“(…) pues a quienes creen en los cuentos
de hadas no les es grato oír mentar la innata
inclinación del hombre hacia “lo malo” a la
agresión, a la destrucción y con ello también a la crueldad”.
S. Freud. “El malestar en la
cultura”, Cap. VI.
Cuando Lacan, en el
Seminario VII, apartado “La paradoja del goce”, cap. La pulsión de muerte, le responde a Bernfeld
y Feitelberg: “ La pulsión como tal, y
en la medida en que ella es entonces pulsión de destrucción debe estar más allá
del retorno a lo inanimado”, le habla a ese freudismo ortodoxo que leyó la
pulsión en el contexto de una interpretación de los sistemas que poseen una
tendencia general al retorno a un equilibrio. Es en este sentido que se hace
necesario poner a la pulsión más allá del retorno a lo inanimado. Porque según
esa lectura se trataría de una aspiración general de todo lo animado a retornar
a la quietud del mundo inorgánico fácilmente subsumido a la idea de muerte,
apología de la falta de tensión de fuerzas encontradas o de un principio de Nirvana llevado al extremo.
La lectura que hicimos de
“Más allá del principio del placer”, nos llevó a examinar el enrarecimiento al
que Freud se ve llevado a someter a dos palabras para incorporarlas al campo
analítico. Estas son “lo inanimado” y “lo conservado”.
“Más allá…” es un texto con mucho movimiento, desde el
título ya se enuncia. Las nociones están al servicio de planteos y momentos
clínicos para torcerse o cambiar de plano según el ordenamiento de las
observaciones y los fenómenos.
El principio del placer, en primera
instancia, aparece formando parte del funcionamiento primario del aparato
psíquico. Situación que se torna peligrosa para lo que se vivencia como la
autoafirmación del organismo. En tensión y conflicto con este principio de
placer y la satisfacción pulsional correspondiente, se plantean las pulsiones
de conservación trabajando a favor de esta autoafirmación. Autoafirmación que
es integración y acuerdo con el principio de realidad.
De esta forma, tenemos así,
una primer oposición que permite entender un sector del malestar pero nos deja
con el problema de constituir dos tipos de pulsiones enfrentadas, a las que le
adjudicamos características distintas. Ahí “conservación” está junto a integridad yoica y atención al
principio de realidad. Se trata de un tipo de pulsión aceptada y en consonancia
con el yo. De aquí sale la pregunta clásica sobre si las pulsiones que forman
la unidad del yo, son o no son verdaderas pulsiones.
En el transcurso del texto,
la secuencia del placer-displacer va cambiando de plano hasta llegar a la
afirmación de que “todo displacer neurótico es placer que no puede ser sentido
como tal”.
Este texto presenta la
riqueza del testimonio de una elaboración clasificatoria de principios y de
pulsiones que se va ajustando implacablemente a los movimientos del sufrimiento
y la satisfacción del sujeto en el dispositivo analítico. Una prueba de esto,
es el compacto recorrido que hace Freud en el cap. III sobre los cambios de
fines y objetivos, a los que se vio llevada la técnica psicoanalítica en los 25
años de labor que tenía. En la última de las tres etapas que menciona, pone en
el centro de la escena a la OBSESION DE REPETICION, que por su tenacidad y
perseverancia tilda de diabólica y demoníaca.
Ahora, entonces, la
clasificación de las pulsiones buscada y la propia definición de pulsión siguen
muy de cerca de esta repetición compulsiva.
Y allí, la enumeración
freudiana, tiene como factor común, circunscribe por su insistencia, lo que se
nombra como “fracaso”:
- La vida anímica de la neurosis traumática.
- La vida sexual infantil…que sucumbe por la incompatibilidad de los deseos con la realidad. La investigación sexual infantil.
- El amor golpeado por el engaño. El encuentro con la infidelidad de la persona amada. La instalación de la impresión del desprecio. Encuentro con los objetos de celos.
- La impronta de la separación traída desde los más tempranos juegos infantiles.
- Marcas que se instalan con la potencia de la tragedia.
- Tragedias que cuando, siendo adultos, nos encuentran como espectadores no nos ahorran dolores y sin embargo, pueden ser sentidas con un elevado placer.
El fracaso tiene sus nombres
y el análisis los encuentra incólumes, resistentes a los beneplácitos de las
sustituciones.
El aparato anímico arroja
fracaso. Pero con la salvedad de que aquí también tendríamos que pensar, que es
fracaso para un sistema y logro para otro. El fracaso en el saber, en el amor y
en la sexualidad: se constituyen como “lo desligado”, “lo indómito”, “lo no
integrado” que retorna en la vida de un sujeto.
Alrededor de esto, surge una
pregunta de Freud que se constituye en guía de lectura: ¿de qué modo se halla en
conexión lo pulsional con la obsesión de repetición?. Y responde ni más ni
menos, que es por esta conexión que se puede encontrar un carácter general de
la pulsión: “…La pulsión sería (dice Freud), una tendencia propia de lo
orgánico vivo a la reconstrucción de un estado anterior que lo anímico tuvo que
abandonar”.
Dado esto, podemos plantear
dos asuntos:
- Este carácter general de la pulsión, ¿no es el paso que da Freud hacia una teoría no dual de la pulsión?
- Y el segundo asunto tiene que ver nuevamente con la dirección que toma una lectura. Entiendo que Freud, en este texto, no está hablando de una tendencia natural, propia de un sistema energético que lo conduce al retorno desde lo animado a lo inanimado en los términos de vida orgánica. Sino más bien de una tendencia a lo no ligado, a lo no dominado por las fuerzas exteriores. Y se hace indispensable aclarar que cuando Freud habla de fuerzas exteriores o de principio de realidad se refiere a la prohibición y a la amenaza.
En el texto, esta tendencia,
aparece nombrada como “pulsión conservadora”, dice: “pulsiones conservadoras
que fuerzan a la repetición”.
La palabra “conservador”,
“lo conservado”, se ha transformado. Ya aparece, que lo que se conserva, forma
parte de lo más característico de la pulsión, ya muy lejos de lo que en
principio teníamos como pulsiones conservadoras que hacían a la autoafirmación
y a la unidad yoica.
Las palabras “inanimado” y
“animado”, entiendo que en el texto, no dicen muerte y vida como en el campo de
la ciencia, sino no es posible entender el siguiente párrafo: “En una época indeterminada fueron
despertados en la materia inanimada, por la actuación de fuerzas inimaginables,
las cualidades de lo viviente. Quizás fue este el proceso que sirvió de modelo
a aquel otro que después hizo surgir la conciencia en determinado estado de la
materia animada”.
Entiendo que lo que
Freud viene sosteniendo hasta aquí, es
que lo inanimado es lo que se repite en tanto no integrado, no asimilado, no
domado.
Desengaño amoroso, lo que se
separa bajo la forma del hijo y su madre, el paciente y el analista. Se repite
la presencia de lo que finaliza, el desgarro, la muerte como corte, lo que en
acto se desliga. Lo que se repite como un momento que insiste en ser
conservado. El desencuentro.
Lacan, luego de advertir no
cargar las tintas sobre el sentido Schopenhaureano de la palabra “voluntad”
dice: pulsión de destrucción, voluntad de destrucción, voluntad de Otra-cosa,
en la medida en que todo puede ser puesto en causa a partir de la función del
significante.
2008
Trabajo publicado en Bahn 4, Cuestiones del psicoanálisis. ¿Qué nos reúne? Hacer con lo inasimilable
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