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lunes, 15 de diciembre de 2014

Lo no integrado - empuje a otra cosa. Pablo Grimoldi



                                                   (…) pues a quienes creen en los cuentos

                                                   de hadas no les es grato oír mentar la innata

                                                   inclinación del hombre hacia “lo malo” a la

                                                   agresión, a la destrucción y con ello también a la crueldad”.

                                                   S. Freud. “El malestar en la cultura”, Cap. VI.

Cuando Lacan, en el Seminario VII, apartado “La paradoja del goce”, cap.  La pulsión de muerte, le responde a Bernfeld y Feitelberg:  “ La pulsión como tal, y en la medida en que ella es entonces pulsión de destrucción debe estar más allá del retorno a lo inanimado”, le habla a ese freudismo ortodoxo que leyó la pulsión en el contexto de una interpretación de los sistemas que poseen una tendencia general al retorno a un equilibrio. Es en este sentido que se hace necesario poner a la pulsión más allá del retorno a lo inanimado. Porque según esa lectura se trataría de una aspiración general de todo lo animado a retornar a la quietud del mundo inorgánico fácilmente subsumido a la idea de muerte, apología de la falta de tensión de fuerzas encontradas o de un principio  de Nirvana llevado al extremo.

La lectura que hicimos de “Más allá del principio del placer”, nos llevó a examinar el enrarecimiento al que Freud se ve llevado a someter a dos palabras para incorporarlas al campo analítico. Estas son “lo inanimado” y “lo conservado”.

“Más allá…”  es un texto con mucho movimiento, desde el título ya se enuncia. Las nociones están al servicio de planteos y momentos clínicos para torcerse o cambiar de plano según el ordenamiento de las observaciones y los fenómenos.

     El principio del placer, en primera instancia, aparece formando parte del funcionamiento primario del aparato psíquico. Situación que se torna peligrosa para lo que se vivencia como la autoafirmación del organismo. En tensión y conflicto con este principio de placer y la satisfacción pulsional correspondiente, se plantean las pulsiones de conservación trabajando a favor de esta autoafirmación. Autoafirmación que es integración y acuerdo con el principio de realidad.

De esta forma, tenemos así, una primer oposición que permite entender un sector del malestar pero nos deja con el problema de constituir dos tipos de pulsiones enfrentadas, a las que le adjudicamos características distintas. Ahí “conservación”  está junto a integridad yoica y atención al principio de realidad. Se trata de un tipo de pulsión aceptada y en consonancia con el yo. De aquí sale la pregunta clásica sobre si las pulsiones que forman la unidad del yo, son o no son verdaderas pulsiones.

En el transcurso del texto, la secuencia del placer-displacer va cambiando de plano hasta llegar a la afirmación de que “todo displacer neurótico es placer que no puede ser sentido como tal”.

Este texto presenta la riqueza del testimonio de una elaboración clasificatoria de principios y de pulsiones que se va ajustando implacablemente a los movimientos del sufrimiento y la satisfacción del sujeto en el dispositivo analítico. Una prueba de esto, es el compacto recorrido que hace Freud en el cap. III sobre los cambios de fines y objetivos, a los que se vio llevada la técnica psicoanalítica en los 25 años de labor que tenía. En la última de las tres etapas que menciona, pone en el centro de la escena a la OBSESION DE REPETICION, que por su tenacidad y perseverancia tilda de diabólica y demoníaca.

Ahora, entonces, la clasificación de las pulsiones buscada y la propia definición de pulsión siguen muy de cerca de esta repetición compulsiva.

Y allí, la enumeración freudiana, tiene como factor común, circunscribe por su insistencia, lo que se nombra como “fracaso”:

  • La vida anímica de la neurosis traumática.
  • La vida sexual infantil…que sucumbe por la incompatibilidad de los deseos con la realidad. La investigación sexual infantil.
  • El amor golpeado por el engaño. El encuentro con la infidelidad de la persona amada. La instalación de la impresión del desprecio. Encuentro con los objetos de celos.
  • La impronta de la separación traída desde los más tempranos juegos infantiles.
  • Marcas que se instalan con la potencia de la tragedia.
  • Tragedias que cuando, siendo adultos, nos encuentran como espectadores no nos ahorran dolores y sin embargo, pueden ser sentidas con un elevado placer.

El fracaso tiene sus nombres y el análisis los encuentra incólumes, resistentes a los beneplácitos de las sustituciones.

El aparato anímico arroja fracaso. Pero con la salvedad de que aquí también tendríamos que pensar, que es fracaso para un sistema y logro para otro. El fracaso en el saber, en el amor y en la sexualidad: se constituyen como “lo desligado”, “lo indómito”, “lo no integrado” que retorna en la vida de un sujeto.

Alrededor de esto, surge una pregunta de Freud que se constituye en guía de lectura: ¿de qué modo se halla en conexión lo pulsional con la obsesión de repetición?. Y responde ni más ni menos, que es por esta conexión que se puede encontrar un carácter general de la pulsión: “…La pulsión sería (dice Freud), una tendencia propia de lo orgánico vivo a la reconstrucción de un estado anterior que lo anímico tuvo que abandonar”.

Dado esto, podemos plantear dos asuntos:

  1. Este carácter general de la pulsión, ¿no es el paso que da Freud hacia una teoría no dual de la pulsión?
  2. Y el segundo asunto tiene que ver nuevamente con la dirección que toma una lectura. Entiendo que Freud, en este texto, no está hablando de una tendencia natural, propia de un sistema energético que lo conduce al retorno desde lo animado a lo inanimado en los términos de vida orgánica. Sino más bien de una tendencia a lo no ligado, a lo  no dominado por las fuerzas exteriores. Y se hace indispensable aclarar que cuando Freud habla de fuerzas exteriores o de principio de realidad se refiere a la prohibición y a la amenaza.

En el texto, esta tendencia, aparece nombrada como “pulsión conservadora”, dice: “pulsiones conservadoras que fuerzan a la repetición”.

La palabra “conservador”, “lo conservado”, se ha transformado. Ya aparece, que lo que se conserva, forma parte de lo más característico de la pulsión, ya muy lejos de lo que en principio teníamos como pulsiones conservadoras que hacían a la autoafirmación y a la unidad yoica.

Las palabras “inanimado” y “animado”, entiendo que en el texto, no dicen muerte y vida como en el campo de la ciencia, sino no es posible entender el siguiente párrafo: “En una época indeterminada fueron despertados en la materia inanimada, por la actuación de fuerzas inimaginables, las cualidades de lo viviente. Quizás fue este el proceso que sirvió de modelo a aquel otro que después hizo surgir la conciencia en determinado estado de la materia animada”.

Entiendo que lo que Freud  viene sosteniendo hasta aquí, es que lo inanimado es lo que se repite en tanto no integrado, no asimilado, no domado.

Desengaño amoroso, lo que se separa bajo la forma del hijo y su madre, el paciente y el analista. Se repite la presencia de lo que finaliza, el desgarro, la muerte como corte, lo que en acto se desliga. Lo que se repite como un momento que insiste en ser conservado. El desencuentro.

Lacan, luego de advertir no cargar las tintas sobre el sentido Schopenhaureano de la palabra “voluntad” dice: pulsión de destrucción, voluntad de destrucción, voluntad de Otra-cosa, en la medida en que todo puede ser puesto en causa a partir de la función del significante.
 2008

Trabajo publicado en Bahn 4, Cuestiones del psicoanálisis. ¿Qué nos reúne? Hacer con lo inasimilable


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