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jueves, 18 de diciembre de 2014

El inconsciente y la estética. M.Cristina Curuchelar



Sobreviviente


¿Es la vida un viaje?

Y si fuera así, ¿hacia dónde?

¿Será necesario imaginar ese viaje para poder seguir sus huellas al pie de la letra?

¿Será éste el único modo de no perdernos y de poder sostener lo actual de ese viaje, en tanto lo actual de un pasado ya perdido? ¿En qué relación está esa posibilidad de imaginar con la estructura del deseo?
Primo Levi

Primo Levi relata en su libro "La tregua" un viaje de sobrevivientes, seres que aprendieron a evitar la "pérdida de realidad" después que su mundo, su universo simbólico, se derrumbó literalmente en pedazos.

A través de esta obra cuenta como, en los campos de Auschwitz, abandonados por los nazis, hicieron su aparición soldados rusos que pertenecían al Ejército Rojo para liberar a esos sobrevivientes del campo de exterminio. Pero, por razones oscuras, la repatriación de un pequeño grupo de italianos se constituyó en una odisea que llevó mucho tiempo y fue la culminación de un viaje tortuoso por Polonia, Rusia, Ucrania, Rumania y Hungría. El diálogo que comentaré transcurre entre uno de esos italianos, Primo Levi y un griego, compañero circunstancial de ese viaje.

Primo Levi dice así:

"Ya he hablado de los zapatos del griego; en cuanto a mí, calzaba un curioso calzado que en Italia sólo he visto llevar a los curas, de piel finísima, hasta la pantorrilla, sin cordones, con dos hebillas grandes y dos piezas laterales de tejido elástico que debían garantizar su adherencia perfecta a la pierna... Nos habíamos equivocado mucho sobre la distancia que nos separaba de Cracovia: tuvimos que recorrer por lo menos siete kilómetros. Después de veinte minutos de camino mis zapatos estaban deshechos: la suela de uno se había despegado y la del otro estaba descosiéndose. El griego había guardado hasta entonces un silencio lleno de malos presagios: cuando me vio dejar el fardo y sentarme en un mojón me dijo:

- ¿Cuántos años tienes?

- Veinticinco- le contesté.

- ¿Qué oficio tienes?

- Soy químico.

- Pues lo que eres es un estúpido- me dijo tranquilamente.

- No tener zapatos es de estúpidos.

El griego era un gran tipo. Pocas veces en mi vida he sentido que me lanzasen a la cabeza una sabiduría tan concreta. Era poco lo que podía replicarle. La validez de su argumento era palpable, evidente: en mis pies aquellos dos amasijos informes, y en los suyos aquellas dos maravillas resplandecientes. No podía justificarme. Había dejado de ser esclavo: pero a los pocos pasos en el camino de la liberación, heme aquí sentado en un mojón, torpe e inútil como la locomotora averiada que acabábamos de abandonar. ¿Es que merecía la libertad? El griego parecía dudarlo.

-  ... pero tenía escarlatina, fiebre, estaba en la enfermería: el almacén de zapatos estaba muy lejos, estaba prohibido acercarse, y decían que los polacos lo habían saqueado. ¿Y no era natural que pensase que los rusos nos lo iban a suministrar?

- Palabras- me dijo el griego. -Todos las dicen. Yo tenía cuarenta de fiebre y no sabía si era de día o de noche: pero una cosa sabía, que necesitaba zapatos y otras cosas; así que me levanté y fui hasta el almacén para considerar la situación. Y delante de la puerta había un ruso con metralleta: pero yo quería los zapatos, di la vuelta al edificio, rompí una ventana y entré. Así encontré los zapatos, el saco y todo lo que hay en el saco, que más adelante nos será útil. Esto es previsión; lo tuyo es estupidez y no saber como son las cosas. -Ahora eres tú quien habla demasiado -dije yo. -Me habré equivocado pero ahora de lo que se trata es de llegar a Cracovia antes de la noche, con zapatos o sin ellos. Y mientras lo decía me estaba esforzando, con los dedos entumecidos, en unir al menos provisionalmente las suelas de la piel con unos pedazos de alambre que había encontrado en la carretera.

-Déjalo, así no arreglas nada.

Me tendió dos trozos de tela fuerte que había sacado del hato y me enseñó a envolver a la vez los zapatos y los pies para poder andar mejor. Luego proseguimos en silencio."
Auschwitz


Para el italiano lo más importante es llegar a Cracovia, con zapatos o sin ellos.

Y el griego le dice que insistir en no querer saber como son las cosas es estupidez. Pues lo que hay que saber es que se necesitan zapatos para llegar a Cracovia. Pone en juego para el italiano la necesidad de la sobrevivencia, le enseña a lanzarse de vuelta a la potencia de la vida. Le enseña a recuperar, a armar una realidad posible para poner en marcha el deseo una vez en Cracovia.

El relato subraya la función fundante de ese "envoltorio" que el griego fabrica con dos trozos de tela para que su compañero de viaje pueda andar mejor.

La fabricación de ese "envoltorio", que permite el calce de las trazas de unos zapatos con los pies, es algo más que una buena idea. Se trata de una obra de la imaginación confeccionada a partir de las reliquias del sentido del Otro, con sus desechos, sus restos.

El italiano se hace incauto de ese lugar del otro, extranjero, desde donde las palabras son lanzadas sobre su cabeza, tomando estatuto de decir, de acontecimiento.

Las palabras hubieran resultado insuficientes sin esta operatoria, ''interposición fundamental", principio alterativo a partir del cual sabemos como son las cosas, en tanto concierne a la causa del deseo.

Como toda obra humana no se da por encima de la realidad y de la relación con otro.

El griego le enseña a "envolver a la vez los zapatos y los pies para poder andar mejor". Le enseña a envolver lo real del cuerpo, le da una imagen del cuerpo que permite que el cuerpo no se lastime, no se mortifique con alambres...



La imaginación: ¿interposición o mediación?



Retomo la pregunta que orienta mi reflexión. ¿En qué relación está la capacidad de imaginar con el sujeto del inconsciente, con la estructura del deseo?
I. Kant

Allí donde Kant le otorga una función de puente, Lacan propone pensarla en tanto interposición, barrera.

Según Kant las condiciones de posibilidad de nuestro conocimiento son al mismo tiempo las condiciones de posibilidad del objeto de nuestro conocimiento, máxima que da cuenta de su concepción acerca de la constitución trascendental de la realidad. Considera a la imaginación una fuerza mediadora entre la multiplicidad sensorial de la intuición y la actividad sintética cognitiva del entendimiento.

Efectivamente, en "La crítica de la razón pura", Kant define a la imaginación como una función ciega. Como una fuerza mediadora entre la intuición y la actividad sintética del entendimiento. Dice:

"Es la síntesis en general, como próximamente veremos, la simple obra de la imaginación, es decir, una función ciega, aunque indispensable, del alma, sin la cual no tendríamos conocimiento de nada, función de la que rara vez tenemos conciencia.

Pero es una función que pertenece al entendimiento, y que es la única que nos procura el conocimiento propiamente dicho".

El misterio de la imaginación trascendental en cuanto espontaneidad, en cuanto libertad trascendental, reside en el hecho de que es imposible situarla adecuadamente con respecto a la pareja de lo fenoménico y lo noumenal.

En esta brecha que separa lo fenoménico de lo noumenal, Kant ubica el puente de la imaginación trascendental. La considera una actividad espontánea destinada a unir y conectar la multiplicidad de las impresiones sensibles, anterior a la síntesis operada por las categorías a priori.
J. Lacan

Lacan destaca el valor de barrera que separa lo real de la realidad simbólicamente estructurada. La realidad psíquica implica un espacio fantasmático que designa la relación imposible del sujeto con el objeto causa de su deseo. Esta ficción realiza, representa el deseo como tal.

En este sentido el deseo, afirma Lacan, es un poco perversión fracasada, un paso para salir de la perversión. Un paso, un límite a franquear en todo lazo de amor donde el Otro está implicado.

En el camino hacia el objeto está la imagen para que algo más allá pueda surgir. Este umbral de entrada a la realidad psíquica, que el espejo constituye, está en la base de la relación al otro.

¿Pero por qué la imagen es necesaria en la constitución del objeto? Lacan propone en el Seminario 4 interrogar la función de la imagen, propone interrogar esa interposición imaginaria, esa ilusión fundamental en las vías del deseo.
Freud

Ya Freud, en "El fetichismo", afirma que lo que se aprecia en el objeto por la vía de lo bello es su propia falta. ¿Qué es esa falta? Es la posibilidad que surge de la construcción de ese objeto. No es solo el producto, sino el acto mismo de su construcción. Que se construya implica una respuesta posible allí donde no había ninguna.

La imagen es, en tanto que ordenada por el Otro en un campo virtual, una barrera frente a lo real, barrera que permite capturar lo que llamamos sensibilidad como tal....


Publicado en la Revista Bahn 1 Cuestiones del Psicoanálisis, Diciembre 2003

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