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sábado, 21 de marzo de 2015

Faulkner: el furioso estruendo de un estilo. Juan Pawlow



 “Faulkner: el furioso estruendo de un estilo”(1).        

                                                                         Juan Pawlow



Una voz porta otra. Mientras la primera aún conserva la potencia, la otra parece confinada a un oscuro margen, tal vez al olvido. Sin embargo hay algunas circunstancias.

Apenas momentos antes de que el bosque de Birnam suba a Dunsinane, momentos antes del estruendo de la guerra, se oyen gritos de mujeres.

Esos gritos tienen una virtud: hacen recordar a Macbeth el sabor del miedo.

“¿Cual es la causa de esos gritos?”

“La reina ha muerto.”

Entonces Macbeth exclama:

“Sombra ambulante es esta vida, mísero actor que en el escenario se afana y pavonea un momento y al cabo, para siempre, calla su voz. Relato de un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa.”(2)

En estas circunstancias encontramos aquella otra voz: “Relato de un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa.”

Los días se arrastraron a paso menudo, hubo mañanas y mañanas, años y años, cientos de ellos, se encadenaron siglos y la voz permanecía agazapada, hasta que alguien llamado William Faulkner se encontró con aquel ruido, aquella furia, y el relato del idiota. El relato de quien no puede pronunciar palabra alguna entonces se vuelve actual: “The sound and the fury”
W. Faulkner

Extraña novela “El ruido y la furia”, pero en rigor, toda buena novela es un objeto extraño, extranjero e íntimo, tierra de conquista, territorio de creación, y lo es no sólo para el lector sino también para su autor. Dice bien Juan José Saer acerca del lugar del narrador:

 “Ser narrador exige una enorme capacidad de disponibilidad, de incertidumbre y de abandono... Todos los narradores viven en la misma patria: la espesa selva virgen de lo real.”(3)
Juan J. Saer

Novela radical “El ruido y la furia”, en tanto nos introduce en una selva, espesa, virgen, real, tomando la voz de alguien incapaz de proferir palabras. El relato del idiota, Benjy, Maury de nacimiento, discurre en la primera de las cuatro secciones del libro, y sólo entenderemos de qué se trata cuando otras voces tomen su lugar. Así lo explica Faulkner:

Y entonces conté la experiencia de aquel día del subnormal, y era incomprensible, incluso yo mismo no podía decir lo que estaba pasando, por tanto tuve que escribir otro capítulo. Entonces decidí dejar que Quentin contara su versión de ese día, o esa misma ocasión, y lo hizo. Después tenía que haber un contrapunto, que iba a ser el otro hermano, Jasón. A estas alturas era completamente confuso. Sabía que no estaba acabado en absoluto y entonces tenía que escribir otra sección desde fuera con un extraño, que era el escritor, para contar lo que había sucedido ese día específico.(4)

Si la novela es un objeto extraño, si incluso es por momentos incomprensible para su propio autor, es en gran parte porque la voz del personaje se vuelve autónoma a las intenciones de aquel.(5)

Hay una afirmación de Borges que nos acercará a eso extraño que es el personaje:

“En mi corta experiencia de narrador, he comprobado que saber cómo habla un personaje es saber quién es, que descubrir una entonación, una voz, una sintaxis peculiar, es haber descubierto un destino.(6)
Jorge L. Bórges

El saber que Borges delinea aquí es el de la sorpresa y el descubrimiento. El encuentro del narrador con pequeños restos: una entonación, una voz, una sintaxis peculiar.

Es conocida la imagen de Joyce vagando por Dublín a la espera de un resto de palabra, de algún giro, una fugaz imagen y así construye a sus personajes. Como lo dice Richard Ellman:

Joyce había empezado a crear en Dubliners y A Portrait un método sintético que consiste en construir el personaje con detalles intrascendentes, minucias.”(7)

Richard Ellman
Pequeñas cosas, pequeñeces incluso, que sin embargo imponen una dirección a la obra que no puede ser forzada sin traicionar el destino de aquella voz descubierta.

Volvemos a Saer:

 “...el escritor escribe siempre desde  un lugar, y al escribir, escribe al mismo tiempo ese lugar... ...un lugar que está más bien dentro del sujeto, que se ha vuelto paradigma del mundo y que impregna, voluntaria o involuntariamente, con su sabor peculiar , lo escrito. Ese lugar se escribe, por así decir, a través del escritor, modelando su lenguaje, sus imágenes, sus conceptos...”(8)

Si extremamos esta idea , parafraseándola, podemos afirmar que el personaje habla desde un lugar de alguna manera excéntrico al del escritor mismo.

Cuando Borges afirma: “Cervantes conocía bien a Don Quijote y podía creer en él.(9) Podemos conjeturar que esa creencia es el respeto del narrador por la diferencia entre la voz del personaje y la suya, es aceptar que esa voz que se encontró tiene su propio lugar de enunciación. Un pequeño resto como una entonación oída al pasar de alguna manera exterior al escritor y que sin embargo determina su proceder narrativo.

Ese pequeño resto impone el procedimiento narrativo en tanto una vez que se produce su descubrimiento, el autor no es libre de hacer lo que se le plazca con él. Si esa voz conlleva un destino, lo es porque implica que más allá de las posibilidades que abre, delinea lo imposible.(10)

Querría afirmarlo de una vez: ese instante de encuentro, ese descubrimiento, es el estilo.

No creo demasiada fructífera la idea cotidiana de concebir al estilo como: “la manera personal de escribir que caracteriza a un escritor”.

El estilo del escritor fuerza sus maneras, porque si no las forzara esa escritura se tornaría estéril, se extinguiría, apagándose como un eco entre los ecos. Así tomado, el estilo, es la marca que, cada vez, inventa sus formas, y no la manera con la que el escritor tramita lo que encuentra conduciéndolo a moldes ya establecidos.

¿Qué encuentra Faulkner en Macbeth, qué descubre?

Se podría decir que muy poco: la débil voz de un personaje y el título de su novela: “The sound and the fury”. Comencemos por esto último.

Se habrá notado que he estado siguiendo una traducción que no es la literal y tradicionalmente establecida: “El sonido y la furia”. En esta decisión sigo a Guillermo Whitelow, traductor de la versión bilingüe de Macbeth con la que trabajé y también la de Ana Antón- Pacheco que traduce a Faulkner. Ambos vuelcan sound como ruido.

Ana Antón-Pacheco argumenta:

 “ ‘Sonido’ me parece un término demasiado inocuo para expresar la desesperación de Macbeth ante la catástrofe a que ha dado lugar su ambición y ante la ambigüedad de la vida “signifying nothing”, mientras que ‘ruido’ es mucho más fuerte, más enérgico, sobre todo si se tiene en cuenta que, sobre el escenario, el fragor de la batalla se hace notar constantemente...(11)

A su vez podemos agregar nosotros que en el uso castellano sonido evoca algo más armónico, más musical. La voz “son”, incluso, es un término de la música trovadoresca. “Ruido”, en cambio, es el rugido del león, el estruendo.

Con esto volvemos a Benjy. ¿Por qué es tan eficaz que Faulkner haya tomado para iniciar la novela “el relato de un idiota”? ¿En qué consiste esa voz?

La voz de Benjy está armada en varias dimensiones:

- La representación. La dificultad en la lectura de esta primera sección de la novela es la escasa posibilidad de representación acerca de lo que acontece. Los pensamientos de Benjy saltan de un lado a otro, se suceden distintos personajes, se superponen distintos momentos de la vida de Benjy, incluso se remonta al momento en que se le cambia de nombre (como al Benjamín bíblico) al descubrirse que es un débil mental; una dificultad adicional entonces: Maury es Benjy, cuando aún no era un resto del ideal de su madre.

- La sintaxis. Si las formas retóricas y los modos sintácticos son bien distintos cuando en las siguientes secciones del libro toman la voz Quentin y Jason, con Benjy nos encontramos nuevamente con un problema. Por un lado se encadenan retazos de diálogos en los que se reproducen las voces de otros personajes, hay allí una sintaxis en juego de la cual Benjy sería testigo. Por otro lado, ¿cuál sería la sintaxis de su voz? Adjudicadas a Benjy aparecen frases que por la complejidad de su estructura no pueden atribuirse genuinamente a Benjy, sino a la necesidad del narrador: “Ahora yo estaba llorando...” “No lo vi llegar. Vino por detrás de nosotros.” “Quentin se peleó conmigo y yo lloré.”.

 - Residuos. Esta dimensión es la más huidiza y a su vez la más constante. A mi juicio es el Benjy más puro. La presencia de Benjy se torna un ruido casi constante. En realidad Faulkner no lo describe nunca como ruidoso, pero de forma permanente hay referencias a los ruidos que produce. Llora, gime, se babea, berrea. Tanto en su sección, como en las otras, se manda a los negros que lo cuidan a que lo hagan callar, que lo saquen fuera de la casa. “Cállate”, “Cállese”, son palabras que inundan el relato. “Calla esa boca”. “No puedo llevarlo a casa si berrea de esa manera.” “¿Es qué usted no se va a callar nunca?” “Cállese”. “¿Qué pasa Benjy?” , “Calla, Benjy” , “Cállate” “¿Por qué no lo encierran?” “No va a conseguir nada con tanto gemir y berrear.”

Decía más arriba que tal vez se pueda pensar que Faulkner toma de Macbeth sólo un título y la idea de un idiota que relata; y tal vez sea sólo eso:  pequeñeces, pero entendiendo que el ruido, la furia, y el relato del idiota, son las marcas que insisten de punta a punta en toda la novela: en el estrépito de la caída en desgracia de los Compson, prestigiosa familia sureña, en el ruido de lo insoportable de la vida sumergida en la nada que se encamina día tras día hacia la muerte, en el suicidio, en la estafa, en embarazos, en casamientos, en los pequeños actos cotidianos, en los días que se arrastran menudos.

Por supuesto que esto no se agota en Benjy, no es sólo el sin sentido de la vida relatada por un idiota, o mejor: ¿Quién es el idiota? Hay otras voces, otros personajes:

El sin sentido de una vida que se ahoga en un suicidio, como en el caso de Quentin. Relato atiborrado de una moral arrasada por la escoria de viejos emblemas; restos de voces, de ideales caídos por la guerra civil y los tiempos, que lo arrojan fuera de la escena del nuevo mundo.

 ¿Y la idiotez no es la de Jason? Hombre pragmático, tan actual, que no duda en ofrecer la castración de Benjy luego de un episodio apenas confuso, para después llamarlo crudamente: “el Gran Capón de los Estados Unidos”. Relato lleno de lugares comunes, de errática sintaxis, la voz de un miserable estafador familiar cuya maldad confina con la idiotez.

Para finalizar, el ruido y la furia de un estilo:

“Entonces Ben volvió a gemir, con prolongada desesperación. No era nada. Solamente un ruido. Podría haber sido que mediante una conjunción planetaria todo el tiempo y la injusticia y el dolor se hicieran oír por un instante.[12]

Faulkner puro.

 



[1]                  Ensayo presentado en la Jornada Psicoanálisis y escritura”, Facultad de Psicología de la UBA, mayo de 2003.
[2]    “Macbeth” p. 191. William Shakespeare. Colección Obras Maestras. Fondo Nacional de las Artes. Editorial Sudamericana. 1970.
[3]    “La selva espesa de lo real” en “El concepto de ficción” p. 271. Juan José Saer. Editorial Ariel. 1997.
[4]    “Lion in the Garden: Interviews with W. Faulkner” Citado en “El ruido y la furia” p.37 William Faulkner. Ediciones Cátedra 1998. Subrayados míos.
[5]    Los subrayados de la frase de Faulkner apuntan a esa extrañeza.
[6]    “La poesía gauchesca” en “Discusión” Obras completas, p. 181. Jorge Luis Borges. Emecé editores, 1989.
[7]    “James Joyce” Richard Ellmann p. 398 Editorial Anagrama, 1991.
[8]    “Literatura y crisis argentina”. en “El concepto de ficción” p. 105. Juan José Saer. Editorial Ariel. 1997
[9]    “Nathaniel Hawthorne” en “Otras Inquisiciones” Obras completas, p. 675. Jorge Luís Borges. Emecé editores, 1989.
[10]   Tiempo después de haber leído este trabajo en la Jornada, acallados los ecos de la misma, o sea: ya los días se habían arrastrado menudos, vuelvo a tomar el número 6 de la revista  Paradoxa en donde Sergio Cueto, en el trabajo “La música, la prosa, la sintaxis.” cita a Girri. Cita por un lado olvidada por mí, aunque reconozco los signos –asteriscos- con los que señalo algo que encuentro importante en un texto. Lo que había “olvidado” - lo que había marcado- dice así: “Uno no ha de guiarse por lo que quisiera hacer, sino por las exigencias de eso mismo que está haciendo, de lo que necesita ser escrito.”
[11]   Carta de Ana Antón-Pacheco.“El ruido y la furia” p.57. William Faulkner. Ediciones Cátedra 1998.
[12]   Op. Cit. P.308