En diciembre de 2001, en su número 14
la Revista Acheronta publicó un extenso reportaje a Guy Le Gaufey, realizado
por G. Herreros, N. Ferrari, G. Pietra y M. Sauval.
Guy Le Gaufey |
En el mismo acompañado primero con
facturas, y empanadas varias y vino más tarde, se despliegan un buen número de
asuntos referidos a la situación del psicoanálisis por esos años (y antes
también), el peso y la importancia de Lacan, las instituciones psicoanalíticas
etc.
La entrada de Le Gaufey al
psicoanálisis ocupa una parte importante de la charla: “el psicoanálisis se volvía algo demasiado importante para mí…una época…de
trabajo intenso…Y entramos en la EFP, con Eric Laurent, Erik Porge y Anne
Wauquiez, al mismo tiempo…Durante 7 años, en la EFP, fue un trabajo intenso,
sin grandes problemas. Era un trabajo activo de jornadas, congresos, carteles,
etc…”
Señala luego Le Gaufey: “Si hay una institución como la IPA, muy
burocrática, no se necesitan revistas. Si no hay instituciones importantes, no
hay otra manera de trabajar que dar algo al público. Se necesita un público. El
número más importante de Litoral fue el número 17, que se intitula
"Función del público en el psicoanálisis ". Es algo decisivo para mí:
se necesita un público. ”
La posición de Le Gaufey frente a la
clínica no estuvo ausente: “…en los años
80 hubo una llamada general a la clínica. Tengo por mi parte una argumentación
en contra de la clínica analítica. Me parece un oximoron, como la luz oscura,
porque la definición misma de la clínica implica tres puntos diferentes: el
clínico, el signo y el público.En la clínica médica, el público tiene un acceso
directo al signo. En la supuesta clínica analítica el analista es él quien
construye el signo, el relato de lo que dice el paciente. Entonces en la
construcción misma hay público y hay signo. Pero entre ambos hay, si se puede
decir así, la pared del analista. Es otra situación. No quiero decir que no hay
clínica analítica, pero no es tan obvio…Por lo menos para mí, ahí hay un
problema. Y la llamada general a la clínica de los años 80 era no solo en
contra de la teoría, sino una llamada al sentido clínico. Porque las
significaciones teóricas no bastaban, y no bastan en general, para sostener una
comunidad sino a través de una jerga.”
Tampoco faltaron comentarios acerca
del deseo del analista. Al respecto dice Le Gaufey “…la expresión "deseo del analista", no puedo utilizarla
tranquilamente, porque encontré demasiada gente que se presentaba, durante los
años 80, con el deseo del analista como una propiedad suya. Ellos lo tenían. Y,
bueno, es penoso. Y Lacan lo abandonó - el comentario de Allouch, en este
punto, es excelente - cuando abandonó a Hegel, abandonó el deseo del analista.
El deseo del otro, viniendo de Hegel, le sirvió para construir este deseo tan
especial - en el seminario XI, la diferencia absoluta, y esas cosas - un deseo
absolutamente especial que calificaba al analista como tal. Es demasiada
precisión. Cuando se precisa un rasgo positivo del analista no se puede
sostener por un largo tiempo, porque sino hay algunos que van a pretender
tenerlo. La vía negativa es la única que se puede seguir por largo tiempo.
Entonces el "deseo del analista " es interesante para leer algunos
seminarios de Lacan, porque hay un juego, con esa expresión, importante. Por
ejemplo, la diferencia absoluta, que es un problema en sí mismo. La distancia
entre I y "petit a", hablar de diferencia absoluta en ese momento,
sí, excelente. Pero tomarlo y universalizarlo...”
Problemáticas como la de la ética, la
demanda de amor, el estatuto del analista, el pase y hasta el misterio de los
Estados Modernos: “escribí una vez que la
permanencia de los Estados modernos es una función del mismo tipo que la
virginidad de María. Es el mismo misterio”, son otros asuntos de interés
que se recorren en el reportaje, que de algún modo se cierra con este
comentario de Le Gaufey: “No es cuestión
de tener el saber sino de dejarlo. Pero solo se puede dejar para agarrar otra
cosa. Y en este movimiento de pasaje, si alguno lo ha hecho, puede soportar que
otro lo haga. Es una cuestión de movimiento. Esa es nuestra ubicación, por
ejemplo, con el "Freud deplacé": nunca abandonar a Freud y tampoco
abandonar a Lacan, pero sobre todo, no practicar el freudolacanismo. El pasaje
de Freud a Lacan, o el pasaje de las lenguas, es una ocasión para deshacerse de
los "naturales".
El
texto completo puede leerse en
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