En un trabajo anterior, hacíamos referencia a cierta función orientadora que la noción de trauma cumplió en la obra de Freud, instrumento conceptual que a modo de brújula, encaminó su pesquisa desde los “Estudios sobre la histeria” hasta “Moisés y la religión monoteísta”. Hoy, en el ensayo de trasmitir algo de un recorrido de lectura, me parece interesante tratar de situar algunas cuestiones acerca del trauma y del tiempo.
En “Moisés y...”, ya en los finales de su vida,
Freud presenta el trauma como aquellas “experiencias somáticas o percepciones
sensoriales, por lo general visuales o auditivas” que por su “ocurrencia precoz
en el curso de los primeros cinco años”, su contenido de índole
“sexual-agresivo” y por haber sido “completamente olvidadas”, es decir
reprimidas, devienen como tales. (1) La huella de esas tempranas vivencias
siempre se conserva, “el individuo jamás deja de conocer los hechos
olvidados...lo olvidado no está extinguido, sino sólo reprimido; sus huellas
subsisten en plena lozanía...” (2)
La interpretación de los sueños, Freud
La referencia a cómo
algo puede ser olvidado y sin embargo brotar de nuevo al cabo de cierto tiempo,
vuelve a exponer uno de los pilares de la teoría freudiana, ese que señala que
los procesos del sistema inconsciente no sufren el desgaste del tiempo, son
atemporales, como lo postulaba ya en la Interpretación de los sueños, en cuyo
último párrafo dice: “el sueño nos revela el pasado...procede de
él en todos sentidos...[y]la antigua creencia de que el sueño nos muestra el
porvenir no carece por completo de verdad. Representándonos un deseo como
realizado, nos lleva realmente al porvenir...porvenir que el
soñador toma como presente [pero que]está formado por el deseo indestructible
conforme al modelo de dicho pasado”(3).
Albert Einstein |
Esa afirmación, poco
menos que escandalosa, escrita en tiempos en los que Jacques Lacan (1901-1981)
tenía un año de vida y Albert Einstein (1879-1955) apenas pasaba los veinte y
probablemente aún ni soñaba con la relatividad, no es menos perturbadora que
aquella otra que nos ubica ante otro de los puntos nodales de la doctrina
freudiana, la noción de “posterioridad” (Nachträglichkeit) la cual señala que
la dimensión de la temporalidad y causalidad propia de lo psíquico consiste en
que ciertas huellas mnémicas pueden no adquirir todo su sentido y su eficacia
en forma inmediata, sino en un momento posterior. Es a partir de
este esquema que para Freud hay que concebir, la mayoría de las veces, el
trauma: los acontecimientos tienen una acción traumática recién en un segundo
tiempo, luego que el sujeto hubo de alcanzar la “madurez sexual”.
Es eso lo que hace
que un acontecimiento determinado tenga valor de trauma para un sujeto
determinado. Para decirlo con los términos que Lacan emplea en el seminario
sobre La transferencia, (4): “... No es trauma simplemente lo que en un
momento hace irrupción, lo que ha rajado en algún lugar un tipo de estructura
que sería imaginada como total...Es que ciertos acontecimientos vienen a
colocarse en un cierto lugar en esta estructura. Lo ocupan, toman el valor significante,
manteniendo este lugar en un sujeto determinado. Es esto lo que hace al valor
traumático de un acontecimiento.”
Lo cual nos aleja de
una concepción puramente unidimensional del tiempo y la historia, y nos
introduce en una temporalidad que define el pasado desde un aprèscoup y en una
lógica radicalmente diferente, esa que en la vía de su retorno a Freud, fue
retomada por Lacan conceptualizando en términos de significantes los dos
tiempos freudianos, haciendo del a posteriori un tiempo de retroacción de un
significante sobre otro por el cual la consistencia del tiempo dos, hace
ex-istir el tiempo uno.
Lógica del
après-coup, lógica de la repetición de los significantes, por la cual el
tiempo 1 sólo se vuelve primero après-coup, después que el tiempo
2 queda establecido como su repetición, lo que implica necesariamente
además, una tarea tan rústica como concluyente: la de la operación de
contar. “Nada nos faculta a hablar de repetición si no contamos un
antes y un después” (6); un tiempo 1, un tiempo 2 y un tiempo enésimo; el
tiempo 1 sólo será primero si un tiempo 2 lo repite, y si hay de esa operación
de cuenta. Con la dificultad, estructural para el sujeto, de que en ese
cálculo no puede reconocerse como ese
que cuenta, no puede contarse a sí mismo,
porque el cálculo lo efectúa lo inconsciente, un modo de decir que “la
operación de contar se sitúa fuera de la serie, de la sucesión repetitiva”(6),
el Uno en más dice Lacan en "La lógica del fantasma" y en "De un Otro al otro" , que
hace surgir un sujeto nuevo, un sujeto en menos.
Este es uno de los ejes en los cuales Lacan ubica el
concepto de repetición, el de lo simbólico. Pero, especialmente desde el
seminario XI y sirviéndose de los conceptos aristotélicos de la tyche y el
automaton, propone distinguir otra vertiente de la repetición, otro eje: el de
lo real.
Allí, en el seminario sobre “Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis”, se pregunta: ¿en los orígenes de la
experiencia analítica, dónde encontramos lo real, ese hueso duro de roer, eso
que yace más allá del automaton, de la insistencia, del retorno de los signos a
que nos somete el principio del placer?. Y a modo de respuesta afirma: lo
hallamos bajo la forma del trauma, de lo que tiene de inasimilable, que
determina todo lo que sigue y le impone un origen al parecer accidental.
Función de la tyche, de lo real como zigzagueante y fallido encuentro radical,
cita una y otra vez reiterada como al azar, que se designa en la historia del
psicoanálisis bajo el nombre del trauma, eso que insiste en no dejarse
olvidar.(5)
El trauma se presenta entonces como el encuentro, que
no ha podido ser evitado, de algo insoportable para el sujeto; encuentro con
una realidad que está ahí sufriendo, aguantada, a la espera y que calladamente
nos gobierna, porque exige lo nuevo. Eso ante lo cual todas las palabras se
detienen, el objeto de angustia por excelencia (recordemos el sueño de la
inyección de Irma), eso que vuelve siempre en ese lugar en donde el sujeto
pifia, falla, tropieza, eso que no cesa de no escribirse, real de la
castración, del sufrimiento y la muerte como aparece en el sueño del niño
muerto que arde, en La interpretación de los sueños.
Repetición que para Freud se renueva sin cesar, porque
tanto es consecuencia del trauma como vana tentativa por anularlo, por hacer
algo con él y que lleva al sujeto más allá del principio del placer. Marca del
trauma estructural y de la impotencia del sujeto para borrarla; indicio de la
pulsión de muerte, que está en el nudo de la estructura produciendo, promoviendo
la organización simbólica y permanece en la base de todo amparo imaginario.
Dimensión del tiempo que también abre interrogantes: ¿
puede existir lo traumático por fuera del efecto retroactivo?, ¿cuál sería el estatuto de aquél tiempo 1 si
la operación de contar quedara trunca o en suspenso?, ¿estaríamos en ese caso
frente a un por fuera del tiempo, una pura continuidad sin chance alguna de
entrar en el encadenamiento que implica un pasado, un presente, un futuro,
congelado en un momento de la vida sin probabilidad de construir una historia?.
Pero aseverar que puede existir lo traumático por
fuera del a posteriori, sería quizás rechazar lo más original del pensamiento
freudiano, cuando afirma que hay una disparidad entre el primer tiempo, el de
la huella mnémica, la impresión, la percepción y el segundo, el de la
representación, tiempo de latencia, tiempo en suspensión que para Freud es el
verdadero tiempo del trauma.
2005
Notas Bibliográficas
(1) Moisés y la religión monoteísta, S. Freud, Obras Completas,
Biblioteca Nueva, página 3285.
(2) Moisés y la religión monoteísta, S. Freud, Obras
Completas, Biblioteca Nueva, página 3298.
(3) La interpretación de los sueños, S. Freud, Obras
Completas, Biblioteca Nueva, página 720.
(4) Jacques Lacan, La transferencia, clase del 24 de Mayo
de 1961.
(5) Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis,
J. Lacan, Clase del 12 de febrero de 1964.
(6) Los ojos de Laura, Nasio Juan D., Amorrortu Editores.
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