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sábado, 14 de febrero de 2015

Reportaje a Guy Le Gaufey



          En diciembre de 2001, en su número 14 la Revista Acheronta publicó un extenso reportaje a Guy Le Gaufey, realizado por G. Herreros, N. Ferrari, G. Pietra y M. Sauval.
Guy Le Gaufey


          En el mismo acompañado primero con facturas, y empanadas varias y vino más tarde, se despliegan un buen número de asuntos referidos a la situación del psicoanálisis por esos años (y antes también), el peso y la importancia de Lacan, las instituciones psicoanalíticas etc.
          La entrada de Le Gaufey al psicoanálisis ocupa una parte importante de la charla: “el psicoanálisis se volvía algo demasiado importante para mí…una época…de trabajo intenso…Y entramos en la EFP, con Eric Laurent, Erik Porge y Anne Wauquiez, al mismo tiempo…Durante 7 años, en la EFP, fue un trabajo intenso, sin grandes problemas. Era un trabajo activo de jornadas, congresos, carteles, etc…
          Señala luego Le Gaufey: “Si hay una institución como la IPA, muy burocrática, no se necesitan revistas. Si no hay instituciones importantes, no hay otra manera de trabajar que dar algo al público. Se necesita un público. El número más importante de Litoral fue el número 17, que se intitula "Función del público en el psicoanálisis ". Es algo decisivo para mí: se necesita un público.
          La posición de Le Gaufey frente a la clínica no estuvo ausente: “…en los años 80 hubo una llamada general a la clínica. Tengo por mi parte una argumentación en contra de la clínica analítica. Me parece un oximoron, como la luz oscura, porque la definición misma de la clínica implica tres puntos diferentes: el clínico, el signo y el público.En la clínica médica, el público tiene un acceso directo al signo. En la supuesta clínica analítica el analista es él quien construye el signo, el relato de lo que dice el paciente. Entonces en la construcción misma hay público y hay signo. Pero entre ambos hay, si se puede decir así, la pared del analista. Es otra situación. No quiero decir que no hay clínica analítica, pero no es tan obvio…Por lo menos para mí, ahí hay un problema. Y la llamada general a la clínica de los años 80 era no solo en contra de la teoría, sino una llamada al sentido clínico. Porque las significaciones teóricas no bastaban, y no bastan en general, para sostener una comunidad sino a través de una jerga.
          Tampoco faltaron comentarios acerca del deseo del analista. Al respecto dice Le Gaufey “…la expresión "deseo del analista", no puedo utilizarla tranquilamente, porque encontré demasiada gente que se presentaba, durante los años 80, con el deseo del analista como una propiedad suya. Ellos lo tenían. Y, bueno, es penoso. Y Lacan lo abandonó - el comentario de Allouch, en este punto, es excelente - cuando abandonó a Hegel, abandonó el deseo del analista. El deseo del otro, viniendo de Hegel, le sirvió para construir este deseo tan especial - en el seminario XI, la diferencia absoluta, y esas cosas - un deseo absolutamente especial que calificaba al analista como tal. Es demasiada precisión. Cuando se precisa un rasgo positivo del analista no se puede sostener por un largo tiempo, porque sino hay algunos que van a pretender tenerlo. La vía negativa es la única que se puede seguir por largo tiempo. Entonces el "deseo del analista " es interesante para leer algunos seminarios de Lacan, porque hay un juego, con esa expresión, importante. Por ejemplo, la diferencia absoluta, que es un problema en sí mismo. La distancia entre I y "petit a", hablar de diferencia absoluta en ese momento, sí, excelente. Pero tomarlo y universalizarlo...
          Problemáticas como la de la ética, la demanda de amor, el estatuto del analista, el pase y hasta el misterio de los Estados Modernos: “escribí una vez que la permanencia de los Estados modernos es una función del mismo tipo que la virginidad de María. Es el mismo misterio”, son otros asuntos de interés que se recorren en el reportaje, que de algún modo se cierra con este comentario de Le Gaufey: “No es cuestión de tener el saber sino de dejarlo. Pero solo se puede dejar para agarrar otra cosa. Y en este movimiento de pasaje, si alguno lo ha hecho, puede soportar que otro lo haga. Es una cuestión de movimiento. Esa es nuestra ubicación, por ejemplo, con el "Freud deplacé": nunca abandonar a Freud y tampoco abandonar a Lacan, pero sobre todo, no practicar el freudolacanismo. El pasaje de Freud a Lacan, o el pasaje de las lenguas, es una ocasión para deshacerse de los "naturales".
El texto completo puede leerse en 


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