le agarra mucha ira cuando lo despiertan, lo molestan y no lo dejan despertarse solo.

     Una semana después, viene con una moneda de un peso y quiere que vayamos a comprar algo. En el kiosco, luego de meditar con creces su elección, se decide por papitas. Cuando volvemos, agarra el monstruo, que ahora está prisionero.

- De quién?

- De sí mismo.

      Ese día, se lleva el monstruo a casa.

      La semana siguiente, por primera vez, dibuja y escribe en la entrevista.

      La próxima vez propone un juego en el cual, él es el padre y yo soy el hijo. Toma mi maletín, se va y vuelve con un regalo. Es un monstruo de colección, un ejemplar único, que él ha comprado para mí. Después se va a trabajar, tiene un accidente y queda en silla de ruedas. Durante un largo rato tendré que llevarlo. En un momento, con la boca hace el ruido de tirarse un pedo. Le pregunto qué pasó.  Responde:

- Se tiró un pedo el padre de los pedos.

     En la última que les cuento, pide ir a comprar algo; pero no tiene plata: “Te lo devuelvo la semana que viene”. Acepto. Vamos al kiosco y elige dos alfajores. Mientras volvemos, comiendo las golosinas, comenta que le pidió a la madre que lo anote en fútbol. 
       La semana siguiente me da la plata de los alfajores. Le digo que pronto terminaremos.



Notas:

1. La expresión es de Jorge Fukelman, Exposición en el Hospital de niños Dr. R. Gutiérrez, el 20 de octubre de 1993

La túnica de Neso. Rolando Ugena



Alguien le pregunta al jinete dominguero:
«Itzig, ¿hacia dónde cabalgas?.»
«No me lo preguntes a mí.¡ Pregúntaselo al caballo!.» 
Freud, Carta 92, 7 de julio de 1898

2006."Palabras sobre la histeria", Lacan en Bruselas:  "...representaciones inconscientes. ¿Qué es lo que puede ser eso, representaciones inconscientes?... una contradicción en los términos: unbewusste Vorstellungen....Eso no tiene nada que ver con representaciones, este simbólico, son palabras y, en el límite, se puede concebir que unas palabras son inconscientes... hablan sin saber absolutamente lo que dicen....el inconsciente no tiene cuerpo más que de palabras". (1)
             Tarde de verano. Disconforme con sus dichos, sale Freud de disertar sobre histeria y perversión. Decide suspender "la exhumación de la sordidez" humana; va a tomar un café, su pensamiento deriva, sus hijos, las bellezas de Italia. En eso, le pide permiso para sentarse a su lado uno de sus oyentes, lo adula, lo considera un gran hombre, le agradece que haya limpiado las caballerizas de Augias de los errores y prejuicios en la doctrina de las neurosis. Freud, abrumado por la lisonja, se atraganta con una media luna,  lucha con el asco, se saca de encima al pesado yéndose temprano a casa.
Ilustraciones de Gustave Doré para Gargantúa y Pantagruel por Francois Rabelais publicado como Œuvres de Rabelais, París: Garnier Frères, 1873).
Antes de dormir, hojea las ilustraciones de Garnier a las obras de Rabelais, lee un cuento y tiene un sueño inmundo: limpia con un chorro de orina la inmundicia de un excusado. Lo analiza, por qué no experimentó asco, escribe: "...se debe a que en la emergencia del sueño cooperaron pensamientos gratísimos que producían enorme satisfacción...se me ocurren enseguida los establos de Augías, que Hércules limpió. Y ese Hércules soy yo"
Teoriza: transposición en lo contrario, de una Dingvorstellungen que sirve a los fines de la censura, y al cumplimiento de deseo. (2)
Posición del inconsciente: "Es preciso, sobre el inconsciente, ir a los hechos de la experiencia freudiana"(3). Ir a los hechos apostando a sostener su descubrimiento, advertidos de que servirse del término representación de cosa para caracterizar la materialidad de lo inconsciente, fue el proyecto de inyectar en el corpus de la ciencia de su tiempo, lo que no podía insertarse allí, y que determinar de ese modo lo que "se ha sustraído radicalmente a la conciencia", (4) es, por lo menos, problemático.
Renuente a todo rastreo empirista, discordante con cualquier verificación experimental no menos contradictoria que imposible, lo inconsciente, esfumándose sin haber aparecido deja su marca, siempre extraña e inesperada,  y presta cuerpo de palabras a lo que no puede ser localizado en el mundo, porque lo excede.
A diferencia de la representación, aún de cosa, que devuelve al mundo, donde la conciencia se pavonea, la temporalidad del significante es de otro orden. Sobre un fondo de ausencia, brota en ese mundo sin pertenecerle.


El rapto de Deyanira, Guido Reni

Es de mañana. Hércules y Deyanira, se disponen a vadear el río. Alegando ser barquero autorizado por los dioses a causa de su rectitud, se acerca el centauro Neso; por unas monedas ofrece cruzarla sin mojarse, Hércules puede aprovechar para nadar. Éste accede, paga, arroja arco y flechas al suelo,  penetra en el agua. En eso Neso, echa a correr con Deyanira en los brazos, necio, trata de violarla. Ella grita, Hércules, desde un kilómetro, atraviesa el cuerpo del centauro con un flechazo mortal.
Doce trabajos de Hércules, Museo Nacional Romano
Neso, no quiere morir sin vengarze, da a la mujer una poción hecha con su propia sangre, si la resguarda del calor y la luz, al untarla sobre el ropaje de Hércules, logrará atraerlo si se acerca a otras. Deyanira conoce la vocación de su marido por la compañía de jóvenes señoritas, silenciosamente guarda la pócima.
La dama y el unicornio
             ¿ Existe un unicornio?, ¿existe un centauro?. Con Lacan, se puede decir: ex-siste, "a partir del momento en que tienen un nombre”, de eso se trata en nuestra práctica, de la incidencia de la nominación. (5) Ex-siste, como el sujeto.
Impecablemente expuesta por Lacan en La carta robada, la peculiar materialidad del significante, es muy especial: "Rompamos una carta en pedacitos: sigue siendo la carta que es"(6), significante puro, significante-amo, no soporta la partición; Nombre-del-Padre, que "entre todos los significantes, es significante del cual no hay significado y que, en lo que toca al sentido, simboliza su fracaso." (7) y lo que materializa, es  la instancia de la muerte”.
Zeus
Zeus vaticina:  "Ningún hombre vivo podrá matar a Hércules; un enemigo muerto será su ruina ". Es de noche. Otro amorío del héroe, hora de usar el remedio de Neso. Deyanira toma un trozo de paño, lo empapa con el brebaje, frota el manto pedido por Hércules para vestir en el ritual en honor de su padre.
Llegó la mañana. Instante de ver, con espanto, el resto de tejido tirado en el suelo, que iluminado por el sol se quema como el aserrín, deja ampollas rojas en el piso. Tiempo de comprender la postrera revancha del centauro, y concluir que es el momento de avisar a Hércules sobre el peligro que corre si utiliza la prenda, pero el correo  llega tarde.
Apenas el semidiós se acopla la túnica, comienzan sus dolores. Ante las primeras llamas, refrena sus gemidos, suplica. Cuando el sufrimiento es atroz, intenta rasgar su mortífera vestidura, al tirar también arranca su pellejo, el cuerpo lacerado hasta el hueso, el fuego muerde sus entrañas. Antes de morir, se entera que el acto de Deyanira fue involuntario, la perdona.
De nuevo el correo a deshora, ella se mata. Hércules, alza sus palmas al cielo de su padre, grita: La muerte me será un regalo.
El gruto, Edward Munch
Lacan se levanta, reparte una reproducción de "El Grito", de Edvard Munch. El marco, Problemas cruciales para el psicoanálisis; el objeto, es propicio para articular un punto esencial: el silencio. Habla, ¿qué es ese objeto, el grito?. El grito provoca el silencio, lo causa, "hace el abismo donde el silencio se precipita" (8), el hueco en el que resuena la Cosa. Orificio interior taladrado por la pulsión de muerte, que penetra en él y vuelve a la superficie, horadando el cuerpo.
Lacan va a la tele: "el sujeto del inconsciente embraga sobre el cuerpo". Insiste sobre lo que no se sitúa verdaderamente más que por un discurso. "¿Qué puede de ahí decirse, del saber que ex-siste para nosotros en el inconsciente, sino que únicamente un discurso articula? "(9)
Concepto, hecho de discurso, saber que no se sabe que funda el mundo y permite circunscribir lo especifico de la represión, que ejerciéndose sobre el significante, intenta excluir lo inconsciente.
             Puro real, hecho inasimilable”(10), escandalosa tesis, que por nombrar al significado como dislocado y al saber como faltante, nunca convenció, como Freud mismo señalaba, sino a aquellos que ya estaban convencidos. Él con lo inconsciente,  Lacan con lo real, lo simbólico y lo imaginario, denuncian las ilusiones del "animal condenado a habitar el lenguaje", (11) que intentando tapar el agujero de lo real con su síntoma, pretende escapar a lo inconsciente.
Nuevamente, Posición del inconsciente: “...es un concepto forjado sobre el rastro de lo que opera para constituir al sujeto....no es una especie que define en la realidad psíquica el círculo de lo que no tiene el atributo (o la virtud) de la conciencia..."(3)
Cualidades de un sistema que no aporta sino un saber que ya se sabe y, como el signo, lejos de señalar algo a ser “significado al sujeto”, anticipa las certidumbres del "sujeto del significado" y deja perplejo a Freud, pues lo que en su experiencia escucha, son los espejismos de la conciencia, sus quimeras de un mundo puro sin huella de lo inconsciente, puestos en entredicho cada vez, por la irreductible presencia de lo que repetidamente desentona, objetando los nombres de la armonía.
En tanto el bastidor intelectual de la época carece de la noción de significante, Freud no puede separarse del biologismo de la pulsión de muerte. Ese significante que provoca el vaciamiento del cuerpo, al que como la túnica de Neso, envuelve, y bajo su aspecto de objeto a, fascina y empuja a la muerte.
Porque hay pulsión de muerte, porque la Cosa falta, como Hércules de la túnica de Neso, de eso no se puede escapar.

Notas bibliográficas
1.J. Lacan, Conferencia en Bruselas, 26-2-1977.
2.S. Freud, La interpretación de los sueños, Capítulo VI, El trabajo del sueño, Los afectos en el sueño, Ed. Amorrortu, Volumen 5.
3.J. Lacan, Escritos, Posición del inconsciente, Ed. Siglo XXI.
4.S. Freud, Trabajos de metapsicología, La represión, Ed. Amorrortu, Volumen 14.
5.J. Lacan, Seminario 12, Problemas cruciales para el psicoanálisis, clase 7, 27-1-1965.
6.J. Lacan, La carta robada, Escritos, Ed. Siglo XXI.
7.J. Lacan, Seminario 20, Aún, Clase 7, 13-3-1973
8.J. Lacan, Seminario 12, Problemas cruciales para el psicoanálisis, clase 12, 17-3-1965.
9.J. Lacan, Radiofonía y televisión, Ed. Anagrama
10. J. Lacan, La tercera, en Intervenciones y textos, Manantial.
11. J. Lacan, Seminario 9 La identificación,  Clase 18, 2-5-1962.


Trabajo presentado en Cuestiones del Psicoanálisis VI Jornada Anual Materialidad del inconsciente. Práctica de discurso. 31/3/2007